Sentada en la grama, con las rodillas recogidas a la altura de su pecho y abrazada a sus piernas permanecía la argentina Camila Gallea. La causa, cuenta, un malestar estomacal que la torturaba desde que estaba en el bus que la llevó en la mañana a la cancha de fútbol de Combarranquilla - sede Solinilla.
Las demás ‘tiburonas’, apodo con el que se conocen a las jugadoras del equipo femenino del Junior, se vendaban los tobillos, se embarrutaban el rostro de bloqueador y se amarraban los guayos para empezar a entrenar.
—¿Qué es lo más difícil de ser futbolista siendo mujer? —pregunté al aire antes de que sonara el silbato del preparador físico del equipo, el profe Juan José Ordóñez, para iniciar el entrenamiento.
—Levantarse temprano —respondió somnolienta la volante barranquillera Kelis Peduzine.
Sí, probablemente una mujer atiborrada de prejuicios y estereotipos banales esperaría una respuesta distinta, pero lo cierto es que a estas jugadoras del Junior el tener que hacer trabajo físico ‘en sus días en rojo’, restringir las salidas o entrenar sábado y domingo de carnaval no es lo que les preocupa.
A las 9:11 a.m. sonó el pitazo, orden que no pudo acatar la costarricense Cristin Granados, lesionada por una distensión de ligamento interno en una de sus piernas, que en palabras sencillas equivale a un esguince de rodilla.
Estaba sentada en unas gradas, a unos pocos metros de la cancha y hambrienta de juego. Solo bastó con un saludo para que aquella delantera, de brazo tatuado y tez morena se despachara a hablar, como si el espíritu costeño la hubiese poseído.
'Hoy que no puedo jugar, el entrenamiento ha estado muy dinámico, muy bonito ‘mae', dijo mientras observaba fijamente a sus compañeras que brillaban por el sudor que causaban los trabajos explosivos y de definición creados por el profe Ordóñez.
'Sabes, me gusta mucho aquí (Barranquilla), la gente es amable. Aunque el sol es horrible, ¡mírame… estoy tostada!, voy a llegar negra a Costa Rica', expresó entre risas durante el tiempo en que se tomaba un jugo de naranjas y se devoraba tres rodajas de pan y unos huevos revueltos adornados con un pimentón rojo.
—¿Ustedes tienen una dieta especial? —pregunté. —Recibimos recomendaciones, pero en general cada quien puede comer lo que quiera. Yo soy vegetariana ‘mae’, pero me he dado cuenta de que ustedes comen mucha carne, impresionante —respondió riéndose.
Sin embargo, la ‘tiburona’ ya le permitió a su paladar darse un exótico gusto con butifarra soledeña, arepa de huevo y hasta con peto callejero. Dice que este último se ha convertido en su manjar favorito.
—¿Cómo ha sido el trato que han recibido en la ciudad? —pregunté observando a la caleña Nicole Regnier y a la pequeña de 14 años Iranis Centeno, que hacía piruetas con el balón.
'Acosan mucho en la calle. Yo hablaba con Camila y le decía —mae, esto en Costa Rica es penal, uno puede demandar a los ‘maes’ (hombres) por estarle diciendo cosas a uno'.
—¿Qué te han dicho? —insistí.
'Nunca se han sobrepasado, pero sí se lo quedan viendo a uno como ‘bicho raro’. Pero en general hemos recibido el apoyo de todos, lo más bonito que tiene Junior es su hinchada', dijo la caleña.
La misma pregunta se la hice a Camila Gallea.
'Cuando llegué a Barranquilla lo que noté fue que las personas se fijan mucho en las apariencias. Me vieron rubiecita, toda femenina y no me tenían fe en la cancha, y después que me vieron jugar quedó demostrada mi entrega y lo que juego.
Ya eran las 9:51 a.m. cuando el equipo paró el entrenamiento para hidratarse. Sudadas, con el rostro rojo, pero todavía con mucha energía, se tomaron unos minutos y continuaron en lo suyo.
Uno, dos, tres, cuatro… Contaba en voz alta el técnico Álvaro ‘Calidad’ Núñez, mientras las tiburonas tocaban con agilidad la pelota. Tanto era el voltaje que ‘Calidad’ terminó tendido en el suelo a causa de una pelota que llegó con fuerza a sus pies.
Luego de varios tiros al arco, de correr y estirar como bailarinas de ballet, las ‘tiburonas’ dieron por terminada la jornada matinal a la 10:45 a.m.
—¿Qué les dice la hinchada cuando las ven por fuera de las canchas o en las redes sociales? —pregunté a Nicole, luego de que se sentara a quitarse los guayos.
'La verdad es que no salgo casi, soy muy tranquila (...), las redes tampoco las leo, por ahí de vez en cuando publico cosas, sobre todo del equipo, para que quienes estén por fuera puedan tener conocimiento de lo que estamos haciendo, pero realmente cuando publico algo yo no leo los comentarios, sean buenos o malos', responde con la respiración entrecortada.
¿Cómo así?, ¿por qué?, le contrapregunto.
'Porque al final eso es mentira. Si lo haces bien, mejor dicho, eres Maradona, pero si lo haces mal eres lo peor que ha nacido. Por eso, desde hace mucho tiempo tomé la decisión de no leer las redes sociales. De hecho no tengo la sesión iniciada y cuando publico algo, la cierro de una', reveló Nicolle.
Final de la jornada
Estar medio día con las tiburonas no solo fue un entrenamiento que me permitió observar de cerca el potencial físico de las jugadoras del Junior. También encontré los adjetivos que las definen en el terreno de juego: profesionales, fuertes y aterrizadas.
Hacer un trabajo que para muchos es 'de machos', les ha costado a ellas y en general a muchas jugadoras de fútbol en el mundo, apodos como ‘marimachos’, ‘machonas’ o ‘machitos’, pero esto no ha sido impedimento para que ellas se muevan como ‘tiburonas’ en el agua cuando les toca defender los colores rojiblancos.
'Si te dejas llevar por lo que dicen de ti, te puede jugar en contra, por eso cree en lo que haces, en lo que te gusta y estarás donde quieras estar', finalizó la defensa Camila Gallea, igual de aturdida por el malestar, pero muy lúcida en su pensamiento.



















