En el pasado se ha ido quedando el estigma con el que por muchos años tuvo que lidiar el barrio Altos del Rosario y sus habitantes en el norte de Sincelejo.
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Expresiones como “Altos del sicario”, “Altos del machete”, “Altos del plomo” o “Yo para ese barrio no entro”, entre otras más, hicieron carrera en la capital sucreña por más de dos décadas, haciendo sentir menos a quienes lo habitan y que en más de una ocasión alzaron su voz para explicar que en la zona no todo era malo, que había personas buenas, trabajadoras, con un gran corazón, humildes, pero sí golpeadas por la violencia.
Y no es mentira, un buen porcentaje de las 1.700 unidades familiares que lo integran en sus dos etapas son desplazadas por la violencia en los Montes de María, tanto del departamento de Sucre como de Bolívar.
Como nada dura para siempre, esa mala propaganda, dicen ellos, se ha ido acabando. A la par con la pandemia de la covid-19 que para muchos fue un mal momento, para ellos fue la oportunidad de visibilización y progreso. Los dos últimos gobiernos de Sucre volcaron la mirada para ese territorio y desde entonces, por pedido y ayuda de la comunidad, empezaron a invertir.
La intervención con programas sociales en el territorio evidenció la grave crisis de seguridad de la que no se salvaron ni los profesores que con tanto amor llegaban a educar a los pobladores; por eso, la primera obra civil fue la construcción en pavimento de la calle principal, que es una vía casi que de un kilómetro de extensión, además de tener bordillos.
El mejoramiento de la vía de acceso principal les cambió la vida. Ya los conductores de taxis y mototaxis que no eran del barrio empezaron a llegar más cerca a la zona,“aun así nos dejaban por allá arriba. Era más lo que se tenía que caminar que lo que se andaba en carro y moto”, comenta una de las mujeres que tiene 29 años de habitar Altos del Rosario.
A la par con la construcción de la vía principal, que fue una oportunidad de trabajo para los habitantes, entre esos para Noemí Pineda Berrío, que operaba la maquinaria pesada, llovieron otras necesidades y a la vez oportunidades de embellecimiento del sector que hoy están en marcha.
Ya hay seis carreras pavimentadas, el anuncio de otras que serán intervenidas con la adición de más recursos y la canalización de dos kilómetros del arroyo y su respectiva construcción del puente.
La primera fase, que es la pavimentación, avanza en un 90% y fue entregada el pasado miércoles 17 de septiembre, día en el que el barrio cumplió 30 años de haber nacido como sector de invasión y ahora en proceso de legalización.
Las calles hicieron fácil la llegada de cientos de visitantes que lograron apreciar el cambio de Altos del Rosario, no solo en lo material sino también entre sus gentes.
En las fachadas de las casas pintaron murales que hacen parte de una ruta del color que tendrá el barrio para atraer visitantes, como si se tratara de la Comuna 13 de Medellín, que es con lo que ellos mismos se comparan.
No le temen al cambio y saben que cuando se quiere se pueden alcanzar las cosas, por eso se visionan con el reconocimiento de un nuevo Altos del Rosario ante el mundo, como también lo proyecta el secretario de infraestructura de Sucre, Jorge Romero Romero, que acompaña este proceso de cambio.

Cenith Hernández Garizado tiene 12 años de habitar este sector y está feliz por el embellecimiento y desde ya tiene en mente un proyecto para surtir más su tienda de mecatos y poder ofrecerle a los visitantes que ella asegura “con el tiempo van a llegar porque la seguridad ha mejorado y ya entran los carros a traer y llevar personal y eso antes no se podía porque no había buenas vías y mucha inseguridad. Ya entran hasta en la madrugada”.
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De los actores generadores de violencia, algunos no eran de la zona, y los que sí lo son han entrado en un proceso de resocialización, unos más se han ido y otro tanto ya no está porque esa violencia les costó la vida.
Luz Mery Mendoza Navarro, pionera del barrio, destaca además la transformación que tiene el sector con las intervenciones de la gobernación.
“Anteriormente, este sector era horrible. Casas de bahareque, cambuches, caminos abiertos a la machota y llenos de barro y lomas. No teníamos acceso a nada, y cuando íbamos a tomar el transporte, nos lo negaban porque decían que tenían que traer dos cabezas para venir al barrio. Gracias a Dios eso se acabó y estamos frente a un barrio muy bonito”, anotó Mendoza Navarro, que no niega la existencia de personas involucradas en el mundo de las drogas que los afectaron a todos en el tema de seguridad.
Profesores fueron víctimas
Héctor José Romero Mercado, que es herrero y poeta, dejó hace 11 años su natal corregimiento Palmira, en el municipio de Toluviejo, para radicarse en Altos del Rosario. Dice que llegó en el momento más álgido de la inseguridad y, por habitar frente al que ahora es el antiguo colegio del barrio, tuvo que presenciar los atracos cometidos a los profesores. Vivían angustiados hasta en sus propias casas porque “en cualquier momento nos podían atracar y estábamos dormidos cuando de repente nos despertaba un intercambio de disparos, una machetera o lanzándose piedras. Eso era siempre. Era un barrio intransitable y casi que invivible”, recuerda.
Ahora, con la intervención en vías y muralismo que les ha llevado el gobierno que lidera Lucy García Montes, este habitante de Altos del Rosario asegura que es lo mejor que le ha ocurrido al barrio y él está entre los 10 primeros beneficiados con los murales que pintan los estudiantes de la Escuela Politécnica de Artes y Ciencias de Sucre, antes Bellas Artes, bajo la dirección de Anatael Garay. La fachada de su casa tiene un colibrí, pues es amante de las aves, además de una rosa roja. Él mismo escogió la temática “para sentirme como en mi casa de niño en el campo”.
José María Buelvas Martínez, de 72 años, es el artífice de las otroras invasiones Altos del Rosario, Villa Katy, Vista Hermosa y parte de Cielo Azul, todas en la zona norte.
Se considera, al igual que los demás habitantes de estos sectores, como un “ladrón de la tierra que es de quien la necesita para vivir y trabajarla”, dijo en la intervención pública que tuvo por el aniversario 30 de Altos del Rosario, donde reside, “y donde me reconocen como el fundador”.

Fuertes comunalmente
La organización comunitaria en Altos del Rosario es uno de sus fuertes y así lo ratifica Paúl Madrid Rodríguez, presidente de la Junta de Acción Comunal (JAC) de la primera etapa, y quien ha estado activo y agradecido en el proceso de intervención que “es algo muy trascendental para todos nosotros porque nos mejora la calidad de vida”.
Destaca el líder que, si bien el pasado no se olvida, sino que se tiene presente para no repetirlo, sí reconoce que la inseguridad y los actos de delincuencia eran el pan de cada día.
Finalmente, Mary Medina Gamarra, que es la presidente de Escuelas de Familia de la Institución Educativa Altos del Rosario y representante del Comité de Conciliación de las JAC, se muestra optimista por el cambio que ha tenido el barrio en todos los aspectos. Ella lleva 23 años habitándolo y conoce de cerca las problemáticas que generaban enfrentamientos entre jóvenes y que al final terminaban involucrando a las familias que “no se podían ni ver, pero eso ha cambiado, ahora reina la fraternidad, y los jóvenes que se quedaron en el barrio se han resocializado. Esto que está ocurriendo en el barrio me llena de gozo”, puntualiza la ciudadana en medio de risas.