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El presidente de China, Xi Jinping, presidió este miércoles 4 de septiembre un imponente desfile militar en Pekín, en el que participaron miles de soldados, misiles de última generación, drones y aviones de combate. El acto, que conmemoró los 80 años del fin de la Segunda Guerra Mundial, fue también una advertencia explícita a los rivales geopolíticos de China para que no desafíen su soberanía.

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El evento, cargado de simbolismo, fue acompañado por una élite de líderes internacionales aliados de Pekín, entre ellos Vladimir Putin (Rusia), Kim Jong-un (Corea del Norte), y representantes de Irán, Pakistán y otros Estados no alineados con Occidente.

Desde la emblemática tribuna de la Puerta de Tiananmén, bajo el retrato de Mao Zedong, Xi aseguró que “la nación china es una gran nación que no teme a ninguna tiranía y se mantiene firme sobre sus propios pies”.

Trazando un paralelismo entre los sacrificios durante la Segunda Guerra Mundial y los desafíos actuales, el mandatario advirtió que el país se enfrenta a una nueva elección fatídica entre la paz y la guerra, y reafirmó que China se pondrá del lado del progreso.

“Cuando en el pasado se enfrentó a una lucha a vida o muerte entre la justicia y el mal, la luz y la oscuridad, el progreso y la reacción, el pueblo chino se unió en el odio al enemigo y se alzó en resistencia”, dijo.

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El desfile, con 80 disparos de cañón, más de 80.000 palomas y globos liberados, y cientos de unidades armadas, fue el punto culminante de una campaña del Partido Comunista para resaltar el rol de China en la victoria sobre Japón y avivar el orgullo nacional. Xi, vestido con un traje estilo Mao, pasó revista a las tropas desde una limusina ‘Bandera Roja’, en un gesto que evocó el legado revolucionario del país y gritó, “saludos, camaradas” y “¡Camaradas, están trabajando duro!”.

Reacciones y tensiones

La presencia de Putin y Kim Jong-un, en un momento clave del conflicto en Ucrania y las tensiones con Taiwán, fue vista como una muestra del alineamiento de China con potencias que cuestionan el orden internacional liderado por EE.UU.. Ambos países han reivindicado su papel en la Segunda Guerra Mundial como una base para demandar mayor protagonismo global.

“Tanto para Xi como para Putin, la victoria fue costosa, pero incompleta. Creen que las ‘fuerzas hegemónicas’ aún quieren imponerles un modelo extranjero y bloquear el lugar que les corresponde en el mundo”, dijo Joseph Torigian, profesor asociado de la American University.

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Desde Washington, el expresidente Donald Trump criticó el evento y acusó a Xi de omitir el apoyo militar que Estados Unidos dio a China durante la guerra. En una publicación en Truth Social, escribió que la “gran pregunta” era si Xi “mencionaría la enorme cantidad de apoyo y ‘sangre’ que los Estados Unidos de América dieron a China para ayudarla a asegurar su LIBERTAD frente a un invasor extranjero muy poco amistoso”.

Trump añadió: “Por favor, saluda cordialmente a Vladimir Putin y a Kim Jong Un, mientras conspiran contra los Estados Unidos de América”.

Seguridad total en Pekín

El despliegue militar fue acompañado por un fuerte dispositivo de seguridad. Se cerraron calles, se desplegaron miles de agentes y se pidió a los residentes que evitaran aglomeraciones. Los periodistas fueron convocados desde las 3:00 a. m. para someterse a inspecciones antes de ingresar a la plaza.

Voluntarios con brazaletes rojos vigilaron cada rincón de la capital, y en los barrios tradicionales se colocaron banderas chinas y mensajes que llamaban a ver el desfile desde casa y evitar cualquier comportamiento que “arruinara” la ocasión.