Cuando regresó a Washington diagnosticado de cáncer cerebral fue recibido como un héroe, sobre todo por Donald Trump, pero John McCain sigue siendo la espina eterna del presidente republicano, y ha salvado Obamacare votando con los demócratas.
A última hora de la noche del jueves, cuando la Cámara alta del Congreso estaba a punto de votar una 'derogación de mínimas' de la reforma sanitaria de Obama, el vicepresidente Mike Pence, también presidente del Senado, se reunió durante diez minutos con el octogenario para intentar hacerle cambiar de opinión por última vez.
Esfuerzo inútil. A las 01H29 de la mañana, McCain se adelantó y tendió la mano. Tras haber hecho durar el suspense un instante, como un emperador romano que ostenta el poder de salvar la vida de un gladiador en la arena, la sentencia cayó: el pulgar señaló hacia abajo: 'No'.
Algunos demócratas aplaudieron al excandidato presidencial de 2008, que llegó hace dos días a Washington con una cicatriz sobre su ojo izquierdo, señal de la operación quirúrgica que padeció hace pocos días.
Los republicanos controlan las dos cámaras del Congreso pero solo cuentan con 52 escaños de 100 en el Senado, por lo que cada voto contaba, y sobre todo el del emblemático senador republicano de Arizona (suroeste). El presidente Trump era consciente de ésto.
Muchos analistas han visto en este gesto una nueva provocación contra Trump, del que McCain nunca fue un gran partidario, especialmente después de que en 2015 el presidente cuestionara públicamente su honor en la guerra de Vietnam, donde McCain fue hecho prisionero.
'No me gusta la gente que se hace capturar', había declarado el magnate.
Estimando que había cumplido con su deber, el senador regresó este viernes a su estado de Arizona para reanudar a partir del lunes su tratamiento contra el cáncer, y con la firme intención de regresar a Washington tras las vacaciones parlamentarias estivales.





















