El Heraldo
Hilario Vergara, en su canoa, cargada de tarulla, por el caño los Tramposos. Andrés Rodríguez
Barranquilla

El rebusque en torno a la Plaza y edificio de la Intendencia Fluvial

Historias de gente que vive de limpiar el caño los Tramposos, de la pesca o de la venta de comidas en los alrededores de este espacio, que fue recuperado en 2014 por el Distrito.

Hilario Vergara Vides empuña en la mano izquierda un palo de unos tres metros de largo. Lo estira y zambulle una de las puntas de la vara en el agua para darse equilibrio mientras se agacha. Con la mano derecha, saca unos pedazos de tarulla de entre el turbio y fétido caño los Tramposos, junto a la Intendencia Fluvial, en el Centro de Barranquilla.

Pisando el arrume de maleza que tiene en la canoa que utiliza para trabajar, este hombre de 34 años cuenta que lleva un mes ganándose la vida mediante la limpieza de este sitio, que es epicentro del turismo en la ciudad. Por cumplir con esta tarea, entre 7 de la mañana y 4 de la tarde, – asegura – la Alcaldía Distrital le paga 35.000 pesos diarios, algo que considera “mejor” que lo que hacía antes, vender verduras en el Mercado, algo “que ya no estaba dejando ni pa’ la comida”.

Es un equipo de ocho personas, vinculadas a través de la Fundación Social Unipez, el que, desde comienzo de año, trabaja en la limpieza de este canal y sus alrededores, espacio que forma parte del entorno del edificio de la Intendencia Fluvial, cuya recuperación, tras seis años de abandono, finalizó en octubre de 2014, con una inversión de $1.800 millones. 

Vergara está equipado con botas de caucho, gorra, una pala, un rastrillo, tapabocas, un par de guantes en cada mano y la experiencia de haber sido pescador durante varios años en su natal Magangué, Bolívar. Él afirma que sus años de trabajo acumulados le facilitan extraer tanta tarulla, y basura, del agua que consigue llenar hasta 20 veces su canoa en un día. Sin embargo, Hilario confiesa que no lo podría soportar sin una ayuda extra: “un poco de mentol en la nariz para no sentir tanto” el olor a pescado podrido del caño los Tramposos, uno de los cinco del sistema de canales del Centro de esta capital. El retiro de esta planta acuática es ordenado por la Alcaldía para impedir que el agua de estos canales, que desemboca en el río Magdalena, se estanque.

Las recientes administraciones del Distrito han trabajado en acciones para mejorar este entorno que, junto a la renovada Intendencia, incluye la Plaza Grande del Río de la Magdalena, un área de 6.850 metros cuadrados, que fue construida con una inversión de 3.500 millones de pesos. Desde su inauguración, cerca de 500.000 personas han visitado este espacio público, de acuerdo con cálculos de la Secretaría Distrital de Cultura, Patrimonio y Turismo.

Pero el trabajo de Hilario no solo busca mejorar el flujo del caño, también contribuye a que los pescadores, que tradicionalmente han salido desde este sector hacia el Magdalena a realizar su faena, tengan una mejor movilidad. Libardo Mejía es uno de ellos. Este lunes llegó a las 7:20 a.m. al “muelle” junto al antiguo edificio, tres horas después de lo acostumbrado.

Mejía está de pie, sobre su bote de fibra de vidrio, que se encuentra estacionado en medio de 10 más. En la mano sostiene un cuchillo; con él le da forma a un pedazo de icopor que le servirá para reparar una cava, que espera llenar con unos 200 pescados cuando zarpe nuevamente al Magdalena o al mar Caribe, cosa que no sería en esta ocasión, pues solo estaba preparando sus equipamientos. Libardo tiene 44 años y se dedica a este oficio desde los 14, “es lo que mejor sé hacer”, dice, al tiempo que termina de armar el viejo recipiente.

El andén del puente sobre los Tramposos, a unos metros de la Intendencia, es la ‘plaza de ventas’ para estos pescadores, aunque Libardo sostiene que han visto mermada sus ganancias, en los últimos meses, por cuenta de los bajos niveles del río, azotado por el fenómeno de El Niño que afecta al país. “No llegamos ni a la mitad de lo que nos hacíamos antes”, se lamenta el pescador, quien considera que los vendedores de comidas del Cabrito Express y de licores de La Islita, espacios de comercio integrados a la Plaza Grande del Río, son a los que “mejor les ha ido” desde la recuperación de este sector de la ciudad.

María del Carmen Gómez trabaja el restaurante Boca Grande, uno de los seis que ofrecen el popular bocachico en cabrito, apetecido por muchos de sus clientes. “Ya llevamos más de un año en este sitio y siempre llega bastante visitante, algunos son extranjeros, otros de la ciudad”, expresa, al tiempo que saca las mesas y sillas del local. “Un fin de semana uno puede vender entre $700.000 y un millón, eso varía”, agrega.

Hilario, Libardo y María son algunos de los que viven del rebusque que se gesta en un espacio como la Intendencia y su Plaza. Antes, se encontraban en medio de la total informalidad, en zonas aledañas de este sitio, otrora cuna de delincuencia. Ahora, encontraron su oportunidad con el renacer del viejo edificio.

Segunda transmisión
Tras la primera emisión de la alianza informativa de EL HERALDO y RCN Televisión, en la Intendencia Fluvial, el turno es para el edificio Casa Vargas, la librería más grande del Caribe colombiano, desde las 7:00 de la mañana. Participan Andrea Jiménez, de esta casa periodística, y Jéssica De la Peña, del canal de televisión.

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