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La década de los años 60 representó para los jóvenes de América Latina un momento y una oportunidad para expresarse en los diversos planos del alma colectiva, una coyuntura de creatividad y cambio en las ideas, que se expresó en todos los terrenos y en particular en la actitud de la juventud hacia la música y la literatura. Se presentó precisamente lo que llamaba Luis Hars, un 'cambio de piel' en el arte latinoamericano y del caribe.

En la música antillana y nuevayorkina, ese cambio fue protagonizado, entre otros músicos, por la orquesta de Ricardo Ray y Bobby Cruz, creada hace 55 años por Ricardo Maldonado Morales, que había nacido el 15 de febrero de 1945 en Brooklyn, Nueva York, y era hijo de padres puertorriqueños. Su progenitor, Pacífico Maldonado, intérprete de la guitarra, fue quien al conocer la inclinación de sus hijos Ricardo y Raymundo por la música quiso que fueran profesionales de conservatorio e influyó, no sin severidad, en su formación musical; fue así como el primero se convirtió en pianista excelso y Raymond en trompetista virtuoso y audaz. Se iniciaron en el Conservatorio de Música de Brooklyn, la famosa High School of Performing Arts, y después en la Juilliard School of Music. Esta experiencia sirvió para desarrollar y perfeccionar su educación musical, conformando la banda de Richie y Ray.

Los hermanos Maldonado pertenecían a la tercera generación de jóvenes de origen latino y caribeño, nacidos o radicados en la Gran Manzana, quienes habían crecido en contacto con la música anglo, representada por el soul, el rock y el jazz, lo que les propició la generación de nuevas ideas que tomaron forma en innovadores ritmos mixtos, aunque mantuvieron un formato libre de sonora con gran expresividad instrumental.

El otro miembro de la agrupación, que aporta no solo su voz privilegiada sino su creatividad literaria para combinarla con las ideas musicales de Ricardo y Raymundo es Roberto Cruz Feliciano (Bobby Cruz), nacido en Hormigueros, Puerto Rico, quien luego de vivir su niñez en la isla decidió residir en la ciudad de los rascacielos, donde se encuentra con Richie, quien en su compañía establece la orquesta en 1964, inicialmente con la vocalización de Chivirico Dávila, que fue un maestro para Bobby.

La orquesta desde su origen estuvo ligada a las preferencias de la juventud en Estados Unidos y por supuesto en el Caribe, cuya herencia musical aspiraba a transformaciones de sus ritmos, sus melodías e incluso la lírica de sus producciones musicales. Cuba había aportado innovaciones como el mambo, la pachanga y el chachachá; Puerto Rico vinculó el calipso, la bomba y la plena; Dominicana modernizó con saxos y trompetas el merengue raizal; y el Caribe colombiano tuvo en Pacho Galán la vena creativa del merecumbé y el chiquichá, que conjuntamente con Ma macumba de Zumaqué y el jalaíto de los Hermanos Martelo, que revolucionaron las salas de bailes, no obstante las agrupaciones no dejaban de ser jazz band, de una estructura similar a las orquestas triunfadoras de Nueva York: Machito, Curvelo, Tito Rodríguez y Tito Puente. Sin embargo, Ricardo, apoyado en una banda de solo siete músicos geniales, se atrevió a desafiar a las grandes orquestas que mandaban en la noche de Nueva York.

Antes de conformar la orquesta que los llevaría a la fama universal, Bobby Cruz había conformado a comienzos de los 60 un grupo que hacia 1963 se convierte en Bobby Cruz y su combo, en el cual él tocaba la guitarra y Richie el bajo. En esta fase nacieron dos trabajos para el sello Fonseca en 45 RPM: El Matón, que vocalizó Carlos Arroyo y Tony García, tema que se inspiraba en el Watusi de Ray Barreto y el Mambo Tata, que se conoció y bailó en Barranquilla, fue interpretado por Máximo Toro.

Barranquilla: Yo te traigo mi rico Boogaloo.

La orquesta de Ricardo Ray que disfrutó Barranquilla en 1968 mostró que su música era una feliz concurrencia de armonía, vitalidad y calidad que complació a un pueblo exigente por cuya Puerta de Oro no pasan ni triunfan todos los músicos. La gran aceptación de Ricardo Ray en la ciudad se afianzó en que en cada instrumento descollaba una estrella de primera línea: además de Richie y Bobby concurrieron a aquellos carnavales Pedro Rafael Chaparro y el ‘Indio Cherokee’, Doc Adolphus Cheatham, en las trompetas, Russell Skee Farnsworth, en el bajo, Jackie Dillomis, El Conde, en la tumbadora, José Cándido Rodríguez, en los timbales y Harry Rodríguez, tocaba el bongó.

Ricardo y Bobby llegaron con toda la divulgación y el reconocimiento a su calidad que ya había demostrado en las verbenas, cantinas y regocijos populares. Su arribo a la urbe vestida de fiesta fue un acontecimiento registrado profusamente en la prensa de entonces, puesto que el pianista de Brooklyn no solo eligió a Barranquilla para ingresar a Colombia, sino que le dedicó un tema que hablaba de la sabrosura de la ciudad. El empresario Fuad Saade, propietario del restaurante El Manara, conocedor del furor que había despertado en la ciudad el conjunto nuevayorkino, no dudó en invitarlo a la ciudad con el auspicio de Pepsi–Cola.

Los jóvenes músicos invitaban a la renovación de la música bailable que presentaba vestida de Jala jala y Boogaloo, pero que después se habría de denominar salsa. Desde aquellos carnavales de febrero de 1968, el romance entre el pianista virtuoso y Barranquilla no ha cesado, puesto que desde esta ciudad el éxito de Ricardo Ray se proyectó a otras ciudades como Cali, Manizales y Bogotá.

Los primeros que acogieron la propuesta de Ricardo y Bobby, fueron los jóvenes entre 16 y 18 años, (que hoy tienen más de setenta), pero poco a poco Ricardo recibe el afecto de los veteranos y hacia los años 80 es reclamado por el pueblo entero, que acepta incluso su conversión y su nueva algazara pentecostal, aunque evoca la gloria de sus primeros larga duración.

Ricardo debutó con el larga duración Ricardo Ray Arrives-Comején. El álbum incluía temas como Mambo Jazz, Comején, Viva Richie Ray, El Mulato, Suavito, Pa' Chismoso Tú y el bolero-cha Si Te contara, los cuales se convirtieron en éxitos en Barranquilla. Hay que destacar en el Mambo Jazz un diálogo de altísima calidad entre piano, trompeta y percusión, donde se destaca Ray Maldonado y Richie. De otra parte, es preciso valorar en este trabajo el número Seis lindas cubanas, original de José Herrera Mesa, de la orquesta Melodías del 40, al cual Ricardo le hace una presentación dinámica para sus contemporáneos, muy bien acogida para los barranquilleros que conocían y bailaban la música de la Mayor de las Antillas.

No obstante, fue a partir del L. P. Richies Jala jala, donde un piano percutivo e hiriente indica la irrupción del nuevo sonido y en el cual para colmo de nuestro narcisismo y felicidad caribe, se menciona a una Colombia y una Barranquilla idílica a la cual el ídolo canta con emoción. Hay que advertir que el Colombia's boogalloo, era el resultado de una versión libre del viejo tema de Benny Moré, Palma Soriano. Se destacan aquí además de las mencionadas, exaltadas canciones de la santería como Cabo E y Lo altare lo araché. Comentario aparte requiere Bomba cámara, que se convirtió en un himno para los barranquilleros que en ese carnaval de 1968, titularon a uno de sus bailes, ‘Una Noche en Bomba camará’.

Por eso aquí aventuramos la tesis que la salsa solo es resultado de un proceso de fusión rítmica y cultural que pasa, entre otros protagonistas del nuevo sonido, originado en variaciones del son cubano, pasa por el eje principalísimo de Ricardo Ray. Por esto no nos sorprende el posterior abandono del rótulo del Boogaloo y la adopción del contexto más amplio de salsa que homogeniza todas estas búsquedas, que tuvieron su punto cenital y encumbrado en el pianista de Brooklyn, donde Jala jala y el Boogalloo fueron solo momentos en su carrera ascendente. Otros temas acogidos con entusiasmo por los barranquilleros fueron El diferente, Pancho Cristal, Iqui con iqui, y el ostentoso duelo de cantante e instrumento en Mr. Trumpet Man, por la calidad de sus intérpretes.

La espiritualidad.

Una constante en la música del dúo dinámico de la salsa ha sido su espiritualidad omnipresente. Se advierte desde sus trabajos iniciales un océano de religiosidad santera muy explicable en la búsqueda y la investigación de las raíces afrocubanas de la música y los ancestros: Temas como Lo Atare lo Arache, Yo soy Babalú, Agallú Solar, Agúzate, línea que proseguirá en el L.P. Viva Ricardo donde suelen descollar trabajos como Baba Coroco, que exhibe la vocalización de Ricardo.

Después vendría una inmersión total en la salsa, que marcaría el epílogo de su residencia en Nueva York, como Traigo de todo, Vive feliz y Guaguancó raro, que marcan un punto alto dentro de las preferencias de los frenéticos verbeneros de Barranquilla que memorizaban las notas del ‘Embajador del Piano’, para danzar al compás del instrumento y la percusión, atentos al impulso de las trompetas o de la sobrada interpretación de Bobby Cruz.

También hay que señalar que buscando sus más ancestrales raíces y presionados a salir de Nueva York por algunos empresarios de dudosa conducta, que se habían tomado el ambiente, Bobby y Richie deben marchar a Puerto Rico, encontrándose en la Isla del Encanto con un manantial de tradiciones. Allí inauguran una nueva agrupación orquestal, también con excelentes músicos donde descollaban Mañenque Hidalgo, en las congas, Charlie Cotto el Pirata en los timbales, Manolito González en los bongós, los hermanos Ismael Cocolía y Maelo Rodríguez en las trompetas, Polito Huertas en el bajo y una hermosa mujer, Miki Vimari, en la vocalización al lado de Bobby Cruz. Época contradictoria y rica en la que emergen temas religiosos de orden europeo como San José, Sinfonía 29 de Mozart y Kyrie Eleison.

Hay que destacar la cúspide musical a la que arriba la orquesta en El bestial sonido, donde a más de este tema consagratorio, por la impecable entrada con brillantes notas musicales que evocan a Stravinski, Ricardo asume la interpretación del Canto Revolucionario de Fréderic Chopin, un Estudio en Do Menor (Opus 10 NQ 12), y logran cristalizar, la complejidad de la salsa, buscada ansiosamente por Ricardo quien desde su universo latino, desafía con solvencia las más exigentes partituras europeas. Otro trabajo de trascendencia en su retorno a Puerto Rico sería el trabajo Ricardo Ray y Bobby Cruz, 1975, donde se advierte el fuerte acento que cobra la presencia de Johan Sebastián Bach, en el tema Juan Sebastián Fuga adaptación del Preludio en fuga, y su impronta reaparece en los arreglos de trompeta, que tienen la sombra de la magnificencia de los conciertos de Brandemburgo de 1771.

Después vendrían elepés mixtos donde se entrecruza lo religioso con lo profano, es el caso de Jammin´Live donde aparece Zafra, estupenda crítica histórico social a la plantación y Let It Be, adaptación del tema de los Beatles a una letra religiosa de Bobby y Richie.

El balance del Décimo aniversario no deja de ser significativo al resaltar los valores espirituales al adaptar el tema de Palito Ortega, Le llaman Jesús. No obstante, nos ofrecen un soberbio acopio de cubanidad con el Yambú y de autenticidad borinqueña con Mi Bandera. A esta altura, estamos ad portas del viraje definitivo hacia el cristianismo en 1977, en el L.P. Reconstrucción, a partir del cual, cambia completamente el discurso pagano acogido por los díscolos seguidores de la salsa, para adoptar textos bíblicos, una muestra es la adopción de La Parábola del hijo pródigo, que da pie al éxito continental Juan en la ciudad, que le significó a Ricardo su noveno disco de oro en 1980. Barranquilla aceptó la conversión de Ricardo y Bobby y aun cuando prefiere los temas de su fase mundana, acepta de muy buen grado canciones de contenido religioso siempre y cuando conserven la calidad y sabrosura, es el caso de Soy tan Feliz, que al lado de Sonido bestial o Bomba cámara, que hoy, 50 años después de la llegada de Richie y Bobby, baila con placer la actual juventud barranquillera como si fuera febrero de 1968.