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La pobreza monetaria sigue siendo uno de los grandes desafíos del país y del Caribe colombiano. Aunque en los últimos años se ha registrado una reducción nacional de este fenómeno, las brechas persisten y se acentúan en ciertos territorios.

En Colombia, una de cada tres personas vive con ingresos por debajo de lo necesario para cubrir una canasta básica, y una parte significativa de esa población se encuentra en las ciudades de la región Caribe (11 %).

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En 2024, cerca de 1,8 millones de personas vivían en situación de pobreza en las principales urbes de la región. Barranquilla y su área metropolitana registraron la tasa de pobreza más baja dentro del territorio, cercana al 30 %.

En contraste, otras ciudades como Riohacha presentan niveles alarmantes, alrededor del 50 %, lo que refleja una marcada heterogeneidad al interior del territorio. Estas diferencias no son exclusivas del Caribe, pues también se evidencian en otras regiones del país.

El HeraldoBrecha de pobreza por regiones, ciudades con tasas máximas y mínimas, 2024.

En la Pacífica, la brecha alcanza su punto más alto, con más de 35 puntos porcentuales entre Cali A.M. (24 %) y Quibdó (60 %). Le sigue la región Central, con una disparidad que se ubica en 26,6 p.p. entre Manizales A.M. y Florencia. En contraste, la región Oriental presenta un panorama mucho más homo géneo, con apenas 9 p.p. de diferencia entre Villavicencio y Cúcuta A.M.

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Más allá de las cifras, la pobreza en la región Caribe tiene rostro: es mayoritariamente femenina (53 %) y golpea con especial fuerza a las nuevas generaciones.

El HeraldoPirámide poblacional de pobres, ciudades de la región Caribe, 2024.

La mayoría de la población pobre es joven, lo que evidencia un patrón de vulnerabilidad que amenaza con perpetuar ciclos de exclusión. Sin embargo, esta misma juventud representa una ventana estratégica de oportunidad si se gestiona como un bono demográfico para el desarrollo.

El panorama se complejiza aún más con la transición demográfica que vive la región. Por un lado, está la necesidad urgente de invertir en niñez y juventud para romper la reproducción de la pobreza; por el otro, el envejecimiento poblacional comienza a presionar los sistemas de salud y pensiones.

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En este sentido, las ciudades del Caribe se encuentran en un punto intermedio: ni tan jóvenes como los territorios más rezagados del país, ni tan envejecidas como los más desarrollados. Una coyuntura que exige iniciativas públicas de doble vía, capaces de atender simultáneamente los retos de la juventud y de los adultos mayores.

A este escenario se suma un dato preocupante: además de quienes hoy son pobres, existe un alto porcentaje de población en situación de vulnerabilidad. Es decir, personas que, aunque no clasifican como pobres, podrían caer en esa condición ante cualquier choque económico, como una nueva pandemia. En la región Caribe, más del 60 % de la población se encuentra entre la pobreza y la vulnerabilidad, lo que revela una estructura social frágil y altamente expuesta.

Superar estas barreras requiere acciones decididas y focalizadas. Algunas acciones estratégicas que planteamos desde Fundesarrollo.

Articulación efectiva entre gobiernos y actores locales

Para garantizar que las intervenciones lleguen a quienes más lo necesitan, es clave fortalecer los sistemas de información y la coordinación entre los distintos niveles de gobierno y los actores locales. Evitar duplicidades y potenciar sinergias permite que los recursos tengan un impacto real y medible.

Programas de empleabilidad inclusiva para mujeres

Diseñar programas que reconozcan las barreras estructurales de las mujeres en pobreza, incluyendo la carga de las actividades de cuidado. Esto puede lograrse mediante formación en habilidades digitales, horarios laborales flexibles y la generación de incentivos de contratación para empresas privadas.

Políticas integrales para infancia y juventud

Invertir en infancia y juventud es invertir en el futuro. Esto implica garantizar educación de calidad, salud, nutrición y oportunidades laborales formales para jóvenes en edad de trabajar. Modelos exitosos combinan educación técnica, mentorías y apoyo psicosocial.

Estrategia dual: juventud y adultos mayores

Romper el ciclo de la pobreza requiere mirar al presente y al futuro simultáneamente. Invertir en la juventud mientras se preparan políticas para una población que envejece puede convertirse en un motor de desarrollo sostenible. Programas de ahorro previsional, emprendimiento intergeneracional y capacitación continua son ejemplos de soluciones innovadoras con impacto social.