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En video | “Quedé nuevecito”: Gabriel Berdugo

‘El Capi’ se recupera rápidamente en su casa después de sufrir un infarto el pasado 20 de diciembre y permanecer hospitalizado durante 13 días.

Apareció sonriente y saludando con emoción, de pantalón blanco, zapatos sin medias y una camisa hawaiana que todavía no termina de abotonar. “Adelante, siéntense”, dice amable, en la puerta de su casa, a los periodistas de EL HERALDO, con el agudo y peculiar tono de voz que servía para capitanear a Junior y reclamar los premios de los jugadores rojiblancos que resultaron campeones en 1977 y 1980. 

Su voz está intacta. También su memoria, su vitalidad, su entusiasmo. Gabriel Berdugo se vuelve a ver como un roble a sus 70 años de edad. No parece que el pasado 20 de diciembre hubiese sufrido un paro cardiorrespiratorio que puso su vida a pender de un hilo, en plena cancha del estadio Romelio Martínez, durante la disputa del tradicional Juego de las Estrellas, que organiza el periodista Hugo Urruchurto.

“¡Estuvo muerto unos segundos!”, exclama su esposa Rosa Peña, ya con la tranquilidad y satisfacción de que solo es un recuerdo anecdótico aquella escena en la que un familiar que estaba en el campo, creyó lo peor, se volteó a la tribuna y le decía a ella claramente: “Se murió”.

Afortunadamente le sobraban ángeles a Berdugo para evitar un desenlace fatal. Los galenos Robert Borrero, Jorge Rodríguez, Óscar Ahumada, Fernando Fiorillo, dos paramédicos de AMI y una doctora que estaba en la gradería del Romelio como aficionada, de la cual desconoce el nombre (“me encantaría darle las gracias”), unieron fuerzas, lo reanimaron en el momento oportuno y lograron salvarle la vida.  

Después de un cateterismo, una operación a corazón abierto, la colocación de cinco stents en sus arterias, ocho días en la Unidad de Cuidados Intensivos de la Clínica General del Norte, cinco más en una habitación y varias fechas de quietud en su casa, Berdugo está terminando de recuperarse para volver a jugar lo que considera la esencia de su vida, el fútbol. 

El eterno líder tiburón y futbolista con más partidos jugados en la historia del balompié colombiano, sigue vivito y contando. Contando el cuento. Ayer se lo relató a EL HERALDO de ‘pe a pa’.

P.

Ganó su partido más difícil…

R.

 Dios me dio una segunda oportunidad en la vida (alza las manos al cielo) y me mandó todos los ángeles para que me ayudaran mucho. Los médicos estaban presentes, mis compañ…

En la primera respuesta de la entrevista, desahogó un agradecimiento a Diosy no pudo evitar el llanto. La emoción le ganó, sus palabras se entrecortaron y se asomaron las lágrimas. Se tomó un par de minutos, tomó aire y continuó el diálogo

P.

¿Qué recuerda de ese episodio en el Romelio?

R.

Los momentos más difíciles fueron cuando el Señor me dio la oportunidad de vivir de nuevo. Eso fue en el primer tiempo, a los 35 minutos, cuando iba a disputar una pelota con el muchacho Molina y, de repente, me dio el yeyo. Yo no sentí dolor en absoluto. Me caí en el suelo. Yo  tenía a mi nieto viendo el partido en la tribuna junto a mi yerno, que es médico, mi cuñado, mi familia que toda estaba viendo el partido. Cuando ellos me vieron que caí al suelo, mi yerno me dio auxilio. Mi cuñado me mandó a sacar la lengua, y la saqué. Después me dio un par de cachetadas. Lo mejor fue la organización que hizo Urruchurto de llevar ambulancias de AMI. Me atendieron rápido y tenían los aparatos para ponerle a uno en el pecho. El equipo médico estaba completo. El Señor me mandó todo, de lo contrario estuviera en el hueco.

P.

Si le pasa lo mismo en una cancha abierta, en las que no suelen haber ambulancias, la historia habría sido distinta…

R.

 Mi problema es genético, muchos de mi familia han muerto por obstrucción de las coronarias. A mí me pasó lo que me pasó, por tanto comer, sinceramente. En esa semana comí mucho, me pasé ‘de piña’. Yo nunca almuerzo antes de un partido, pero ese día, antes del Juego de las Estrellas, me comí una mojarra a las 11 a.m. y el partido era a las 4. Yo me sentía pesado. En el estadio no me dio dolor ni nada. Los médicos me dijeron que en cualquier momento me iba a pasar, en uno, dos o tres días. Gracias a Dios que no fue en la cancha de San José ni en la de Nueva Granada. Las arterias estaban llenitas de grasa, no cabía absolutamente nada.

P.

¿Usted recuerda que la afición coreó su nombre luego de que sufrió el infarto?

R.

Sí, yo recuerdo que duré diez minutos medio desmayado. En el momento yo sentía que me agarraban y me cogían el brazo. Sentí cuando me ponían los aparatos para la respiración. Me levantaron, yo estaba mareado, para llevarme a la clínica. Yo le decía a la gente que estaba bien, pero me mandaban a sentar.

Así lucía Gabriel Berdugo antes de sufrir el infarto.
P.

En situaciones similares muchos dicen que ven una luz, que esto, que lo otro. ¿Qué vivió usted?

R.

No, absolutamente nada. A mí me recuperaron e iba en la camilla tranquilamente con una fe tremenda. Cuando llegué a la clínica fue cuando yo sentí que me iban a hacer algo, que la vaina era grave. Me hicieron el cateterismo y salí excelente. Nunca me había pasado nada. No soy hipertenso, no sufro de diabetes, no fumo, los pulmones los tengo limpios. Me pasó esto del colesterol, pero constantemente me hacía chequeos. Me sentía bien. Voy a hablar con mis amigos, con el alcalde Alejandro Char y con los comités de fútbol de los barrios, debemos tener ambulancias en las canchas. Lo que me pasó le ha pasado a otros y han quedado listos, muertos. En San José se han muero tres porque no tenemos la medidas de emergencia necesarias para atender a la gente.

P.

Los jugadores veteranos también se deberían hacer chequeos médicos para reducir los riesgos…

R.

Hay gente veterana que juega los campeonatos y abusan. Van a jugar después de una borrachera. Eso es perjudicial. Yo les digo a mis compañeros que no tomen si les toca jugar al día siguiente. Emborracharse e ir a jugar enguayabado con ese sol, es duro. Fuera de eso no entrenan. Yo entrenaba durante la semana. Ahora estoy inactivo, pero la felicidad mía es jugar todos los domingos porque es lo que me relaja.

P.

¿Es cierto que al llegar a la clínica preguntó cuánto quedó el partido?

R.

Sí. Me dijeron que habían suspendido el partido. Lloré porque no sabía que la gente me quiere tanto. Recibí muchas llamadas de compañeros de aquí, Sudamérica, de Europa. Eso quiere decir que soy una persona humilde. Comprendí que la gente me quiere.

P.

¿Puede volver a jugar?

R.

Sí. La recuperación es el éxito total de uno. Si yo me descuido, duro tres años o cinco años sin jugar, pero si yo manejo mis medicamentos, buena terapia, una vida sana y me mantengo con los ejercicios,  duro 15 años más jugando.

P.

¿No ve la hora de volver a jugar?

R.

Sí. Yo mismo me he sorprendido porque me he recuperado muy rápido. A los cinco días estaba caminando en la clínica. El doctor Ariza me vio caminando y me preguntó: ¿Qué haces? Y yo le respondí que todo bien, que no se preocupara. Yo empecé a hacer tranquilamente los ejercicios.

P.

Ahora tiene que bajarle a la mojarra frita y a las empanadas…

R.

(Risas)… Sí. Ahora hay que bajarle a esas cosas. Ya ni las orejitas de cerdo que me comía en la cancha de San José. La panza y la morcilla, ya todo eso se acabó. Ahora todo es más fino: salmón, buena fruta, buena verdura. Uno se vuelve más fino (risas).

P.

A la cantidad de partidos también tiene que bajarle

R.

Ahora tiene que ser recreativo, hay que cogerla con calma.

P.

¿Contempló el retiro del fútbol?

R.

Yo no puedo dejar el fútbol porque es mi vida. Si yo estoy en condiciones de seguir jugando al fútbol, lo juego. Yo he visto amigos que los operaron de corazón abierto y están jugando. Lo importante es recuperarse bien. Cuando no esté bien, me salgo. Juego media hora o 20 minutos, esa es la idea.  Voy a seguir jugando hasta que siga con buenas condiciones. Ya estoy nuevecito. Ahora estoy mejor, me sacaron los pistones y ahora todo es una maravilla. Estoy feliz.

P.

Me imagino que ya les ha dado las gracias a los médicos que lo atendieron…

R.

Sí, claro. El domingo hablé con el doctor Borrero, de AMI, y le agradecí porque me salvó la vida. Ese día él estaba en la tribuna como un aficionado, no estaba trabajando, y se bajó y me atendió. Me mostró las fotos de cuando estaba tirado y se me salieron las lágrimas. Me mostró cuando la ambulancia se iba y la gente coreaba mi nombre. Todo eso me hizo llorar. Agradezco a todos los que me ayudaron en el estadio y en la clínica. Me atendieron muy bien. Hay una doctora que también salió de la tribuna y me ayudó, no sabemos el nombre. Ojalá la pueda conocer.

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