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Simone Inzaghi y Luis Enrique, técnicos del Inter y del PSG, respectivamente, lograron conducir a estos clubes a la final de la ‘Champions’. Ambos construyeron equipos, alcanzaron la nada fácil meta de poner de acuerdo 11 voluntades, que el interés grupal primara sobre las naturales pretensiones particulares. Complementaron armoniosamente características disímiles. Se esforzaron para evitar las dependencias individuales excesivas. Y que el nosotros le ganara al yo.

Los dos cuentan con futbolistas de primer nivel, de alta calidad técnica, comprensión táctica del juego, consistencia física y un gran compromiso para atacar y defender, pero ninguno de ellos ‘Balón de Oro’ y tal vez ninguno el mejor jugador de su selección nacional.

En estos finalistas, el jugador camina con seguridad porque el funcionamiento colectivo le da una ruta confiable. Le da libertad para exponer sus virtudes porque le ayuda a cumplir sus responsabilidades. Tienen un modelo de juego que generalmente imponen. El del Inter un poco más directo, con más defensores y más repliegues; el del PSG un poco más elaborado y con una mayor inspiración y desequilibrio en sus delanteros. Inter con cinco defensas y laterales como extremos; PSG con cuatro defensas y delanteros como extremos. Inter con delanteros cerca del área; PSG con delanteros que llegan al área. Ambos con la intensidad y la participación constante de todos en las dos fases del juego que exige el fútbol de alta competencia. Ambos con la capacidad de saber adaptarse a las distintas situaciones que los partidos van planteando.

Son los finalistas de la Champions y si me preguntaran si tengo un favorito respondería que no, pero también que mi gusto futbolístico está mejor representado en el juego del PSG.