Tú me crees de piedra
Y soy arcilla blanda
¡Modélame a tu antojo!
¡Escóndeme en tu alma!
Estos versos se publicaron por primera en 1937, en la revista cubana Vanidades, junto a otros versos más. Los firmaba una tal Meira Delmar, una poetisa emergente de apenas 15 años de edad que residía en la ciudad de Barranquilla. El asombro de los lectores de la época fue total, deseaban saber a toda costa quién era la misteriosa escritora.
Ella y el mar
1
-¿Hace falta mucho para llegar, cochero?
-No madame, ya estamos muy cerca.
-Es cierto, puedo sentirlo, la brisa marina, el perfume…
2
-¿Estás lista, Meira?
-Sí, el sol está a punto de hundirse, las olas que un día trajeron mis pequeños pies hasta aquí, ahora retornan,
Y también; el oscuro beso, las perlas del collar.
¿Qué debo llevar en este liviano equipaje?
-Nada, Meira, nada.
Estos otros versos fueron escritos por el poeta barranquillero Sioux Vidal, y aparecieron en el periódico EL HERALDO como homenaje un año después de la muerte de la poetisa más importante de Colombia.
Bautizada como Olga Isabel Chams Eljach, pero identificada como Meira Delmar en el universo poético, fue la hija de Julián E. Chams e Isabel Eljach, un matrimonio de inmigrantes libaneses que atravesaron el océano y llegaron a la pujante Barranquilla de principios del siglo XX en busca de una nueva vida.
Olga fue la menor de tres hijos. Decir que la poesía llegó a ella como influencia de las lecturas que sus padres les infundían, en especial la obra de Yibrán Jalil Yibrán, sería decir poco o nada. Si bien la gran biblioteca de su padre fue un lugar de descubrimiento y estudio literario, seres como ella son irrepetibles; son, en pocas palabras, la poesía misma. A ella se entregó la escritora en cuerpo y alma, Meira fue instrumento de la poesía como lo fueron Sor Juana Inés, Juana de Ibarbourou, entre otras.
Meira realizó sus estudios de bachillerato en el Colegio Barranquilla para Señoritas y sus estudios superiores en la Escuela de Bellas Artes del Centro de Estudios Dante Alighieri de Roma, Italia. Cursó Música en el Conservatorio Pedro Biava de la Universidad del Atlántico e Historia del Arte y Literatura en el Centro Dante Alighieri de Roma. Años después sería nombrada como docente de estas áreas en la Universidad del Atlántico.
«El seudónimo Meira Delmar surgió cuando resolví mandar a la revista Vanidades esos cuatro poemas. Lo hice más que todo por temor a mi padre, pues él era una persona muy severa, y yo no quería que ni él, ni mis amigos supieran que era yo quien escribía. Tomé el nombre de Meira porque se me vino a la mente. Durante mucho tiempo creí que era un invento mío, pero después me enteré que Meira es un apellido muy común en Portugal. Delmar lo adopté por el mar» , declaró la poetisa al periodista costeño Fausto Pérez en el 2007, año en que celebró su natalicio número 85, los setenta años de la publicación de sus primeros poemas y los 65 años de su ópera prima titulada Alba de olvido. Año en que también Gabriel García Márquez hacía su sonada vuelta a La Cueva, y lo primero que hizo al pisar suelo barranquillero fue reunirse con la poetisa en su propia casa.
Ha de pasar la vida. Ha de llegar la muerte.
He de quedar tendida bajo la tierra, inerte,
insensible, callada, como estatua de cera
que al romperse en pedazos abandonada fuera.
Esto escribió Meira Delmar en su poema titulado Olvido, para fortuna de la literatura y sus lectores, ¡callada nunca!, si su poesía vive cada día más. Poesía que caló hondo en otras autoras de la época a quien Meira admiraba, y con las que tuvo una estrecha correspondencia. Esto decía la gran Juana De Ibarbourou a la poetisa barranquillera.
«En mi corazón su carta, del 43. En mis manos y gozo de la belleza, su libro Alba de olvido. Pocas veces se lo aseguro, se inicia un poeta con poemas de tal calidad. Han sido un deslumbrante asombro para mí. Su carta, llena de gracia inteligente, de simpatía, de juventud, me ha golpeado constantemente el recuerdo. Cuando me puse a leer su libro, la conquista fue rápida y plena. Acuérdese siempre de esta profecía: si no se deja copar por las cosas de la vida, si le es fiel a la poesía, será usted uno de los grandes valores líricos de su patria y de América. Tiene un extraordinario buen gusto, una potente seguridad, algo parecido a las líneas puras y seguras de la adolescente que ha de ser una mujer muy hermosa. Dios la guarde. Déjeme bendecirla como una grave hermana mayor, en esta Navidad».
En nada se equivocaba la escritora uruguaya en cuanto a sus percepciones sobre Meira y su obra. En efecto, con el transcurso del tiempo, ella se convertiría en una leyenda del arte poético en Colombia y Latinoamérica. Los comentaristas del trabajo de Meira –que van de Juan Ibarbouru a Germán Vargas o Fernando Charry Lara– coinciden en atribuirle a su obra, cualidades como: «el verso despojado», «la precisión del lenguaje» y «el acierto en la imagen», traduciendo esto al más simple castellano, los poemas de Meira, más allá de los estudios académicos, son la vida misma, entiéndase como aquello que se da como producto del amor y que crece, se expande, y da frutos para ser plantados y compartidos. En su «poema», que es toda su obra, no hay pliegue que no abra la rosa, no hay río que deje de fluir y que encuentre su cauce, no hay pájaro que se detenga en aquel cielo de sus versos, no hay mar que deje de ser tempestuoso ni lluvia que no llegue siempre a mojarnos el alma. Meira fue una poeta con todas sus letras, a quienes la ven hoy en día como una poeta algo anacrónica, vean este fragmento de una carta enviada por X-504, poeta insigne del movimiento nadaísta en 1983.
«Hace 14 años que me vine de Barranquilla. Y siempre te he recordado con el incienso y el jazmín, tus afinados sentimientos, tu oriental delicadeza. Leyéndote me siento mágicamente transportado a un ntiguo país cuyo refinado espíritu sobrevive en tus versos, lejos de las armas que allá se disputan la tierra y los poderes de la tierra».
Mientras la violencia se carcomía país, X-504 rememoraba la poesía de Meira como un territorio casi edénico, donde la mezquindad del hombre no era posible. Meira creó su propio universo, y eso es ya un triunfo para cualquier autor. En sus libros los lectores entramos a ese mundo, y llegamos allí literalmente desnudos, recién nacidos entramos a habitar en su territorio poético. La poesía de Meira es también la sexualidad y el deseo amoroso, la búsqueda infinita del amante y la pérdida inevitable de este. En la ausencia y la pérdida la autora barranquillera parece trazar un viaje sin regreso, el viaje de una golondrina que a diferencia del nuevo día nunca volverá, así el verano retorne nuevamente. Meira le canta a su amante imposible, al que tal vez nunca besó, o por el contrario, agotó sus labios en los suyos; lo llora, lo desea y lo eterniza en el poema. Meira dibuja la naturaleza en su futría y delicadeza «las finas torres modeladas por la lluvia», de las que habló son milagros que solo son posibles dentro de sus poemas.
No es el tiempo el que pasa.
Eres tú que te alejas apresuradamente
hacia la sombra,
y vas dejando caer,
como el que se despoja
de sus bienes,
todo aquello que amaste,
las horas
que te hicieron la dicha,
amigos
en quienes hubo un día
refugio tu tristeza,
sueños
inacabados.
Al final, casi
vacías las manos,
te preguntas
en qué momento
se te fue la vida,
se te sigue yendo,
como un hilo de agua
entre los dedos.
(De paso, poema)
Para poetas actuales y reconocidas como la cereteana Beatriz Venegas Athias, Meira Delmar es nuestra gran poeta del amor y la soledad. Del amor y la soledad luminosas: «La vi declamando sus versos en Cereté de Córdoba; conversé con ella y bebí de sus historias y sabiduría. Una mujer suave y fuerte con la clase de quien va por el mundo nombrándolo con la belleza de la palabra acertada que nunca hiere porque la poesía para ella era (es) quien sana los dolores y angustia», comenta Venegas. Para escritoras de la nueva generación poética como Fadir Delgado, Meira es una voz fundamental para entender la historia da la literatura del Caribe colombiano. «También como mujer abrió un espacio importante para las poetas que veníamos en el camino. Yo, particularmente, la conocí estando en el colegio, y haberla conocido me motivó aún más a escribir. Es una figura que abanderó, tal vez sin proponerlo, la escritura de la mujer en el Caribe colombiano», concluye la escritora barranquillera.
Hace diez años de la partida de esta mujer que marcó un antes y un después en la historia de la poesía nacional. Dejó una obra sólida que nos la muestra en diferentes facetas de su vida. Invito a su lectura, y a quien no la ha leído, le sugiero que se acerque a su poesía, como quien se acerca a un árbol o se deja llevar por el trayecto de una nube; la poesía de Meira del Delmar vive, solo ponga su oído sobre el lomo de sus libros como quien lleva un caracol a la oreja, sentirá el latido, ábralos, verá la vida misma emerger.





















