Ya empezaron los precandidatos presidenciales a desfilar por las capitales del Caribe sosteniendo que el futuro del país está en la costa, y anunciando un tratamiento especial que, claro, nunca llega. Habituados a mentir, ni se sonrojan prometiendo medidas y partidas presupuestales generadoras de desarrollo que equilibrarán los indicadores. Como todos son cachacos (la mayoría conocen a Barranquilla porque vinieron a algún partido de la Selección, o a Valledupar de cachete gorra corrida en algún festival, o a Cartagena de turismo, y ocasiones así), esgrimen los consabidos populares argumentos sobre el avasallador centralismo, y aseguran que con ellos el rezago de la costa pasará a la historia, y pajaritos multicolores por el estilo que nadie les cree.

Todos dicen lo mismo, y con igual entonación. Todos quieren presentarse como de centro, centro-derecha o centro-izquierda, convencidos que la gente detesta a los que se definan de un lado o del otro y, a pesar de la baja favorabilidad de Duque, opinan que el pueblo quiere que continúen las aguas tibias. La cosa ha llegado al extremo que hasta Petro quiere mostrarse moderado, y aquí en Barranquilla apostató de su llave el diablo, y sostuvo que su alianza era con Jesús el amigo de los pobres. Seguro el diablo quedó resentido. Pero, ¡ajá! Son vainas de la política. El alud de cachacos se debe fundamentalmente a que Álex no se lanzará, ya es demasiado tarde para hacerlo y para justificar su absoluto silencio ante tanto desastre nacional, así que se cree que la pelea por aquí será únicamente contra Petro, quien anda de capa caída y en declinación.

Pero no. Aunque el vandalismo nos tocó muy tangencialmente, pues Pumarejo no los dejó, les dio duro y a la tenebrosa minga del Pacífico la manteó magistralmente, la gente aquí se mortificó por las imágenes de televisión que mostraron una delincuencia desbocada, y una preocupante falta de autoridad. Es que la gente del Caribe no quiere tales desmanes, y le gusta que se impongan la ley y el orden. Pero al montón de desubicados cachacos nadie los sacará de su centrismo, y ninguno está lo suficientemente alejado del diablo mayor Juan Manuel Santos, cosa que no brinda la menor garantía sobre su futuro comportamiento, así que por aquí eso “no pegará”. Se salvan el ex alcalde de Bucaramanga, un tipo firme y decidido aunque algo atolondrado, y María Fernanda Cabal.

Mujer sin ambages, frentera, valiente y con carácter, María Fernanda Cabal es clara, estudiosa y bien informada, conoce a fondo los problemas del Caribe y del país, y con estrechos vínculos con la Costa Norte. Lo ha dicho con claridad: Recuperará los valores éticos y morales que hoy se encuentran afectados por tanta hipocresía. Podemos confiar en sus posturas. Además, es hora de que nos gobierne una mujer, que sean más prácticas y eficientes, que hay en el mundo muchos ejemplos de gobernantes exitosas. Entonces, por Colombia, que sea una mujer.

Coletilla: ¿Y el modelo hidráulico para el dragado permanente? ¿Y el puerto de aguas profundas? Son dos pendientes.

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