No resulta coherente pedir que ruede hasta la última cabeza de los involucrados en los vergonzosos episodios de corrupción electoral, como debe ser, para luego convertirse en parte activa de estas redes, que miserablemente aún siguen operando en distintos puntos de Barranquilla y el Atlántico.
Esa metáfora que nos hace lobos a los humanos nos acerca a la explicación de la sociedad como organismo, como problema y como selva. La política no es la culpable del accionar egoísta y mezquino de los políticos. Es la necesidad innecesaria de ganar más que el otro, de poseer más bienes, de demostrar más poder y de aglutinar más logros -por simple vanidad- la que termina haciendo que los más fuertes impongan sus objetivos muy por encima de los más débiles.
Rodolfo Hernández conversó con EL HERALDO
Los vendedores de odio segmentan ideológicamente a las víctimas, terminamos con víctimas de derecha e izquierda, y en lugar de respetar las víctimas y su dolor como seres humanos que han sufrido las atrocidades de la guerra las terminaron usando para tener un respaldo en su discurso del odio, exacerbar las emociones de sus militantes y así asegurar votos, pero después de usar las víctimas nunca realmente las han apoyado y acompañado, las ven como botines electorales.