La derecha radical se impuso en la primera vuelta de las elecciones legislativas en Francia. El partido de Marine Le Pen, el Reagrupamiento Nacional (RN), obtuvo cerca del 33% de los votos, un resultado que no le da la mayoría absoluta, pero plantea un escenario sumamente complicado que debe resolverse cuando las urnas se habiliten de nuevo, este fin de semana. Aunque todavía no hay nada definido, lo que ha ocurrido ya es histórico: el RN, como tituló el prestigioso diario Le Monde, está en el umbral del poder.

Al lado de mi escritorio, en un corcho lleno de recortes, fotos y tonterías, tengo pegada una hoja con El segundo advenimiento, el extraordinario poema de W. B. Yeats. Suelo levantar la mirada y verlo con frecuencia, perdiéndome unos minutos en su arte. Hoy, esa lectura inadvertida ha ganado especial resonancia. Yeats publicó el poema en 1920, en plena posguerra europea, luego del azote de la gripe española y durante la guerra de independencia irlandesa, así que no es difícil comprender su tonalidad sombría. 

«Todo se desmorona, el centro cede». Esas palabras, en los primeros versos de la obra, podrían acompañar una crónica de lo que está pasando en Francia, pero también en otros países europeos e incluso en Colombia. Tal parece que, en efecto, el centro no puede sostenerse. Los extremos resultan más seductores que nunca. Los discursos inflamados, exagerados y colmados de nacionalismo increíblemente vuelven a ocupar la atención, como si, a menos de un siglo de la oscuridad más terrible, la historia hubiese caído en el olvido. Hay cosas con las que es mejor no jugar, pero eso es justamente lo que estamos haciendo, con curioso entusiasmo.

Los franceses tienen ahora que acudir a unos estrambóticos malabares políticos de los que no parece haber una salida sensata, acaso una que suponemos menos mala que la otra. El centro se empieza finalmente a diluir, al aceptar una especie de apresurado matrimonio por conveniencia con la coalición de izquierda, uno de cuyos miembros es La Francia Insumisa (LFI) de Jean-Luc Melénchon, que también proclama posiciones extremas y radicales, solo que al otro lado del espectro. En cualquier caso, ni siquiera esas maniobras entregan algo de certeza. Amanecerá (el lunes) y veremos.

Hacia la mitad del poema, Yeats sentencia: «Los mejores carecen de toda convicción, mientras los peores están llenos de intensa pasión». En esas estamos. Podemos echarle la culpa a la tecnología o a lo que se nos ocurra, pero ciertamente, de extremo en extremo, se va deshaciendo el delicado equilibrio que tanto trabajo nos ha costado salvaguardar.

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