El pasado 27 de marzo, mientras por lo menos 15,4 millones de espectadores, según reportes de audiencia, observábamos la entrega de los premios Oscar, en Los Ángeles, la ceremonia tuvo un curso inesperado y bochornoso. Esta gala de premiación era esperada con emoción y alegría por los colombianos debido al interés despertado por la película animada Encanto, inspirada en la cultura y los valores sociales de nuestro país, ganadora de la estatuilla como la mejor producción en su categoría y la nominación de ‘Dos oruguitas’ a mejor canción original, tema que, junto a ‘No se habla de Bruno’, de su banda sonora, fueron cantadas en vivo por los artistas colombianos que las interpretaron.
Fue vergonzoso que en un evento que honra una invención cultural de más de 120 años de existencia y en permanente evolución, como es la cinematografía, capaz de contar historias reales o fantásticas, de transmitir valores y sentimientos y dar a conocer y exaltar la cultura de pueblos y países, se presentara una situación tan lamentable como la protagonizada por el comediante Chris Rock y el actor Will Smith. Totalmente deplorable resultó la agresión verbal lanzada por el primero, a manera de broma, contra Jada, esposa de Smith, al referirse a la alopecia que padece y que, como ella ha contado, ha sido una situación dura de llevar. Pero, igualmente, es rechazable la respuesta irracional de Smith, quien caminó hacia el escenario para golpear en la cara a Rock y luego gritarle improperios, frente a la mirada atónita de asistentes y espectadores.
Estos dos tipos de agresión, manifestaciones puras de violencia, causan un profundo daño porque atropellan la dignidad humana, produciendo secuelas anímicas pesarosas a las personas que las viven, y motivándolas a emular el mismo proceder negativo.
Mientras que la bella película Encanto ensalza los valores positivos de la familia, la resiliencia frente a los eventos trágicos y la trascendencia del perdón, el mensaje que dejó este acontecimiento en los Oscar fue totalmente distinto: un escenario promotor de agravios verbales y de agresiones físicas. En este caso, las opiniones en las redes sociales y los medios de comunicación a favor de uno y otro han estado divididas; mientras unos defienden al comediante e indican que todo hacía parte de su espectáculo, otros dicen que es intolerable y que la respuesta no podía ser otra.
Lo cierto es que no se justifica que, para atraer la atención del público, se recurra a la burla en temas delicados como el estado de salud de las personas, en especial a quienes padecen las llamadas enfermedades vergonzantes por el impacto que causan en la autoestima y el estado de ánimo, así como tampoco es correcto hacer entender a golpes a su autor que está equivocado.
En estos momentos críticos en que el mundo padece una guerra irracional, de grandes proporciones, que ya ocasiona una crisis humanitaria y económica en Europa, la violencia no puede seguir siendo la vía para solventar las diferencias en ningún escenario ni contexto.








