Barranquilla ha logrado unos cambios tan impresionantes en estos últimos 20 años que me atrevo a asegurar que después de dos décadas esta ciudad es otra. 20 años porque incluyo los proyectos ejecutados mediante la Valorización por Beneficio General ya que entre otras obras de enorme importancia en la ciudad, hubo unas que cambiaron la imagen de la vía más importante de nuestro Centro Histórico como lo es el “Paseo Bolívar” y sectores adyacentes como la “Plaza de la Concordia” hasta la Avenida “Olaya Herrera”, la prolongación de esa avenida hasta la calle 6 de Barranquillita, hoy “Corredor Portuario”, el traslado de la “Plaza del Pescao”, el desalojo de las llamadas Colmenas del vicio, y se dejó lista la demolición de “San Andresito”. ¡Un cambio gigante!
Reitero lo dicho en mi columna anterior sobre nuestro Centro Histórico porque es una deuda con el corazón de la ciudad, aprovechando que cuenta con todos los servicios públicos resulta indispensable que este se recupere para convertirlo también en residencial aprovechando tantos edificios patrimoniales desocupados en sus pisos superiores, con atractivos tales como mucha seguridad, vida nocturna controlada con agradables cafés al aire libre, una óptima movilidad sin el caótico tráfico actual, y sitios de recreación y esparcimiento familiar. Para solucionar parcialmente las dos necesidades anteriores, he insistido en gestionar una APP para construir una bella plaza con parqueadero subterráneo de varios pisos frente a la gobernación, entre calles 40, Bolívar y 41, Santander y carreras 45, Líbano y 46, Olaya Herrera.
Pero conociendo bien el tema, para su verdadera recuperación hay que enfrentar un impasse muy complicado como lo son los arroyos pluviales que bajan por las carreras 38, 40, 41, 43, 44 y 45 atravesando todas las calles del centro. Habría que definir entre un proyecto más económico sin eliminar esos arroyos, o uno más complejo con el que se garantice un Centro impecable en invierno, ya sin los puentecitos de madera ni las carretillas cruzando peatones de acera a acera. Y la diferencia en el costo de uno u otro proyecto es enorme, tanto como diferente sería el resultado final.
Cuando se remodeló el Paseo Bolívar dentro de un costo muy bajo, se optó por subir el nivel de sus calzadas adoquinándolas sobre el pavimento original, dejando con el nivel original las bocacalles para que los arroyos de esas carreras lo atravesaran superficialmente. Hoy para garantizar un centro impecable en invierno habría que canalizar todas esas carreras desde Murillo para verter sus aguas al caño del Mercado, quizás con el sistema de tuneladora que se está utilizando en la calle 85. Tremendo dilema: Con arroyos una recuperación económica, rápida pero incompleta, y sin arroyos, ideal pero exageradamente costosa.
@nicorenowitzky








