Hay cosas que son para siempre. El Cumbión del Junior, por ejemplo. Los compases musicales y la voz única de Juan Piña se han estado pasando de generación en generación desde el día en que el periodista José ‘Pepe’ Molina y Mike Char se unieron para entrelazar tarareos y rimas que dieron como resultado esa “Barranquilla tiene que estar orgullosa” con la que arranca la canción que, más que canción, es el himno del amado Junior con la voz maravillosa, alegre e inconfundible de Juancho que es el albacea de ese legado.

‘Pepe’ grabó entonces una primera versión con la Orquesta de Pacho Galán y el sello Felito Récords de Barranquilla, del recordado Félix Butrón, y arreglos de Armando Galán, hijo del mismísimo Pacho Galán, el Rey del Merecumbé.

En ella, además de los versos dedicados al Junior, el buen ‘Pepe’ dejó para la eternidad dos expresiones muy nuestras asociadas con el Junior: butifarra y guarapito. La butifarra se mudó con Junior al Metro y el guarapo se quedó en el recuerdo del Romelio Martínez reemplazado por la cerveza.

La reunión de ‘Pepe’6 Molina con Mike Char fue en la oficina de este último en la Organización Radial Olímpica. Fui testigo ocasional y nunca olvidé tamaño acontecimiento. Lejos de pensar todos, en lo que se convertiría el Cumbión del Junior.

Tiempo después, por sugerencia de Fabio Poveda Márquez, Juan Piña entusiasmó a Rafael Orozco para volver a grabarla y esa versión, más que una canción, se convirtió en el himno del amado Junior y de paso Juancho, con su voz maravillosa, alegre e inconfundible, quedó, con el paso de los años, como el testamentario de ese legado.

De pronto, más que albacea, Juan Piña es el guardián de esa joya. Es un ritmo con sello único que entra por los oídos, pasa por el cerebro y retruena en el corazón rojiblanco acelerándolo de alegría y emoción.

No hay un sólo juniorista que no identifique la música, que no se sepa la letra y que no haya cantado y bailado nuestro Cumbión en medio de una borrachera de fútbol y festejo de las estrellas del Junior, de las recurrentes victorias y hasta en las caídas para hacerle sentir al rival ese sentimiento que es muy nuestro, sólo nuestro.

Juan Piña, que es un juniorista irrenunciable, de los que gozan y lloran, se volvió un estandarte, un símbolo que nos enaltece.

Y bien sabe Juancho que el público que lo sigue y ama, por su música vernácula que incita al baile, le pedirá, en cualquiera de las tandas de su orquesta, el Cumbión del Junior. Sabremos, entonces, que el que se queda sentado es cachaco. Porque ese golpe de música y sentimiento es exclusivo de nuestro Junior del Alma.

Es el querido Juan Piña, el que cantará el Cumbión del Junior, por los años, de los años, amén…