Por su vigencia, hoy se hace propicio reproducir la columna publicada por el Dr. Álvaro De la Esprie­lla Arango, donde se refiere a una de mi autoría, de la siguiente manera:

En una de sus mag­ní­fi­cas colum­nas en este perió­dico de día pasa­dos, Orlando Caba­llero expresó en forma bas­tante con­tun­dente “que lo que nece­sita Colom­bia en estos momen­tos tan difí­ci­les en todos los aspec­tos para asu­mir la Pre­si­den­cia de la Repú­blica es un Esta­dista, con mayús­cula”. Nada más cierto por­que la semán­tica de este tér­mino, de esta pala­bra cali­fi­cada de nues­tro idioma retrata la ver­dad de lo urgente que asuma como pri­mer magis­trado alguien que reúna una serie de indis­cu­ti­bles méri­tos para sacar­nos ade­lante.

Por­que lo que ya esta­mos nece­si­tando con carác­ter de emer­gen­cia es que demos un paso en ini­ciar el des­monte de la corrup­ción que, si se puede, pero es de largo plazo, el ata­que fron­tal con­tra el desem­pleo de mediano plazo, la reac­ti­va­ción eco­nó­mica pro­duc­tiva de corto plazo, la reduc­ción de la pobreza, labor de muchos años, y por supuesto las gran­des refor­mas: la labo­ral, la de la jus­ti­cia y la pen­sio­nal.

Son igual­mente tras­cen­den­tal las accio­nes defi­ni­ti­vas para el impulso gigante al turismo, a la agroin­dus­tria, a los recur­sos natu­ra­les no fósi­les y por supuesto al medio ambiente y con­trol cli­má­tico. El dic­cio­na­rio de la len­gua espa­ñola define al Esta­dista como la per­sona ver­sada en los asun­tos con­cer­nien­tes al Estado, en su direc­ción, apoyo, logís­tica, inter­pre­ta­ción y prác­tica y ade­más ins­truida en mate­ria polí­tica. Agre­ga­ría­mos sin pre­ten­sio­nes dog­má­ti­cas en la lin­güís­tica que ese can­di­dato con per­so­na­li­dad y carác­ter de esta­dista tenga una enorme sen­si­bi­li­dad social, se encuen­tre pro­fun­da­mente ente­rado de la pro­ble­má­tica de su comu­ni­dad en todos los fren­tes de la vida ordi­na­ria y de las nece­si­da­des que la ciu­da­da­nía mues­tra en todos los estra­tos socia­les.

La pre­gunta del millón hoy en día es la misma entre noso­tros a la que se hizo Chur­chill cuando lo des­po­ja­ron de sus ves­ti­du­ras al ter­mi­nar la segunda gue­rra: “¿Y cuán­tos de los que me van a suce­der se pue­den gra­duar de esta­dis­tas?” Es la misma, tene­mos cerca de veinte pre­can­di­da­tos y nos inte­rro­ga­mos: ¿Cuán­tos encua­dran en este per­fil de esta­dis­tas?

Muy pocos a nues­tro enten­der. Lo que pasa es que los egos infla­dos, la sobre­va­lo­ri­za­ción de sí mis­mos a la mayo­ría los tiene cie­gos y creen que con dis­cur­sos impro­vi­sa­dos como disco rayado pue­den adqui­rir la dimen­sión de un esta­dista. Que equi­vo­ca­dos están y por ello pode­mos meter las patas, por­que para gober­nar y diri­gir la Colom­bia de hoy, diría­mos más que un Esta­dista, un super­hé­roe que tras­pa­sara todas las fron­te­ras de la ima­gi­na­ción.

Noso­tros hemos tenido esta­dis­tas y de los gran­des. Que algu­nos no ten­gan todas las sim­pa­tías es obvio, según los apo­yos par­ti­dis­tas, o las pre­fe­ren­cias elec­to­ra­les. Pero los dos Alfonso López, padre e hijo, fue­ron gran­des esta­dis­tas, de pronto no lo sufi­cien­te­mente com­pren­di­dos en su dimen­sión revo­lu­cio­na­ria en esos ins­tan­tes. Alberto y Car­los Lle­ras sobre­pa­sa­ron esa per­so­na­li­dad ava­sa­llante de las gran­des deci­sio­nes. Mariano Ospina Pérez fue igual­mente des­co­llante.

Otros se acer­ca­ron, lás­tima las pasio­nes, los odios, los ren­co­res, el súper ego no los deja­ron gra­duarse como Esta­dis­tas teniendo la mate­ria prima de ello. Cual­quiera de nues­tros lec­to­res sabe a quie­nes nos refe­ri­mos por­que toda­vía están vivi­tos y coleando dando la talla, pero no la dimen­sión patrió­tica sublime.

@Orlandocaba