Es sorprendente cómo un jefe de Estado puede cometer tantos errores y mostrar tanta imprudencia, generando dudas sobre su capacidad cognitiva, si hay influencia del alcohol o de otras sustancias. La única respuesta la tiene el presidente y sus médicos, pero parece que ha hecho de la torpeza una costumbre.
Las incoherencias que emanan de su discurso son asombrosas. Se refiere a pensamientos y reflexiones que carecen de fundamento lógico y se derivan de una meditación superficial sobre ideas que no tienen un respaldo real. Ejemplo de esto son sus afirmaciones sobre las diez mil toneladas de lechona que se comieron los japoneses, superando a los tolimenses en toda su historia; su insistente propuesta de prohibir la exploración petrolera mientras aboga por la legalización de los cultivos de coca, o su comparación entre los bombardeos atómicos de Hiroshima y Nagasaki y el conflicto armado en Colombia. También ha lanzado amenazas al gobierno de los Estados Unidos y ha considerado suspender exportaciones de carbón a Israel, creyendo que tales acciones influirán en la terminación del conflicto de Oriente Medio.
Al mismo tiempo, muestra una obsesión por salvar la Amazonía, mientras delega responsabilidades a un fiasco de ministro que ha confesado abiertamente su adicción a las drogas. Las mismas drogas que se producen a partir de la hoja de coca cultivada en regiones como Cauca y Nariño, que contribuyen a la deforestación de los bosques andinos y que tiñen de sangre el territorio. Esa droga, el clorhidrato de cocaína, que los carteles de narcoterroristas envían a Estados Unidos y Europa, que destruye la juventud, las familias y genera violencia y muerte en las calles por el control del tráfico y comercio; que alimenta a los cárteles mexicanos que luchan por el dominio territorial y fortalece a grupos como el cartel de los soles y a diversos dictadores. Presidente Petro, no hay otra especie en la naturaleza que lo describa con tanta precisión como la mosca, que donde se posa, deja su excremento.
Un jefe de Estado representa la voluntad del pueblo, del poder soberano que lo eligió en las urnas y no solo es el líder natural, es la imagen del país, de una nación. Como colombiano, no me siento representado por el señor presidente ni por sus actos y mucho menos con la forma en que viene manejando su cargo. Una sola crisis desde el siete de agosto de 2022 hasta el día de esta columna de opinión y seguro se prolongará por los días que faltan para llegar al 7 de agosto de 2026.
@lavozdelderecho