Sonó como un bramido irrespetuoso el señalamiento del presidente Gustavo Petro de que Barranquilla “se ha ganado el premio del empobrecimiento”, sin citar las cifras que soportan técnicamente tal afirmación. La frase ha quedado como otra de sus hipérboles habituales. Afirmar que Barranquilla enarbola algo así como la ‘antorcha olímpica’ de la pobreza nacional es un grito presidencial desatinado. No se atiene ni al momento actual que vive la ciudad ni consulta su historia de las últimas tres décadas.
Yo soy barranquillero genuino. He vivido siempre en esta ciudad. La he recorrido. La conozco muy bien. Petro, en cambio, ha venido a visitarla fundamentalmente a pronunciar discursos políticos en escenarios públicos y recintos cerrados en busca de adherentes electorales.
Presidente Petro, Barranquilla en los últimos 33 años ha tenido avances muy importantes. El primero que destaco es que teníamos en el Suroccidente tugurizado una ciudad del tamaño de Santa Marta que carecía de acueducto y alcantarillado, y eso se resolvió a partir de la liquidación de las EPM y la creación de la Triple A. Yo recuerdo que la ciudad tardó muchos años en superar la corrupción y el desgreño de la politiquería en el manejo de las EPM, y tras décadas de sufrimiento tomó esa decisión estratégica con el apoyo del Gobierno nacional.
Treinta y tres años después tenemos una ciudad recuperada en la que aún, desde luego, falta mucho por hacer. No hay que revisar la estadística del Dane para saber que hay mucha gente que sobrevive en la informalidad laboral con un ingreso precario, que no cuenta con alimentación adecuada, que carece de educación y vive en ranchos de madera y lata a orillas de los caños, los arroyos y la ciénaga de Mallorquín.
Muchos se preguntan qué ha hecho Petro para atenuar la inocultable realidad de la pobreza barranquillera, reconociendo con objetividad y sin hostilidad política los esfuerzos que se han venido haciendo desde la Alcaldía distrital.
Petro ha demostrado ser un líder de masas de excepcionales dotes, pero también es un cultor del tremendismo y con frecuencia lanza contenidos sin sustento. También le encantan los anuncios ostentosos que después no está en capacidad de ejecutar. Por ejemplo, en campaña, en Barranquilla, ofreció un moderno tren eléctrico elevado desde Buenaventura hasta los puertos del Caribe. Y el anuncio desató rugientes aplausos en la multitud ferviente que lo escuchaba. Así como esa hay otras promesas que solo sirvieron para adornar la rimbombancia retórica de la tarima.
Barranquilla no es el paraíso terrenal, pero ha cambiado y debe cambiar más.
@HoracioBrieva