Empezamos la semana tensa y con expectativa. Deseábamos un pronunciamiento sereno y justo. El juicio a Uribe copaba nuestra atención y la declaratoria de la sentencia, absolutoria, iba a iniciar estos días en forma tranquila. Horas múltiples demoró la lectura de los argumentos y luego la sentencia en una sola palabra: culpable. Me causó extrañeza, rabia y sorpresa: no concebía que un juez de la República pudiera declarar a Álvaro Uribe Vélez culpable. Pasaron las cifras elocuentes de su gobierno por mi memoria y como en este periodo los puntos graves del estado fueron solucionándose. La seguridad y poder viajar por las carreteras de la patria, fue uno de ellos. La nación inhalaba diferente y el oxígeno de la concordia era lo que nos alimentaba. Escuche la condena y la extrañeza por sus términos fue notoria. Peor que un delincuente, al presidente Uribe le habían impuesto 12 años y detención domiciliaria inmediata. Comprendí que este no había sido un juicio justo sino más bien una venganza política. La justicia y su papel dentro de la democracia se había manipulado y el juicio crítico había sido direccionado, atendiendo la guerra jurídica para lesionar a Uribe Vélez.

Se han dictado sentencias que han sido catalogadas como miserables, antihumanas y contrarias a los principios democráticos. Este tipo de decisiones judiciales no solo comprometen la integridad de los sistemas de justicia, sino que también menoscaban la protección de los derechos humanos fundamentales. Una sentencia miserable es aquella que perpetúa la injusticia y la desigualdad, desviándose de su propósito original de buscar justicia y equidad. Es la guerra jurídica donde la decisión de los jueces va encaminada a derrotar los enemigos políticos: la justicia llena de prejuicios que la lleva a interpretaciones y errores de la ley. Así fue la sentencia contra Uribe Vélez.

Además de ser mi amigo sigo las indicaciones de Uribe como jefe político. Comparto sus ideas y el norte que tiene para la patria. Disfruta de una empatía contagiosa y envidiable, se regocija de la compañía de los más humildes. Puede darse el lujo de enseñar los trucos y peripecias que la experiencia le ha enseñado. Goza del conocimiento que le da la facilidad de transmitir y nosotros la disposición para aprenderle todo este tiempo. Necesitamos que Uribe Vélez continúe activo.

Hay dos características que debo señalar de Uribe y que adornan claramente su personalidad. La primera como jefe. Controla, pero acepta el diálogo, escucha a los subordinados y si hay que cambiar de opinión no tiene reparo en hacerlo. Siempre enfocado en el presente y cuando hay que dar órdenes lo hace sin temor. Ocasionalmente impone ideas. Pero quizá lo más llamativo son sus cualidades de líder. El trato con las personas y especialmente sus relaciones son admirables. Expone y desarrolla ideas, las multiplica y genera compromiso de realizarlas. Anda siempre en busca de nuevas doctrinas y pensando cómo su gente se inspira.

Su trabajo de conversar y motivar siempre lo convierte en un gran visionario. Maneja la inteligencia emocional e induce siempre a la creatividad positiva, esa que arroja resultados. Su capacidad de resolver problemas es una de sus habilidades y esto ha llevado a nuestro grupo a posiciones de vanguardia. Sigo el popular refrán: los líderes con la vista en el horizonte y los jefes leen el mapa.

Diptongo: Uribe libre, necesidad del país para enriquecer la democracia.

@Rembertoburgose