Teníamos muchos años de no ver al país tan podrido internamente como en esta época en donde la Inseguridad y la Corrupción oficial, principalmente de las entidades y funcionarios del gobierno, han establecido su reino y afianzado su poder hasta dominarlo todo tanto en las esferas privadas como en la pública. El país está aterrado, no es mentira. Por lo menos los observadores del sector oficial y el privado no saben ni qué hacer, ni por dónde caminar ni cómo atacar estos fenómenos, donde ya escribieron un epitafio que se está cumpliendo: “Pendejo el último, aprovecha que hay mucho de donde agarrar”.
En primer lugar la vida humana ya no vale nada. Las masacres, los asesinatos, los robos, asaltos, extorsiones son la medida diaria en todas las esferas. Es una inseguridad que asusta: la ley del más fuerte. Todo se paga con un balazo. Y si bien hay que reconocer que en los últimos meses, desde la llegada del nuevo Ministro de Defensa, las Fuerzas Armadas y la Policía han duplicado su efectividad, todavía falta mucho porque la Justicia que - lamentable es decirlo,- es muy lenta, a veces inoficiosa o débil y no pocas veces inoperante, no acompaña.
En cuanto a la corrupción, teníamos años que no presenciábamos un gobierno nacional tan punitivo. En casi todas las dependencias oficiales se encuentran focos escandalosos de esa corruptela que se convirtió en el trofeo anhelado para llegar allí a compartirla antes que se acabe. Es tan grave el tema que hace pocos días, hablando con un alto jerarca de la Iglesia Católica, nos expresó: “Lo veo tan profunda la corrupción en todas las esferas que no creo que pueda haber reversa para el futuro”. Gravísimo que ya la gente de bien —que es la mayoría— empiece a perder las esperanzas.
¿Qué hacer? Las fuerzas vivas del país, encabezadas por la Justicia, las Cortes, los entes reguladores como la Contraloría, la Procuraduría y, obviamente, las Fuerzas Armadas, deben hacer un compromiso con el Congreso —una llave— y lograr, con ministros que sean orgullo nacional, que se liberen recursos y se pongan en manos de los honestos. ¿Cómo? Hay modos: unidos podemos, no tengamos miedo. Formar y lograr esa unión, ese propósito, se puede conseguir con el consenso, con las fuerzas políticas que encabezan los principales partidos; que se comprometan próximamente a elegir a los mejores y, al tiempo, a presionar día y noche para que se liberen recursos, porque sin caja, sin dinero, no se puede financiar ni la justicia ni los buenos propósitos. No nos demos por derrotados tan temprano: es nuestro país, el futuro de nuestros hijos. Por ellos luchemos.