Hace frío. El silencio de la madrugada hace que sólo se escuche el sonido de mi teclado. Estoy escribiendo el oracional El Man está vivo y necesito un poco de serenidad para seguir compartiendo las reflexiones y las oraciones. Me levanto, voy a mi biblioteca y saco la Biblia para leer un salmo. Ellos tienen el poder de acallar mi mente y calmar el mar de mis emociones internas.

El salmo que leo es el 34. Reviso cada una de sus estrofas, dejando que me comuniquen la sabiduría de Dios. Me detengo en estas palabras: “Proclamad conmigo la misericordia del Señor, ensalcemos juntos su nombre. Yo consulté al Señor y me respondió, me libró de todas mis ansias”. Entonces entiendo que saberme escuchado por Dios, saber que Él no me deja solo, que no me abandona en ningún instante, que siempre me apoya con su poder misericordioso, debe ser motivo suficiente para que me concentre en el presente y así mis ansias se apacigüen.

Por no estar conectados con el momento presente terminamos llenos de ansiedad, de miedo al futuro, de desesperación y de todas esas emociones que nos roban la alegría de vivir. Estoy aquí, y lo que puedo hacer es esto que hago. Nada más. No tengo el control del mañana ni soy omnipotente. Tengo que disfrutar cada instante de mi ahora, porque puede ser el último. No se trata de resignación, porque tengo el compromiso de dar lo mejor de mí en este espacio y tiempo en el que estoy, pero sí de aceptación: no puedo hacerlo todo.

Pienso en muchos de ustedes que quizás están llenos de preocupaciones, de inseguridades personales y también por el país, y le pido a Dios que les haga comprender que lo único que tienen es su hoy, y nada más. Que lo único que pueden garantizar es hacer ahora lo mejor, lo correcto, lo necesario, lo urgente. Y esperar que eso genere las mejores consecuencias para el mañana, siempre tan incierto.

Miro hacia mi pasado y me doy cuenta de que, a pesar de las heridas, de las derrotas, de las rupturas, he podido seguir adelante y alcanzar el bienestar necesario para querer seguir en este mundo. Y me pregunto: ¿si en el pasado pude, por qué ahora, en el presente, no voy a poder? Sonrío, porque sé que no tiene sentido seguir empujado por todas esas preguntas que hoy no tienen respuesta y que sólo podré responder si transito con pasión, con intensidad, con inteligencia este presente.

Cierro la Biblia. Cierro los ojos y doy gracias por lo que soy y lo que tengo. Pienso en los que amo y los pongo en las manos de Dios. Y voy sintiendo cómo las ansias se van disipando, cómo voy alcanzando serenidad. Creo que tú también puedes hacerlo, para que el estrés no te altere tus indicadores de salud y termines enfermándote.