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se pueden dormir, que su piano los puede arruyar o su voz, que tiene un bajo de ultratumba, que un góspel de Aretha Franklin los hará mirar por la ventana las tierrelitas que se juntan a saludarnos por la mañana.

Barranquilla a veces te dispara las brisas decembrinas dos meses antes. Te levantas con esa nostalgia de regresar el tiempo y no cambiar nada de lo que pasó, esa nostalgia que me impulsó a ponerte un vallenato a ver si llegabas a dormir de nuevo, té arruyo el acordeón de Egidio Cuadrado y la voz de Carlos Vives cantando Los buenos tiempos. Me confirma que somos nostálgicos, porque mientras cierran los ojos se ríen como si hubieran vivido a tan corta edad.

De fondo suena una gaita que nos grita que subamos corriendo al sexto piso y nos asomemos al balcón y miremos el Magdalena mientras la Sierra nos dice que no estamos tan lejos. El Joe con A mi Dios todo se lo debo nos hace cantar y agradecerle de una forma tan caribe y tan mamadora de gallo que como alguien lo dijo que ni los cachacos entenderían, los pitos de los buses de la 58, te hacen brincar, pero sabes diferenciar el de la trompeta y el del saxo, porque con ellos caes más profundo; ellos vienen adornados de la voz del Joe con su Fundillo loco y su millo que nos avisa lo que nos espera en dos meses.

La mesedora de espaldas al TV, porque todavía no pueden ver quién canta, pero como si fuera un rayo suena cielo de encantos y te voltean. Es imposible no complacer y dejarlos ver quiénes cantan.

Ellos recuerdan por cuarta vez en el sueño matutino. Esta vez suena ayer de Hansel y Raúl; es como si las canciones les dijeran que pensar en el amor es el escape a lo tormentoso que es vivir a veces, y es que solo amar es lo único que puede salvarnos.

Se acerca el otro tetero; es hora de levantarse, la mecedora les fastidia y empiezan a retorcerte, a patear y, como si el TV supiera, se escucha un piano y un violín hermoso que nos hacen mirar fijamente el cielo que se quiere caer en este invierno delicioso y, por arte de magía, te quedas quieto con ese bolero que nos dice que nos falta algo en nuestras mañanas, que fue tu cuna por 9 meses y que no hay canción como Amada mía de Cheo Feliciano tan hermosa para dedicarla, es la canción qué hay que pensarlo dos veces antes de dedicarla...cuálquier no se la merece.

El efecto Mozart que tanto hablan para dormir bebés no funciona con un bebé del Caribe. A nosotros solamente nos duerme lo que dicen nuestras canciones y la música, porque acá vivimos es del amor que ellas tienen.

Que el bicho nos levante con su chicha fría en las mañanas porque aquí, si no se escucha música, la naturaleza te arruya con sus cantos.

Carlos Quijano