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Incomprendidos, criticados, rechazados y hasta considerados banales. Tanto Jeff Koons (n. 1955) como Marcel Duchamp (n. 1887) han sido blanco de múltiples cuestionamientos por el tipo de arte que representan. Aunque los separan décadas y contextos radicalmente distintos, ambos han desafiado los límites de lo que se considera “arte”. Y en ese desafío, han sido aclamados o rechazados; creo que resulta realmente difícil encontrar un punto medio cuando se trata de figuras tan controversiales.

En tiempos donde lo efímero domina, Koons se empeña en inmortalizar lo banal. Su obra se centra en lo cotidiano, en lo aparentemente insignificante. Tan simple como una figura de globo, ampliada a escala monumental, en colores vibrantes y materiales que exaltan su genialidad.

Koons ha declarado en varias ocasiones que su obra no encierra significados ocultos, ironías ni reflexiones profundas. Y sin embargo, logra sacudir los estándares estéticos del arte contemporáneo. Algo que Duchamp hizo décadas atrás, logrando que objetos como un orinal o una rueda de bicicleta se exhibieran en los museos más prestigiosos del mundo. El “ready-made” como gesto radical, hoy reinterpretado por Koons desde el exceso y el brillo.

Lo que me parece realmente irónico en la obra de Koons, por más que él insista en lo contrario, es que, en su objetivo por eternizar lo banal, termina revelando su fragilidad. En 2023, una de sus esculturas valorada en 42 mil dólares fue destruida accidentalmente por una coleccionista en una galería de Miami. Un tropiezo bastó para fragmentarla en mil pedazos. De una edición limitada de 799 piezas, quedaron 798.

Curiosamente, en 1923, Duchamp también sufrió un accidente con El Gran Vidrio durante su traslado. Pero mientras para Koons el incidente representó la pérdida de una venta y la ganancia de una noticia viral, Duchamp lo interpretó como la conclusión de su obra. Admiró la belleza de las grietas, las incorporó al discurso visual, y la pieza se exhibió así en museos de todo el mundo.

Entonces, ¿Es Koons un heredero de Duchamp? quizás, pero lo que sí estoy segura es que ambos nos obligan a mirar más allá de lo evidente y, al final, todo depende de los ojos con los que se mira el arte.

Natalia Aguilar Yarala

aguilaryaralanatalia@gmail.com