'En un mundo de producción masiva, el toque de la mano tiene valor', es el lema de la fundación Hilo sagrado, de la italiana Sabrina Prioli, que beneficia a unas mil artesanas wayuu de La Guajira.
La primera vez que supo de esta etnia fue en sus estudios de Antropología Cultural, en Roma, durante los cuales leía un libro en el que había una pequeña reseña de esta parte de Colombia, con una fotografía en blanco y negro de una mujer tejiendo una mochila.
Esa imagen quedó grabada en su mente y sin aún visitar el colorido de las artesanías indígenas, le entró la curiosidad por conocerlas.
Varios años después viajó a Bogotá junto a su esposo, quien llegó a trabajar con una ONG y de inmediato quiso conocer La Guajira. Eso fue en el 2010, y desde entonces se ha involucrado tanto con las comunidades indígenas que ya son parte de su vida.
'Al principio fue muy difícil, primero por el idioma, también por la desconfianza que me tenían y además porque las mujeres wayuu son muy calladas, no hablan mucho', aseguró.
A pesar de esto, ella supo interpretar sus silencios y sobre todo sus miradas. Por eso las involucró en su proyecto, que tiene como principal objetivo la conservación del tejido tradicional de la mochila wayuu.
Sabrina afirma que con la masificación de los productos indígenas se ha perdido la real técnica ancestral, por lo que ella ha logrado que las mujeres que hacen parte de su fundación vuelvan a lo tradicional y que cada mochila tenga los dibujos propios de su cultura.
'Para el pueblo wayuu, tejer es un símbolo de creatividad, inteligencia y sabiduría, por eso esta práctica ha pasado de una generación a otra y queremos seguir impulsando esto para crear una red de mujeres que transmitan el conocimiento', aseguró la italiana aventurera, quien es socióloga y antropóloga.
se venden bien en Europa. A través de su fundación Hilo Sagrado, Sabrina les suministra el material necesario a las wayuu para la elaboración de las mochilas y otros elementos; también para el transporte de estos a Europa, donde se venden a muy buen precio.
'A la mayoría de las tejedoras no les pagan lo que valen sus mochilas, que generalmente son elaboradas durante 20 o 30 días, lo que debería representar un buen ingreso para ellas', explicó.
Agrega que todo lo que se recauda es invertido en las dos comunidades donde trabaja: Huyaraipa y Coucepa, en el municipio de Manaure.
A las mujeres se les dictan talleres de costura en técnicas ancestrales, se les entregan materiales y los niños de las escuelas son beneficiados con un proyecto intercultural en el que participan escuelas de Italia, España y Finlandia.