La música vallenata sigue traspasando fronteras, esta vez las notas del acordeón, la guacharaca y la caja estremecieron el Centro Cultural y de Artes Neset Ertas, en Kirsehir, Turquía.
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Allí ocho jóvenes habitantes de sectores vulnerables de la capital cesarense, quienes se han formado en las Escuelas Culturales gratuitas implementadas por el alcalde Ernesto Orozco, cumplieron el sueño de representar a Valledupar a nivel cultural y artístico ante la comunidad de esta ciudad asiática.
Diego Alejandro Maestre Orozco, Samuel David Rubio Plata, Jorge Luis Avendaño Mejía, Estefany Carolina García Lambraño, Scarlett De La Hoz Mendoza, Iván Manuel Orozco Mindiola, Luis Orellano Hernández y Saray Johanna Caro López, arribaron a la ciudad turca para descrestar con la música que engrandecieron los juglares.
Apenas aterrizaron en esta ciudad tan remota y cuyo nombre es difícil de pronunciar, de inmediato salieron a cumplir la primera cita de la agenda pactada para cumplir durante el Taller de Música de Ciudades Creativas de la UNESCO, que se cumplió en octubre y tuvo como punto de encuentro la Sala Muharrem Erta del Centro Cultural y de Artes Neset Ertas.
Allí, bajo luces tenues y un ambiente lleno de lenguas extranjeras, la jefa de la Oficina de Cultura de Valledupar, Yanelis González Maestre, habló del vallenato no solo como música, sino como patrimonio vivo, como símbolo de resistencia y esperanza. “Hicimos nuestra ponencia acompañada de los niños y semillero de las Escuelas Culturales Gratis, como resultado de todo ese proceso liderado por el alcalde Ernesto Orozco, y que hoy tiene este gran resultado gracias a la invitación de la UNESCO”, explicó.
Una mezcla única
Posteriormente, los sonidos del baglama, el violín y la darbuka se mezclaron con los primeros acordes de un acordeón vallenato. En la plaza Cacabey, en medio de 10 grados de temperatura, los jóvenes valduparenses interpretaron Matilde Lina, El mejoral, La casa en el aire, Mírame fijamente y A blanco y negro.
El frío turco no detuvo las manos del guacharaquero Samuel David Rubio. Temblaban, sí, pero no de miedo. Era la emoción de tocar este instrumento de origen indígena a miles de kilómetros de casa, en una plaza donde el público de ojos rasgados descubría por primera vez el sonido de un ritmo nacido en el calor del Caribe colombiano. “Sentía que se me iba a caer el trinche”, dijo entre risas. “Pero la gente se lo gozó desde que comenzamos hasta que terminamos”.
A su lado, las voces de Estefany, Scarlett y Saray se abrían paso en el aire helado. Ellas hacían parte de esos embajadores de un patrimonio que late más allá de las fronteras.
“Fue una tarde maravillosa”, recuerda Karina Mindiola, docente que los ha acompañado en este proceso. “Las niñas se lucieron. Llevamos canciones autóctonas porque queríamos que prevaleciera nuestro folclor. Detrás de cada voz hay meses de disciplina, de trabajo en afinación y armonización, y sobre todo, mucho amor por lo nuestro”.
Ampliando el panorama
Samuel David Rubio, le contó a EL HERALDO que esta experiencia le ha ampliado su visión sobre el mundo y también lo ha convencido de que su talento lo puede continuar llevando por lugares inimaginables.
“Jamás imaginé que mi talento vallenato me llevaría a Turquía, esto ha sido increíble, una experiencia muy hermosa, ya que es una ciudad tan lejana con otra cultura y pese a eso acogieron nuestra música con total entusiasmo, eso es algo que resulta motivador”.
El joven que tocaba guacharaca de manera empírica y que desde 2023 decidió ingresar a las Escuelas Culturales, debido a su destreza y entusiasmo se ganó un cupo para atravesar el Océano Atlántico. “Hemos tenido un proceso muy extenso con nuestra profesora Karina Mindiola a la que le agradezco muchas cosas, al igual que a Dios y a mi familia que me han apoyado en el proceso. Ha resultado emocionante ver a los turcos disfrutando de nuestra música autóctona, eso me obliga a tomar en serio esto de la música”.
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Jorge Luis Avendaño Mejía, cajero de 22 años, residente de la Urbanización Buenavista, es otro de los que integró la delegación artística. “La verdad nunca pensé vivir algo así y Dios me dio la oportunidad de conocer gente nueva y aparte compartirles mi talento. Me llamó la atención la creatividad de los turcos, ellos agarran dos cucharas y empiezan a sacar sonidos. Yo me llevo esto, la reflexión de que la música todo lo puede y que hemos dejado una huella vallenata en una ciudad turca que jamás había escuchado nuestra música bandera”.


