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Llevar bandejas, tomar pedidos, dialogar con cada comensal| y mantener una presencia discreta, pero atenta, eran actividades que hacían parte del diario vivir de Cleovis Padilla.

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Con su impecable uniforme de rayas azules, corbatín rojo, delantal y una sonrisa cálida, este hombre de 65 años logró convertirse en el mesero más antiguo y reconocido de la emblemática Heladería Americana.

El pasado viernes 15 de marzo, el calendario marcaba que la anhelada fecha de jubilación de Cleovis había llegado. Ese día, sostuvo por última vez las bandejas que por 41 años cargaron el peso de su esfuerzo.

Fueron cuatro décadas portando un delantal que nunca pasaba desapercibido, no solo por sus colores llamativos, sino por el simbolismo detrás de una prenda que ha acompañado a los barranquilleros en 88 años, sosteniéndose en el tiempo como la heladería más tradicional de la ciudad.

A lo largo de los años, la Heladería Americana ha superado desafíos y adversidades, adaptándose a los cambios del mundo moderno sin perder su esencia. Esa misma de la que con nostalgia se despidió Cleovis, en la sede ubicada en la carrera 43 con calle 72, en el norte de la ciudad.

'Logré entrar a la heladería por recomendación de una señora. Recuerdo que para la entrevista me atendió uno de los socios y me dijo que regresara al día siguiente. Cuando ya terminaron los papeleos, me dijo que esa misma tarde podía empezar y desde entonces fueron 41 años ahí metido'.

Atendiendo a celebridades

Como escribió magistralmente Gabriel García Márquez en su novela El Amor en los Tiempos del Cólera, la Heladería Americana es mucho más que un simple negocio, es un símbolo de amor, amistad y perdurabilidad en un mundo que siempre está en movimiento.'

La llevó a la Heladería Americana, desbordada a esa hora por los padres que comían helados con sus niños bajo los ventiladores de grandes aspas colgados del cielo raso', decía Gabo en uno de los fragmentos de la obra.

Cleovis fue testigo de aquellas escenas memorables en las que Gabo degustaba un frozo malt cada vez que pisaba el establecimiento, atendiéndolo en dos ocasiones.

'En la parte de arriba del edificio de la heladería había un apartamento que era del hermano de Gabo; entonces, él lo visitaba cuando venía de México y ellos se encontraban ahí en la heladería y se quedaban un rato hablando'.

Además del nobel, Cleovis también tuvo la oportunidad de ver en una de sus mesas a Shakira.

'La atendí una sola vez. Aún no estaba en su apogeo, pero es muy lindo saber que ella también pasó por estas instalaciones'.

Su trayectoria como mesero no fue solo un trabajo, sino una pasión que lo llevó a convertirse en un verdadero pilar de la institución, guardando consigo innumerables anécdotas que recordará cada vez que se siente en la terraza de su casa disfrutando de su pensión.

Más allá de su exquisita selección de sabores, lo que realmente distingue a la Heladería Americana es su ambiente acogedor y familiar. Aquí los empleados son más que simples vendedores de helados, se convierten en guardianes de la tradición, dedicados a preservar la magia y el encanto que han hecho de este lugar un verdadero tesoro de la ciudad y así lo asumió Cleovis desde su llegada.

'Desde 1933 ha sabido mantener el negocio. Son tantas generaciones las que han pasado por aquí a comerse un helado o simplemente disfrutar del ambiente. Aquí vienen los nietos recomendados por los abuelos, los papás recomendados por los hijos. Todos pasan por aquí'.

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Complaciendo los gustos

Conocía los gustos y preferencias de los clientes habituales como si fueran amigos de toda la vida, y siempre estaba dispuesto a recomendar el plato perfecto o a compartir una anécdota divertida para alegrar el día de quienes lo rodeaban.

Sin duda, el producto que más llevaba en su bandeja era un frozo malt, una mezcla entre frío y derretido, con el delicioso toque final de la ‘señorita’, la galleta azucarada que sin ella el apetecido helado no sería el mismo.

'Eso es indudable. Conocí a muchos extranjeros que regresaban únicamente para volver a pedir un frozo malt porque decían que no lo encontraban en ningún otro lugar'.

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Un servicio de orgullo

Cleovis es un valduparense que encontró en Barranquilla el lugar ideal para hallar el sustento de su familia. En La Arenosa estudió y ahora goza de su pensión a través de un oficio que dice siempre realizó con orgullo.

'Hay que tener mucha cordialidad y respeto para atender', afirma con convicción, sabiendo que estas cualidades son las piedras angulares sobre las que se construye cualquier oficio.

Pero no basta con ser cortés, el mesero sabe que la verdadera magia del servicio reside en la capacidad de ofrecer una sonrisa sincera en todo momento.

'Eso es lo más importante siempre y fue lo que más me caracterizó'.

Ahora, Cleovis se trasladará algunos días a su tierra natal, con la satisfacción de haber desempeñado una labor admirable, dispuesto a seguir sirviendo las más cálidas sonrisas.