El sol está en su máximo esplendor, son las 12 del mediodía y no se divisa una sola alma por las calles de Carreto, uno de los dos corregimientos del municipio de Candelaria. Sin embargo, el sonido de una flauta de millo cerca de la plaza principal advierte que este es un territorio cargado de folclor.
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Al escuchar el estruendoso sonido que brota de este pito fabricado con caña de carrizo, de inmediato los niños, jóvenes y adultos se congregan para disfrutar y bailar cada melodía.
En este rincón del sur del Atlántico, hasta el pasado viernes 14 de julio, existió un hombre que se convirtió en uno de los grandes referentes de este instrumento de viento en toda la Costa Caribe.
Su nombre era Virgilio Sarabia Güette, y antes de partir a causa de un cáncer de hígado, dejó un legado enorme que hoy sostiene su pupilo Adolfo Quevedo Rodríguez, a quien en sus últimos cuatro años de vida le enseñó todo lo concerniente a la música.
Hoy ese joven de 22 años es quien entre sus mejores recuerdos y enseñanzas suena la flauta para evocar al maestro Virgilio, considerado por conocedores del folclor como un auténtico rey de este instrumento.
'Nadie en su familia quería aprender a tocar flauta y él vio en mí ese empeño para la música y comenzó a enseñarme a tocar sus canciones. De él aprendí el respeto por el folclor y a ser valiente, me aconsejó que no le tuviera miedo a ningún flautista, ya que yo había creado un estilo propio', recordó Adolfo sentado en un extremo de la parroquia San Roque, patrono del corregimiento de Carreto.
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Lisandro Polo, director del Grupo Tambó, lo define como un par de figuras como Pedro ‘Ramayá’ Beltrán, Aurelio Fernández, Serafín Acosta o Manuel ‘Mane’ Arrieta. 'Fue compañero de correría de Abel Antonio Villa, me contaba que ‘El padre del Acordeón’ lo convocaba y se iban a parrandear, Abel con su acordeón y Virgilio con su flauta, componiendo muchas canciones en puya y cumbia. Quizá como no hizo grabaciones, no goza de la fama de Ramayá, pero era muy reconocido a nivel festivalero y por sus correrías'.
Comenzó a tocar flauta desde los 10 años y desde entonces no paró de hacer música. Sus correrías por el Magdalena, Bolívar, Cesar y Atlántico fueron fuente de inspiración para componer sus canciones, entre estas Cumbia la escoba, su versión de El Gallo Giro y Cumbia a Soledad.
Adolfo cuenta que todas estas canciones se las enseñó a tocar a la perfección, al punto que se siente muy comprometido por defender su legado. 'Sueño con crear una escuela que lleve el nombre de nuestro gran flautero, que no sea solamente yo el que tenga la responsabilidad, sino también formar el semillero de Son Tradición y Los Negros Azules de Carreto, ellos son el legado vivo del maestro Virgilio, él me enseñó a que uno no debe ser egoísta y que debía compartir los conocimientos'.
'Un juglar ignorado'
Clorys Machacón Cantillo, directora del proyecto Carreto Cultural y líder de la danza Los Negros Azules, sale de un estado de tristeza cuando observa a tres integrantes de su icónica danza lanzar algunos versos y agitar sus coloridas polleras.
Era muy cercana a este rey olvidado de la flauta de millo a quien tuvo la oportunidad de homenajear en la tercera edición del Festival de Tambores y Cantos del Sur que se realizó en 2018. Lo define como el hombre que le abre camino a toda la cultura de Carreto, un campesino pescador que nació con el don de tocar la flauta.
'Con ese sencillo oficio él logra visibilizar al corregimiento, se ganó muchos festivales en Sabanalarga, Soledad y Barranquilla, a donde quiera que fuera regresaba vencedor. Virgilio Sarabia es para nosotros ese gran padre cultural que merece ser reconocido y no permanecer como un juglar ignorado, su historia hoy más que nunca hay que empoderarla entre los niños y jóvenes'.
Machacón incluso contó que tal fue el nivel de éxito de este músico que este le confesó que en cierta ocasión, tras ganar un festival en Barranquilla, le advirtieron que debajo de la tarima había un pistolero esperando por él para sentenciarlo y lo tuvieron que sacar por otra parte.
'Él fue un hombre que ganó muchos festivales, que estuvo en muchísimos escenarios, incluso llegó a estar tocando en la Casa de Nariño. El nombre de Virgilio Sarabia se fue ocultando, yo digo que como salieron muchos milleros muy importantes en el Caribe colombiano, su nombre se fue relegando y no hubo un relevo entre sus familiares'.
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El Dique se llevó sus flautas
Al llegar a la humilde vivienda del maestro, pintada de verde y blanco, aún estaba instalado un altar con dos velas blancas, un cuadro con la imagen del Sagrado Corazón, un rosario, un ramo de flores y una foto del millero.
Alrededor del altar se encontraba su círculo más cercano, quienes preservando la tradición de las nueve noches oraban para que el alma del músico llegara al cielo.
Fidelina Sarabia Rodríguez es una de los 19 hijos que tuvo el maestro. Entre lágrimas lo recordó como incondicional.
'Con su flauta nos alegraba la vida, era el centro de atracción en nuestra familia, él amaba la música y eso lo hizo muy popular'.
Su hija recuerda que uno de los momentos más tristes se dio tras el rompimiento del Canal del Dique (30 de noviembre de 2010).
'Eso fue una cosa increíble porque el agua nos cayó de repente y él estaba solito, no pudo sacar todos los instrumentos y la corriente se los llevó. Mi papá se sumergió en una tristeza muy grande y se apagó, no tuvo ánimos de seguir haciendo música', contó mientras se secaba las lágrimas.
Lisandro Polo, líder del Grupo Tambó, dijo a EL HERALDO que Virgilio soportó más de una década sin acariciar, sentir y olfatear el peculiar olor de la flauta de millo e interpretarla. 'Viajamos a Carreto para construir flautas, llevamos los carrizos y se le hicieron varias flautas para que tocara nuevamente, ese día lloró de la alegría'.
Polo agregó que tenían un homenaje pendiente, pero por la pandemia no se pudo. 'Le prometimos que lo traeríamos para que tocara en la Noche de Tambó, pero esperamos homenajearlo próximamente'.
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'La mitad de nuestra cultura'
Arturo Quiroz Mosquera, compositor, folclorista y dirigente del municipio de Candelaria, le agradeció su amistad a prueba de fuego y lo definió como un hombre ejemplar y ligado musicalmente a su flauta. 'En una ocasión me dijo que era su mejor amiga y fuente de inspiración, era además muy melodioso en sus interpretaciones, igual decía que cuando estaba en tarima era él, Dios y su público'.
Joaquín Medina, habitante de Carreto y representante legal de la Junta de Acción Comunal, sostuvo que con la muerte de Virgilio Sanabria 'Carreto perdió la mitad de la cultura cumbiambera, pero gracias a Dios han quedado estos muchachos que son los que se han abanderado de nuestra música, de ese arte que él ha dejado sembrado'.
Tras la muerte de este músico que desde los 10 años se abrió paso en la música y que aprendió a ejecutar la flauta de millo de forma empírica, hoy Carreto está de luto, pero sus habitantes guardan la esperanza de que tanto su pupilo Adolfo Quevedo Rodríguez, como otros muchachos que vienen en el proceso, sigan haciendo de este corregimiento un rincón musical del Atlántico.
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Componía inspirado en su cotidianidad
Este virtuoso músico que desde los 10 años se abrió paso como flautista ganó renombre en distintos departamentos por sus canciones inspiradas en la cotidianidad.
‘Cumbia la escoba’ o su versión de ‘El Gallo Giro’ son algunos de los cantos que deja en la memoria de sus paisanos Virgilio Sarabia Guette.
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