Descrito por sí mismo como una suerte de accidente, la creatividad y el pensamiento disruptivo se han tomado la vida de José Otero, un joven colombo-venezolano que desde hace una década decidió: arriesgarse a volar.
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Y es que en un camino que cumple con todos los requisitos para guiarlo en contra del éxito, Otero, con la ayuda de sus mentores, a quien según él les debe todo, ha sabido cómo sobreponerse ante las contingencias y vencerlas.
En un recuerdo casi que anecdótico la memoria lo lleva por los pasajes de su infancia, en los cuales él no se restringe para comentar que sus intereses nunca fueron fijos, sino que por el contrario siempre estuvieron gobernados por su inquieta curiosidad.
Los primeros años de su formación transcurrieron con normalidad, el tiempo se le pasaba entre actividades sociales, salidas con amigos y el colegio. Sin embargo, cercano a la época del 2010 una noticia sugerida en internet le cambiaría la vida.
El titular que se asomó en la pantalla de su teléfono decía: 'Un niño de 12 años descubre el secreto más grande de Apple'; y motivado por su férvida necesidad de explorar, Otero lee la nota y encuentra que en Estados Unidos un niño había puesto una cámara en su dron de juguete y al sobrevolarlo en una construcción frente a su casa encontró que el gigante tecnológico desarrollaba su segundo centro de experiencia en el país.
Y aunque ya tenía cierta fascinación por las alturas, fue tan solo hasta ese momento en el que su atención se vio seducida por el encanto de la posibilidad.
La tecnología era extremadamente reciente en Venezuela y en Latinoamérica en general, así que a sus 14 años lo único que podía hacer era a acudir a su mamá, que frente a la penosa insistencia de su hijo cede en comprarle su primer dron.
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Días después de hacer la compra en línea llega un paquete a casa, que al destaparlo se descubren unas letras que decían: 'Listo para volar'. En una exorbita emoción José no revisó instrucciones y solo un par de segundos después de elevarlo, estrelló el dron.
'Cuando me doy cuenta que solo cinco segundos después de volar el dron ya lo había estrellado, me sentí tonto, que todo lo que había esperado y mi emoción se había desinflado por el hecho de no saber manejar el dron, y fue ahí donde dije necesito aprender'.
Con el propósito de prepararse mejor, su mamá lo envió una temporada para Miami a estudiar pilotaje de drones, y cuando regresó a Caracas, la ciudad donde vivía en Venezuela, con el apoyo de su padrastro deciden montar una empresa especializada en enseñar a volar drones.
Para esa fecha Otero ya había cumplido los 15 años y fue certificado por la Aeronáutica Civil Venezolana cómo el primer Centro de Instrucción Aeronáutica en Drones de Latinoamérica y primero certificado como Explotador de Servicios de trabajos Aéreos realizados con aeronaves pilotadas a distancia.
Una victoria que califica como pírrica, y que marcó el inicio de una era encausada a lo digital.
'Crecer dentro de la industria 4.0 representa uno de los mayores retos, casi nada está inventado y todo se da paso a paso, y recibir la mención de la aeronáutica civil si bien visibilizó nuestro trabajo, era desmotivador saber que éramos los únicos que nos estábamos percatando de la necesidad de cambio'.
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Volando a Colombia
Pasado el tiempo y sumadas las condiciones del país, Otero y su familia deciden migrar a Colombia como parte de los retornados. En Venezuela dejaba consolidado un grupo de trabajo de 15 personas y llegaba al país con la expectativa de replicar su éxito, sin embargo, la vida le mostró un resultado contrario.
'Cuando uno migra cree que es capaz de replicar el mismo éxito al lugar donde llega. Sin embargo, las dinámicas de la ciudad, el contexto, la falta de relaciones y demás hacen que sea muy difícil y fue lo que nos pasó, quebramos'.
Durante ese periodo de quiebre la vida de José se vio movida en una permanente zozobra, y en la búsqueda constante de soluciones decide apostar por la innovación.
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Una solución pensada en lo social
No obstante, una semana antes de comenzar con el desarrollo de la propuesta, el mundo entró en pandemia. La crisis económica aumentó y consecuentemente las posibilidades de resurgir desaparecieron.
'La pandemia trajo muchísimas cosas consigo, fueron meses realmente críticos en los cuales la desesperanza abundaba. Sin embargo, todo funciona, y es allí cuando pudimos sacar del momento más oscuro la oportunidad de brillar'.
Cada vez eran más las personas que se contagiaban de Covid – 19 en el conjunto en el que José vivía y nadie estaba dispuesto a trasladar medicamentos o alimentos por temor a contagiarse, lo cual encendió una vez más la creatividad de Otero.
'Yo estoy convencido de que las mejores oportunidades aparecen en los momentos más crudos, y en medio de tanta tensión se me ocurre tomar un par de drones y dotarlos con una coraza para que se conviertan en drones especializados en el transporte de servicios vitales'.
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El proceso fue grabado y los resultados subidos a redes sociales, lo que hizo que muchísimas personas se solidarizaran en el crítico momento que vivía el planeta.
'Entender que lo que hacemos con la tecnología va más allá del ocio creo que es la clave, nunca hay posibilidad de hacer algo que no impacte a quien está a nuestro lado. Sin embargo, cuando ejecutamos acciones que busquen el bienestar colectivo logramos más'.
Actualmente, la empresa que José, Maxdrone, se encuentra entre las 50 StartUps más importantes del país y con su servicio especializado para el traslado de elementos vitales no solo ha desarrollado alianzas con el sector farmacéutico, sino que ahora sus drones son producto de exportación para la asistiencia logística portuaria en Corea del Sur.
'Quizá es un poco metafórico, pero resurgir de las cenizas ha sido extremadamente complicado, reencontrar un propósito social y dirigir nuestras metas al número de vida que impactamos más del dinero que se pueda producir es maravilloso'.
Finalmente, Otero define el éxito como un logro diario que no está representado en las capacidades excepcionales, sino en la disciplina y la disposición de servir.
'Visto desde la distancia, es claro evidenciar que nada ha sido fácil. Sin embargo, el tiempo se ha encargado de reafirmar que siempre queramos arriesgarnos, estamos: Listos para volar'.
