'Ser juniorista es un acto de fe', es la frase que se escucha una y otra vez en boca de un hincha rojiblanco. Y sí, realmente es un acto de fe, porque el sufrimiento va tatuado en cada logro, en cada triunfo, en cada paso y en cada clasificación del Tiburón a lo largo de su historia, ya sea a nivel local o internacional.
Nada es fácil para Junior —¡absolutamente nada!— y anoche no fue la excepción. El Tiburón, que llegó con una renta de dos goles a territorio argentino, logró estar 3-0 abajo en el marcador, eliminado, apabullado, destrozado, aniquilado.
Hasta que apareció Luis Díaz para conectar nuevamente el ‘respirador artificial’ y darle vida a los rojiblancos con un puntazo de ensueño, que se coló en un ángulo imposible para el arquero Unsain. Una llegada —¡una solita llegada!— necesitó Junior para rubricar su nombre en una semifinal continental por segundo año consecutivo.
Sin duda alguna no fue la mejor noche de los dirigidos por Julio Comesaña. Lentos, inseguros, dubitativos, erráticos. Nada salió bien desde el arranque. En un abrir y cerrar de ojos el marcador ya estaba 2-0 en contra, con tantos de Leonel Miranda, de media distancia, y Nicolás Fernández, quienes aprovecharon los fallos en la marca del visitante para vencer sin contemplación al arquero Sebastián Viera.
Caras amargas, miradas perdidas, rostros desencajados. Lo que podía ser una noche histórica se estaba convirtiendo en una pesadilla. Incluso el tanto de la clasificación argentina llegó antes de que bajara el ‘telón’ de la primera parte, pero el VAR —¡ese bendito y sagrado VAR!— salvó al Junior, al verse reflejado ahí un empujón previo a la acción del tanto de Nicolás Fernández.
Esa acción desencadenó la expulsión del DT argentino Sebastián Beccacece, iracundo y desencajado por la decisión tomada por el árbitro brasileño Raphael Claus.
La etapa complementaria volvió a mostrar a un Junior dormido, sin actitud, que veía como el mundo se le venía encima, pero no hacía nada para frenar la catástrofe.
Nicolás Fernández, la figura del juego, aprovechó otro error, otra desconcentración rojiblanca, para marcar el tercero en los predios de Viera.
Todo estaba servido para un nuevo golpe a la moral del Tiburón. El fracaso de una nueva eliminación merodeaba el ambiente rojiblanco, hasta que apareció el guajiro Luis Díaz con una acción de otro partido para clavar la pelota en un ángulo y decretar el 3-1 final.
Junior se aferró a ese golcito para evitar un nuevo papelón. Hoy es semifinalista y sigue soñando con ese anhelado título internacional. Bendito Díaz.