No hay quien supere a Roberto Ovelar. El paraguayo, que tuvo momentos excelentes, buenos, aceptables, regulares, malos y pésimos en medio de la pubalgia que lo acompañó en parte de su carrera, ha sido el mejor delantero extranjero de Junior en los últimos años.
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Después de la partida del ‘Búfalo’, que anotó 44 goles con la rojiblanca en tres calendarios y medio, los ‘Tiburones’ no han tenido éxito con las contrataciones foráneas para reforzar el ataque.
Ovelar, que acaba de firmar con Patriotas FC de Hernandarias, de la segunda división del fútbol guaraní, arribó en el segundo semestre de 2014 y se marchó a finales de 2017 en medio de una polémica por su distanciamiento en el camerino con Teófilo Gutiérrez.
Además de estampar su firma en las redes rivales, Ovelar pivoteaba, tocaba y se asociaba sin problemas con sus compañeros en la cancha. No desentonaba en la armonía colectiva.
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'Locuras' que salieron caras
Caso contrario ocurrió con los delanteros de otras latitudes que vinieron después al club. El fichaje del uruguayo Jonatan Álvez, una solicitud de Alexis Mendoza en el comienzo de 2018, le costó a Junior 2.6 millones de dólares y un montón de frustraciones.
El delantero charrúa, con grandes limitaciones técnicas para la conducción del balón, fue un absoluto fracaso en el equipo currambero. En 22 partidos jugados solo anotó dos goles.
Definitivamente el gasto en la transacción del ‘Loco’, quien venía procedente del Barcelona de Ecuador, fue una locura. Al igual que la incorporación de Edder Farías en el segundo semestre de 2019.
Increíblemente el venezolano estaba en la mira de Julio Avelino Comesaña, que había intentado vincularlo en otro momento, cuando jugaba en Once Caldas, pero solo lo pudo hacer a mitad de aquel año. Su aporte fue nulo. Ni un triste gol pudo convertir. Al ‘Rifle’, como le decían en el Atlético Venezuela, su anterior equipo, se le mojó la pólvora en Barranquilla. Ni de penal celebró.
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Una indiscutible tendencia
Pero esa tendencia no es exclusiva del período post-Ovelar. En los últimos 30 años, desde 1993 hasta estos días, han venido a Junior un total de 22 delanteros extranjeros y se pueden contar con los dedos de una mano los que han brillado: el chileno Cristian Montecinos, el argentino Daniel Tilger, Ovelar y, tal vez, su compatriota Adriano Samaniego en su segundo ciclo.
Montecinos la rompió con la rojiblanca. El chileno fue Botín de Bronce en el torneo nivelación de 1995, en el cual Junior resultó campeón. Tilger anotó 19 goles en 1998 con los ‘Tiburones’. Bajo el mando de Javier Castell, el argentino mostró un gran nivel y todo su poder goleador.
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Samaniego, que vino a Junior en 1991 después de ser figura y campeón de Copa Libertadores con Olimpia de Paraguay, desinfló a la hinchada. Se esperaba mucho de él, pero se movió entre altibajos y a la sombra de un goleador sin igual como Iván Valenciano.
El guaraní, siendo alternativa, contribuyó con 11 goles en el título de Junior en 1993. Fue el cuarto máximo anotador del equipo en esa temporada después de Miguel ‘el Niche’ Guerrero, Botín de Oro de esa campaña con 34 tantos; ‘el Bombardero’ Valenciano, autor de 18 dianas en 16 partidos; y Oswaldo Mackenzie, que marcó 13. Víctor Pacheco fue quinto con nueve festejos.
El argentino Gonzalo Lencina, que el martes llegó a Barranquilla para finiquitar su vinculación a Junior después de su paso exitoso por el Atlético Bucaramanga, con el cual logró nueve dianas en 19 compromisos, tendrá el desafío de cambiar esa indiscutible tendencia en la que aparecen nombres como Wilson Núñez, bautizado por el periodista caleño Marino Millán como ‘el Paquetaco’; el camerunés Joseph Mbarga, que conquistó seis goles en 24 partidos, uno de ellos una chilena perfecta y espectacular; y los brasileños Clovis Bento Da Cruz y Emerson Luiz Firmino, que vinieron con cierta charretera y mostraron destellos de su fútbol, pero sin llegar a a afianzarse; y Rodrigo Teixeira, a quien apodaban ‘El Terror de las defensas contrarias’ (acá no se supo por qué). La lista de decepciones es larga (ver infografía). Ojalá Gonzalo Lencina asuma el reto auspiciosamente. ¡Éxitos!
