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Colombia tiene una nueva cita con las urnas. Tras las elecciones legislativas del pasado 11 de marzo, que por sí mismas ya marcaron un derrotero en lo que será la gobernabilidad del próximo cuatrienio, hoy más de 36 millones de ciudadanos están convocados para elegir al próximo presidente de la República, quien tomará posesión el 7 de agosto. 

La jornada, que arranca a las 8 de la mañana y se extenderá hasta las 4 de la tarde, tendrá como objetivo escoger entre Germán Vargas, Gustavo Petro, Sergio Fajardo, Humberto de la Calle, Iván Duque y Jorge Trujillo –probablemente el aspirante más desconocido–, al sucesor de Juan Manuel Santos y sus ocho años de gobierno.  

Cada uno de estos aspirantes se juega sus cartas para obtener la mitad más uno del total de votos (51%) y de esa forma ganar en primera vuelta, o por lo menos obtener uno de los dos porcentajes más altos y pasar a segunda.

Para varios expertos, el escenario más probable es este último, pues los resultados de las consultas interpartidistas y de las legislativas de hace dos meses dejaron entrever que ninguno posee, en apariencia, los más de 9 millones de votos que se requerirían para salir victorioso, si se tiene en cuenta que cerca de 19 millones de personas ejercerían su derecho a sufragar. Se trata, entonces, de una elección bastante abierta para todos: la base real de cada uno estaría entre los 2 millones quinientos y los 3 o 4 millones de votos.

La firma del acuerdo con las Farc, principal legado del Gobierno Santos –para bien o para mal, según quien lo mire–, y sobretodo su paso por el plebiscito del 2 de Octubre, coadyuvó a que dicho panorama se conformara de esa manera.

El tema de la paz, que a primera vista no fue central en la campaña como sí ocurrió hace cuatro años cuando las negociaciones todavía estaban en marcha –aunque al observar con detalle se identifica en su trasfondo–, puso sobre la mesa nuevos paradigmas e incertidumbres, así como también nuevos reclamos, y generó, al mismo tiempo, una mayor atención y movilización alrededor de los temas de la agenda pública.

Los resultados porcentuales del plebiscito del año antepasado (50,2% por el No y 49,7% por el Sí) pusieron en evidencia la fractura del país, la cual sirvió como antesala de las correrías de los candidatos. Desde que arrancó la campaña, fue posible ver cómo cada presidenciable trató de posicionarse en algún punto del espectro ideológico, algunos con más facilidad que otros, pero siempre con la sombra de la paz detrás.

Duque, por ejemplo, se centró sin problemas en la derecha, con su férrea crítica al pacto de La Habana, que fue la misma que su partido, el Centro Democrático, adelantó en la campaña de aquel 2 de octubre. El candidato uribista también centró buena parte de su mensaje en tres pilares que se asemejaron a los ‘3 huevitos’ del expresidente Uribe Vélez. Legalidad, emprendimiento y equidad fue la estructura de su propuesta.

Humberto de la Calle, por su parte, fue quien tomó la defensa de los acuerdos con más fuerza, e incluso fundamentó su entrada a la lid electoral por el riesgo que, según él ,corría la implementación de la paz.  Paralelo a esto, estructuró un mensaje relacionado con las deudas sociales que la guerra había creado con varios sectores poblacionales. En término ideológicos, se podría hablar de un De la Calle de centro izquierda.

El candidato de la Coalición Colombia, Gustavo Petro, habló de que la política de hoy iba más allá de la tradicional categoría de izquierda y derecha, y que, por el contrario, se trataba de la política de la muerte versus la política de la vida. Explicó, por tal razón, que la paz se lograría solo hasta que el acuerdo se realizara sobre todo con la sociedad. Petro recibió el catálogo de ser el candidato de mayor radicalismo al interior de la izquierda, aunque él habló de propuestas acordes con la 'modernidad'.

Sergio Fajardo, de la Coalición Colombia, siempre envió el mensaje de que el centro político era su lugar. Habló de que era él quien podía llevar al país a la reconciliación, sin entrar en la dicotomía del miedo o del odio. Su campaña si bien nunca desconoció la importancia de los Acuerdos de Paz, también quiso posicionar otros temas más allá como la lucha contra la corrupción y la educación. 

Germán Vargas Lleras fue quizá quien más sufrió al tratarse de posicionar en el espectro ideológico, y el tema de la paz el que le causó dolores de cabeza. 

Cuando salió del gobierno Santos –en el que estuvo varios años– se fue lanza en ristre contra varios de los puntos que se habían acordado con las Farc, y posteriormente tuvo que moderarse, primero por las críticas que recibió, y más tarde por la negociación que se dio con el Partido de la U, que se adhirió a su campaña no sin antes dejar sobre la mesa el compromiso de respetar la implementación del pacto.

En suma, la polarización que la paz creó en el país también tendrá su efecto para esta elección, a pesar de que no fue tan central como en la jornada del 2014. El variopinto ramillete de candidatos así lo demuestra.