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Imagen de los disturbios en Cataluña. AFP
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Barcelona despierta con cicatrices tras una noche violenta con más de 180 heridos

Tras cinco noches de disturbios en la región por la condena a cárcel de líderes separatistas, los servicios de emergencia atendieron 182 personas y las fuerzas de seguridad realizaron 83 detenciones.

Aceras con adoquines levantados, asfalto fundido y olor a quemado. Barcelona despertaba el sábado impactada por la violencia de la víspera, que causó más de 180 heridos en toda Cataluña, y con una nueva manifestación separatista convocada para la tarde.

Tras cinco noches de disturbios en la región por la condena a cárcel de líderes separatistas, la violencia estalló por la noche en la turística ciudad mediterránea y otras urbes como Girona, Tarragona y Lleida.

En toda la región nororiental, los servicios de emergencia atendieron 182 personas y las fuerzas de seguridad realizaron 83 detenciones, informaron fuentes sanitarias y del ministerio de Interior.

Los enfrentamientos más graves se produjeron en Barcelona, donde hubo 152 atendidos sanitariamente tras horas de batalla entre alborotadores y policías, que dispararon balas de goma y espuma, lanzaron gases lacrimógenos y usaron por primera vez un camión lanza agua para abrirse paso a través de las barricadas.

Denunciando la contundente actuación policial, el colectivo de jóvenes independentistas de izquierda radical Arran convocó una manifestación a las 18H00 (16H00 GMT) en la plaza Urquinaona de Barcelona, epicentro de los disturbios del viernes.

"Nueve personas encarceladas y cientos de heridas. Salimos a la calle contra la represión", anunciaron en Twitter.

El ministro español del Interior, Fernando Grande-Marlaska, viajó este sábado a Barcelona para reunirse con los responsables del operativo policial.

Por su parte, el presidente regional, el independentista Quim Torra, reunió a los alcaldes de las principales ciudades para analizar los incidentes.

Nacida de la frustración de parte de la base independentista, dos años después de la tentativa de secesión de Cataluña de 2017, la violencia marca un punto de inflexión para el movimiento separatista que se jactaba de su naturaleza pacífica.

Los disturbios comenzaron el lunes, cuando el Tribunal Supremo condenó a nueve líderes independentistas a penas de hasta 13 años de cárcel por su papel en aquel fracasado intento de secesión.

Ese día se produjeron incidentes en el aeropuerto del Prat, parcialmente bloqueado por los separatistas, y en las noches siguientes los disturbios se desplazaron al centro de Barcelona.

“Barcelona no se lo merece”

El viernes, después de una pacífica jornada de huelga general y una masiva marcha en Barcelona con 525.000 manifestantes según la policía municipal, la violencia alcanzó su punto álgido al caer la noche.

"Esto no puede seguir así. Barcelona no se lo merece", dijo este sábado la alcaldesa de esta ciudad, Ada Colau, partidaria de celebrar un referéndum sobre la independencia en esta región.

"Da mucha tristeza todo esto y nos hace un flaco favor", decía Assumpció Seguí, una jubilada independentista de 75 años en la plaza Urquinaona, zona cero de los disturbios de la noche anterior.

Durante horas, miles de manifestantes rodearon un impotente cordón policial que protegía el acceso a la comisaría central de la Policía Nacional. 

Cientos de ellos construyeron barricadas en llamas y lanzaron piedras, adoquines, objetos metálicos y petardos contra ellos. Los agentes lanzaron gases lacrimógenos cuyo olor se sentía todavía el sábado por la mañana.

Entre muchos curiosos y periodistas, operarios de limpieza seguían recogiendo los escombros del día anterior e intentaban arrancar los restos fundidos de las barricadas que habían quedado pegados en el asfalto.

En el suelo todavía quedaban cristales, piedras, latas y algunos proyectiles y botes de humo usados por la policía. Marquesinas de autobús, semáforos y comercios dañados completaban el paisaje.

"Llevamos más de una hora recogiendo escombros para poder abrir", lamentaba Ramiro Díaz, prejubilado de 59 años, junto al establecimiento de lotería de su mujer, con los cristales rotos y adoquines y piedras en su interior.

"Esto es inadmisible, no se puede consentir (...) La gente tiene ya hasta miedo", añadió.

Después de diez años de auge independentista, esta región de 7,5 millones de habitantes sigue dividida sobre la cuestión casi a partes iguales.

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