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La rapera estadounidense Cardi B en uno de sus conciertos luciendo un body color neón. Archivo
Mujer e Igualdad

¿Influye la moda en la forma en que ven a las mujeres?

Con una discusión entre empoderamiento, sexualización y cosificación, expertas de género analizaron las tendencias femeninas en tiempos mediados por las redes sociales.

La elección de la mujer sobre cómo vestirse es, en algunos casos, un grito de rebeldía que dice: “Yo establezco mis propias reglas”.

En contraste, un combate de cabellos que llegan a la cintura, de pestañas y uñas postizas, de posturas sugestivas y bailes sexualizados, entra en liza por views y likes, siendo las redes sociales la lona donde se despliega este complejo pugilato por la belleza, muy parecido, según los colectivos feministas, a un mercado de carne por la exhibición desenfadada de las formas y los cuerpos.

En esta contienda —enteramente femenina—la moda sexy genera aplausos y desaprobaciones.

Las transparencias, minifaldas, escotes pronunciados y mucha piel a la vista están en las calles y hacen parte de las cuentas de influencers —y de otras que aspiran a serlo—. 

La moda no es solo consumismo. Es también un elemento empoderador y reivindicativo que desde el trasegar del feminismo defiende las libertades de las mujeres y el derecho que tienen de decidir sobre su propio cuerpo.

Por otra parte, la discusión de colectivos de género está relacionada con la imagen de mujer-objeto que refleja, según algunos grupos, una moda que busca vender la idea de que el cuerpo femenino es un producto de consumo.

Moda y derechos

La moda en la mujer empezó a evolucionar con el afianzamiento de las civilizaciones. Su historia, tal como la conocemos en la actualidad, puede condensarse en los últimos cien años, tiempo en el que mutó de forma vertiginosa condicionada por los contextos sociales de las épocas.

Para Matilde Eljach, socióloga, doctora en antropología y docente de la Universidad Simón Bolívar, la moda es también un valor social, de clase, por lo tanto clasificatorio.

 “La ropa también es un camino de reafirmación, de inconformismo, de rebeldía”. Para ella, es un asunto “de orden emocional que el mercado sabe aprovechar”.

Rafaela Vos Obeso, socióloga, historiadora, docente y exrectora de la Universidad del Atlántico, explica que en los siglos pasados el cuerpo femenino no podía mostrarse porque era un tabú para la sociedad y estaba relacionado con la incitación sexual.

“Con el transcurrir de los siglos, desde el siglo XVIII por la Revolución Francesa y demás sucesos históricos, la sociedad empezó a desarrollarse, modernizarse, y con ello la organización del movimiento de mujeres y feminismos que reivindicaron derechos. Uno de los pioneros fue el movimiento sufragista (finales del siglo XIX)  por el derecho al voto y a la educación fundamentalmente”, explicó.

La docente señala que a partir del siglo XX las mujeres empezaron a “transformar su condición y posición”. Las faldas largas empezaron a subir al igual que las mangas.

Mundo doméstico

Vos agrega que, en la medida en la que ocurrían estas transformaciones, la “sociedad patriarcal y corrientes religiosas más conservadoras” se oponían, puesto que, según estas instituciones, la mujer había nacido para el mundo doméstico.

“Más tarde apareció el pantalón y asumió espacios en lo público(...)lo anterior está relacionado con la conquista de sus derechos y la modernización de la sociedad”.

En ese sentido, afirma  Vos, hay que diferenciar la moda sexy asociada a la instrumentalización o cosificación del cuerpo femenino y la moda libertaria, en la que la mujer puede expresarse y vestirse como quiera.

“Es importante ser consciente y responsable entendiendo que si bien mi cuerpo es mío debo respetarlo y no cosificarlo (...)  La cosificación discrimina a las mujeres y les dice: ‘no vales si no muestras tu cuerpo, vales por lo que muestras’. Entonces la libertad tiene límites que deben ser decididos por la mujer como actos conscientes”.

Libertad absoluta. Dayana De la Rosa, filósofa y coordinadora del programa de Filosofía de la Universidad del Atlántico, manifiesta que hace parte de una ola de feminismo que defiende el derecho absoluto de las mujeres sobre su cuerpo y su vida.

“Pensar que somos ciudadanas y libres, pero que en un juego de la doble moral no podamos vestirnos como queramos es absurdo. Por supuesto, la sociedad patriarcal busca sus formas de camuflarse y someter. Pero creer que las mujeres no podemos vestirnos a nuestro antojo porque es machista es reducir nuestra capacidad de decisión”, expresa.

Para la investigadora, el cuerpo de la mujer ha sido considerado desde siempre objeto de la sociedad.

“Si estamos gordas, flacas o curvilíneas, por todo se nos juzga. Nunca para la sociedad estamos en el punto adecuado con nuestro cuerpo. Entonces, la ropa sí puede empoderarnos en tanto que nos permite decir soy gorda y me gusta usar minifaldas o soy flaca y me encantan los escotes. Nos hace sentir seguras de nosotras mismas y perder el miedo a la opinión de los demás”, concluye.

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