
Incendios y ruidos: nuevos grandes peligros para la salud, advierte la ONU
En Colombia más de 86.800 hectáreas están afectadas por el fuego. Anualmente en la Unión Europea se registran 12 mil muertes a causa de la contaminación acústica.
El Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA) ha pedido que se preste una “mayor atención” a problemas como los incendios forestales, que ocurren cada vez con mayor vehemencia, y la contaminación acústica en las ciudades, que se está convirtiendo en una amenaza para la salud pública mundial.
El PNUMA analiza esos desafíos en la cuarta edición de su ‘Informe Fronteras’, que se publicó por primera vez en 2016 con una alerta sobre el creciente riesgo de enfermedades zoonóticas (transmisibles entre humanos y animales), cuatro años antes de la pandemia de la Covid-19.
El documento, titulado ‘Ruido, llamas y desajustes: problemas emergentes de preocupación ambiental’, advierte de que la contaminación acústica en las ciudades, que califica de “asesino estridente”, se ha transformado en un “peligro creciente para la salud pública”.
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“Sonidos no deseados, prolongados y de alto nivel de tráfico rodado, ferrocarriles o actividades de ocio menoscaban la salud y el bienestar humano. Esto incluye molestias crónicas y trastorno del sueño, lo que resulta en enfermedades cardíacas graves y trastornos metabólicos como diabetes, discapacidad auditiva y peor salud mental”, señala el PNUMA.
La contaminación acústica ya provoca “12.000 muertes prematuras” cada año en la Unión Europea y afecta a uno de cada cinco ciudadanos, según el informe. Los niveles de ruido aceptables -precisa- se superan en muchas ciudades del mundo, como Argel, Bangkok, Islamabad, Puerto Vallarta o Nueva York.
Esa perturbación acústica también amenaza a los animales, pues altera las comunicaciones y el comportamiento de varias especies, incluidas aves, insectos y anfibios.
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En la Unión Europea se han detectado 48.000 nuevos casos de cardiopatía isquémica al año, los cuales también están relacionados con los sonidos estridentes que se generan en las ciudades; mientras que 22 millones de personas sufren molestias crónicas.
En cuanto a este aspecto hay que detenerse a decir que los decibeles permitidos para las áreas residenciales exteriores son 55 dB; mientras que para las áreas comerciales y con tráfico son de 70 dB, según recomienda la ONU.
El PNUMA ha instado a los planificadores urbanos a priorizar la reducción del ruido en su origen, invertir en movilidad alternativa e infraestructura urbana que cree paisajes sonoros positivos, como cinturones de árboles y techos verdes.
El Programa de la ONU para el Medio Ambiente también avisa de un empeoramiento del clima ocasionado por “peligrosos incendios forestales”.
Cada año, entre 2002 y 2016, un promedio de unos 423 millones de hectáreas de la superficie terrestre del planeta, ha sucumbido al fuego, lo que cada vez resulta más habitual en ecosistemas de bosques mixtos y sabanas. El informe estima que el 67 % del área global anual quemada por todo tipo de incendios, incluidos los incendios forestales, se encontraba en África.
“Se prevé que las condiciones climáticas peligrosas de los incendios forestales sean más frecuentes e intensas y que duren más”, algo que se debe al cambio climático, que implica temperaturas más altas y sequías más frecuentes, subraya el PNUMA, que pide una “mayor inversión” para reducir los riesgos de esos incendios.
El documento llama la atención, asimismo, sobre el hecho de que el cambio climático altera los ritmos naturales de las plantas y los animales, si bien admite que esa distorsión requiere más investigación.
Para la directora ejecutiva del PNUMA, Inger Andersen, estos problemas ambientales “ameritan atención y acción de los gobiernos y el público en general”.
Según Andersen, “contaminación acústica urbana, incendios forestales y cambios fenológicos (...) son temas que resaltan la necesidad urgente de abordar el triple problema planetario de la crisis del cambio climático, la contaminación y la pérdida de biodiversidad”.
Los incendios forestales son una constante en Colombia donde la selva amazónica y la Orinoquia cada año arden en una suerte de lamentable “patrón histórico” causado por la deforestación que busca acabar la capa vegetal para explotar la tierra y ocupar territorios.
Se trata de una “generalización” del modus operandi en las quemas anuales: “hay gente interesada en apropiarse de la tierra y gente dispuesta a comprarla”, en territorios en los que, generalmente, “no se pueden constituir derechos de propiedad”, cuenta Liliana Duica, asesora en tema de tierras de la Fundación para la Conservación y el Desarrollo Sostenible (FCDS).
Solo en las últimas semanas se han notificado más de 1.000 incendios en el país, según cifras de las autoridades ambientales.
El último informe, de principios de este mes, apuntaba a que más de 86.800 hectáreas se han visto afectadas por el fuego en los departamentos de Vichada, La Guajira, Caquetá, Córdoba y Bolívar a la cabeza de mayor afectación por las llamas.
En este contexto asfixiante, lo que es innegable es que “los incendios han estado ligados a la deforestación para la apropiación de tierras y la expansión de la actividad agropecuaria” a través de “quemas provocadas que comienzan como incendios controlados pero en algunos casos se salen de control”, detalla a Efe Johana Herrera, oficial de Bosques y Cambio Climático de WWF Colombia.
Los incendios cada año enfrentan una dificultad adicional, ya que en muchos casos “no hay responsabilidad porque no hay una delimitación clara de quién es el territorio”, a lo que se suma “la institucionalidad fragmentada y la incapacidad de las autoridades locales para atender algo de esa magnitud”, añade Duica.
Y es que “Colombia es un país muy centralizado, en el que los municipios y regiones no son tan independientes y no tienen tantos recursos, sobre todo en las regiones del sur”, añade la experta en tierras de la FCDS.
Esto hace que “ante los ojos de todos se queme el Amazonas” pero sea “el agua que está cayendo la que ha ayudado a mitigar los incendios”. De hecho, la Amazonía colombiana “estuvo semanas ardiendo sin que hubiera ni un solo helicóptero poniendo agua”, lamenta Duica.
Asimismo, existe un “desconocimiento grande” del propio país y su geografía y diversidad, especialmente del sur del país “donde fue muy fuerte la actividad de la guerrilla y donde hay cultivos de coca”, considera Duica.
