Lo lucrativo que resulta traficar con animales para venderlos como ‘mascota salvajes’ o la venta de sus pieles para la confección, impulsa el tercer mayor comercio ilegal del mundo: el de la fauna silvestre.
Mientras que en el Atlántico, durante el 2012, la Corporación Regional Autónoma (CRA) de este departamento recibió 96 individuos por confisco o entrega voluntaria, en el 2013 la cifra ascendió a 344, siendo decomisadas hasta 97 aves en un mismo día.
Lo anterior llama la atención de la autoridad departamental ambiental sobre el posible aumento del flujo comercial en el mercado ilícito de animales.
Según la Interpol, este ‘mercado animal’ puede llegar a mover anualmente cerca de $17.000 millones de dólares en el mundo, convirtiéndose a su vez en la segunda causa de extinción de especies silvestres.
En Colombia, la compra y venta de fauna salvaje está legalmente prohibida. Sin embargo, en varios pueblos del Atlántico, los interesados en la ‘mercancía’ recurren a la irónica clandestinidad de las plazas municipales, donde pueden llegar a conseguir aves como cotorras y pericos, por precios no superiores a los $10 mil pesos.
Joe García, asesor en estos temas para la CRA, explica que el comercio de aves, el cual representó un 59% del total de decomisos de fauna del año anterior, obedece a un fenómeno cultural que debe ser corregido y que se justifica en que 'a la gente le gusta tener pájaros'.
Por otra parte, la babilla se reporta como la segunda especie que más se confisca en el Atlántico, después de la hicotea.
Solo el año pasado, fueron incautados 42 ejemplares vivos y 473 pieles de babillas. García advierte que 'evidentemente hay una demanda que genera un mercado ilegal'.
Durante años, Colombia se ha destacado por ser uno de los mayores exportadores de pieles crudas de babilla hacia Europa. Además, últimamente la carne también es comercializada hacia países como China.
'Se sabe que anualmente salen del país 600 mil pieles legalmente de los zoocriaderos autorizados, pero no sabemos si estos mismos establecimientos son los que compran la mercancía ilícitamente', señala García.
Decomisos. En el listado de especies decomisadas hay un tigrillo, dos osos hormigueros, un oso perezoso, un mono aullador y hasta un mapache.
De las 344 especies que son confiscadas, un 61.05% logra retornar, en algún momento, a su hábitat natural. No obstante, el 38.95% restante debe ser ubicado en alguna plaza por la CRA, para que particulares velen por su manutención, pues la entidad no cuenta con un espacio propio para realizar dicha intervención.
La vida después del decomiso. De acuerdo a la resolución 2064 del 2010, una vez sea aprehendido un animal, este debe trasladarse a un Centro de Atención, Valoración y Rehabilitación (CAVF), dispuesto por la autoridad ambiental, para que el individuo sea evaluado y se determine si este puede regresar a su entorno de origen o no.
En el Atlántico, no se ha podido crear uno por falta de recursos económicos. Debido a esto, la CRA se apoya en una red de tenedores que asumen la estadía y los gastos del individuo.
Un 60.17% de los animales confiscados en 2013 fueron trasladados hacia el Parque Biotemático de Megua, ubicado en el municipio de Baranoa.
En su mayoría, los ejemplares pudieron ser liberados. No obstante, el resto se encuentra en fincas, zoocriaderos y zonas de reserva natural al cuidado de sus tenedores.
Joe García comenta que es una batalla diaria tener que enfrentar la dificultad de no contar con un espacio para destinar a estos animales decomisados o entregados por sus antiguos dueños, quienes ya no pueden cuidarlos.
'Nos apoyamos con las figuras de los tenedores cuando el animal, definitivamente, no puede regresar a su hábitat, pero lo ideal es que nadie tenga fauna silvestre domesticada', explica García.
La hicotea, pese a ser una especie en estado de vulnerabilidad, se ubica como una de las segundas más decomisadas.