En el deporte, en los desafíos deportivos se han dado casos de extraordinario coraje, como también el polo opuesto, que muestras de lamentable cobardía también se han dado, aunque entre uno y otro ejemplo, las muestras de un súbito ‘mieditis’ son mucho menos. Afortunadamente, que en sentido contrario el deporte sería una verdadera tragedia.

En el boxeo profesional se dio la historia deplorable de un púgil de peso completo llamado Jack Roper, quien subió una vez para enfrentarse a nadie menos que Joe Louis... Vaya la terronera que le cayó a Roper cuando sonó la campana para el primer asalto. Louis contaba en sus memorias que la mirada de terror de Roper hizo que le costara trabajo soltarle el primer golpe. El único que pudo tirarle Louis, que con ese golpe el hombre se fue a la lona. Y de allí no lo levantaba ni la grúa del puerto de Nueva York. “Mondis Miqui”, diría Roper.

Louis, unos de los boxeadores más honestos y pulcros que ha conocido este deporte, le dijo al promotor Jacobs, inescrupuloso y utilitarista a morir, que le agradecería no echarle más nunca un contendor como Roper, hombre que con su cobardía in extremis le hizo pasar un mal rato.

Un promotor sin escrúpulos convenció a Roper para que peleara con Louis por 5 mil dólares. Roper había sido boxeador, sí, pero hacía años estaba retirado y se ganaba la vida como electricista, ganando en aquel entonces 50 dólares semanales. Claro está, a la voz de 5 mil dólares, se lanzó como las pisingas de Talaiwa en pos de semejante ‘pochola’.

Pero seamos un poco afirmativo, citando casos de gran coraje, como el mostrado por el ex triple campeón mundial pluma, ligero y welter. Armstrong encontró la horma de su zapato en Louis Ambers, un hombre que le ganó dos veces. En el primer combate Armstrong recibió un gancho a la boca que le causó serios problemas, pero fue el leit motiv de su extraordinaria valentía para impedir que el referee le parase el combate. Perdiendo por K.O.T.

El golpe le proyectó hacia arriba el protector bucal y este le rompió el cielo de la boca a Armstrong, quien empezó a derramar sangre a borbotones. ¿Qué hace el hombre, único extriple campeón mundial simultáneamente en la historia del boxeo? Resolvió tragarse la sangre a los largo de 4 o 5 asaltos que faltaban para el final. El médico de la Comisión de Boxeo del Estado de Nueva York calculó que Armstrong se tragó algo así como un litro de su propia sangre. ¿Qué tal esa?

Si, Henry Armstrong, “más guapo que la pared de enfrente”, decían los viejos barranquilleros, sin que hayamos sabido semejante significado, pero así eran nuestros mayores, por cuyas expresiones hemos tenido siempre un indeclinable respeto.

Por Chelo de Castro C.

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