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Contundente en el área contraria, resistente en la propia, impulsado por el 1-0 de Pablo Barrios y ganador irrebatible con el estreno goleador de Nico González, Diego Simeone sintió por fin el alivio de la victoria en esta temporada en su cuarto encuentro, con la determinación que exigió un rival de la altura del Villarreal.

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Un triunfo de manual de otros tiempos. Quizá lo mereció antes en otras jornadas precedentes, pero no llegó hasta que lo visitó uno de los conjuntos de moda en el campeonato, siete de nueve puntos posibles hasta su aparición en el Metropolitano, lastrado por un error de Sergi Cardona en el 1-0, frustrados por dos ocasiones falladas por Moleiro y una falta al larguero de Pepe y doblegado con el 2-0 en el minuto 51. Definitivo.

Con 63.312 espectadores el Metropolitano, arengado el público en los días previos, ahora le tocaba al equipo y a Simeone. Sin victorias en tres jornadas, peor que nunca en la era Simeone en el inicio de LaLiga EA Sports, procesado ya un mes de competición (más un mes de pretemporada), el Atlético debía responder. Las dudas visibles y la crisis latente.

El Atlético es mejor en campo contrario, es mejor cuando presiona arriba, cuando la recuperación del balón es tan alta que no necesita una construcción excesiva en su medio campo, cuando asume el vértigo y las transiciones veloces no sólo como algo propio, sino indispensable para sentirse el equipo que debe, como ocurrió en el pasado, y cuando sobre todo demuestra la pegada en ataque que resuelve todo lo demás.

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Desde la perspectiva a la que enfocó Simeone para la reacción, hubo mucho de aquellos tiempos al principio. También de nombres que están en otro momento, pero que no sólo son parte del pasado más imponente del Atlético, sino también del presente. Como Koke, el más especialista en la distribución en el equipo, con el añadido de todo lo que supone para Pablo Barrios, cuya liberación es un plus en ataque, o Griezmann y su visión.

No están para ser todo lo que fueron, pero sí están para mucho más que un papel residual, para ser importantes cuando se les necesite en este equipo, al que hacen mejor por su lectura y concepto de fútbol. También a sus compañeros. A Pablo Barrios. O a Julián Álvarez, que ya recordó al del pasado ejercicio. Jugó sólo la primera parte.

Los primeros veinte minutos del Atlético fueron potentes, a la altura de lo que se le presupone, en los parámetros que mejor le sientan al grupo de Simeone, por delante en el marcador desde el minuto 9. Porque su presión arriba también provoca concesiones en el rival. Una de Sergi Cardona fue fatal para el Villarreal. Julián Álvarez intuyó el fallo, también la llegada por detrás de Pablo Barrios, al que regaló el 1-0 ya dentro del área.

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Tuvo mérito el inicio del Atlético, porque el Villarreal es muy buen equipo, sufridor cuando tocó, como en una tremenda jugada colectiva del Atlético, de un campo a otro (Le Normand, Llorente, Barrios, Griezmann, Nico o Julián manejaron el balón en el tránsito de un lado a otro del campo hasta el remate fallido de Giuliano); resistente cuando debió y, sobre todo, con un juego entre líneas y un contragolpe que lo hacen temible en cada transición después, cuando transmitió una sensación de peligro inminente para Oblak.

Entre la exposición del Atlético, cuando va con sus líneas hacia arriba, lo demostró Moleiro dos veces. Le faltó tino frente a Oblak. Dos remates cruzados y dos avisos para el conjunto rojiblanco. El Villarreal ya se había hecho patente sobre el terreno, con todo el desborde que expresan Moleiro y Pepe cuando reciben, se giran y cambian el paso. Así puso en jaque el equipo amarillo a los locales, que también suspiraron un par de veces.

Sobre todo, al borde del descanso. Pepe, formidable futbolista desde cualquier punto de vista (tiene giro, regate, desborde, velocidad, fuerza y remate), estampó un espléndido zurdazo en el larguero de Jan Oblak. No le dio tiempo ni a estirarse al guardameta, que bastante tuvo con seguir con la vista y el paso el efecto endiablado de su golpeo.

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Cambiado al descanso Julián Álvarez, quizá por aquello de la carga con su selección y todo lo que viene por delante, y reemplazo por Sorloth, también con encuentros de selecciones sobre sus piernas durante la última semana, el segundo tiempo empezó bajo el poder del Villarreal, con balón y sin él, con dos centros y advertencias de Cardona. No alcanzó ningún remate Mikataudze, debutante en los visitantes, sin ocasiones para nada.

Pero, como este sábado, el Atlético del pasado era sumamente concreto en ataque. La trepidante carrera de Llorente descolocó al Villarreal. Cuando se vio sin más recorrido, cuando se escoró a la derecha y cuando colgó un centro magnífico que nadie anticipó en el conjunto amarillo. Sí lo esperaba Nico González, que entró con el alma, con toda la fuerza con la que no fue a despejar Santiago Mouriño, superado en el salto. El 2-0.

Justo cuando más dudas revelaba el partido para el Atlético, que esta vez aprovechó su ventaja. Por delante en el marcador también en las tres primeras jornadas, entonces no fue suficiente. Este sábado sí. La contundencia que tanto pide Simeone. El camino de la reacción, cuya veracidad aún está en revisión. Liverpool, Mallorca, Rayo, Real Madrid… Le Normand y Hancko acabaron lesionados. Al Villarreal lo aguarda el Tottenham.