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Roland Garros contará por tercer año consecutivo en semifinales con el español Carlos Alcaraz, defensor del título, que cosechó su vigésima victoria del curso sobre tierra batida ante el estadounidense Tommy Paul, duodécimo del mundo, por 6-0, 6-1 y 6-4 en una hora y 34 minutos.

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En su primera comparecencia en esa ronda en 2023 abandonó el estadio acalambrado contra el serbio Novak Djokovic, al año siguiente se batió durante cinco sets y más de cuatro horas con el italiano Jannik Sinner y esta vez se medirá a otro transalpino, Lorenzo Musetti, número 7 del mundo.

Un rival al que el español ha ganado dos veces esta temporada y cinco de las seis que se han enfrentado, todas menos la primera, en la final de Hamburgo de 2022.

Mucha agua ha corrido bajo los puentes de ambos desde entonces, convertido el español en un tenista implacable y el italiano en un adversario temible, el último adalid del revés a una mano.

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El número 2 del mundo acude a la cita con el italiano tras su partido más brillante desde que comenzó la defensa del título. Tan expeditivo fue ante Paul, que al final pidió perdón al público, que pagó cara la entrada para ver el turno de noche.

“Lo siento pero yo tengo que hacer mi trabajo”, aseguró el español, que señaló que tuvo “uno de esos días donde todo te sale bien”.

Así resumió la paliza que propinó a un rival que venía encontrando un buen juego sobre tierra batida.

Tras perder un set en cada uno de sus tres anteriores compromisos, ante rivales que en teoría no debieron causarle daño, el español elevó el nivel para derrotar a su adversario más duro.

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El resultado fue un partido sin suspense, una apisonadora en la noche de París que arrasó al estadounidense, que descubría los cuartos de final de Roland Garros con la aspiración de complicar la noche al español, como hizo el verano pasado en el torneo olímpico en el mismo escenario.

Nada que ver con aquel duelo. Paul compareció atenazado por el escenario, timorato en su lado de la pista y como mero espectador del despliegue de Alcaraz.

No quería el campeón revivir los desvelos de los días previos, sobre todo aquella tercera ronda contra el bosnio Damir Dzumhur, también en sesión nocturna, en la que durante varios minutos fue vapuleado.

En media hora había endosado a su rival un 6-0, el séptimo que consigue en Grand Slam el español. Era una advertencia a Paul, pero tenía otro destinatario, Sinner, número uno del mundo, que se ha plantado en cuartos de final con solo 30 juegos concedidos y con quien mantiene un duelo a distancia.

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Alcaraz tenía que restablecer su prestigio y Paul pagó la cuenta. Las cosas no fueron mejor para el estadounidense en el segundo parcial, en el que el de Nueva Jersey se contentó con un juego, aplaudido por el público que temía haber pagado por una sesión demasiado corta de tenis.

El estadounidense volvió a mostrar el techo de su juego. Regular durante las temporadas, se diluye a medida que se eleva el nivel y contra los grandes rivales su tenis pierde eficacia. Nunca ha derrotado a un top-10 en Grand Slam.

Apenas inquietó al español, que se encontraba cómodo, que no sentía amenaza y se dedicaba a desarrollar su tenis, sin la impaciencia que le bloqueó contra Dzumhur, sin las desconexiones que tuvo ante el húngaro Fabian Marozsan o el vértigo al que le llevó el estadounidense Ben Shelton.

En el tercer set, Paul se vio más liberado, su brazo empezó a desplegar los golpes que le condujeron más lejos que ningún otro estadounidense había llegado desde 2003 y el duelo se equilibró, a medida que se oscurecía el día y al ritmo de una grada sin prisas para dormir.

Pero cuando apretaba el español, el número 12 del mundo mostraba las costuras de su juego y Alcaraz no quería repetir angustias. Se aplicó con solidez, con fases brillantes de juego, golpes espectaculares que, al menos, compensaron a la grada.