He querido hacer un alto en el camino, más que un minuto de silencio.
Entre charlas y tertulias, en el ejercicio del oficio, en la ventana y el pasillo, en los recorridos cotidianos he sentido y he vivido el dolor de los amigos despidiendo a los amigos, he encontrado el sentimiento en pedacitos y he querido recogerlo desde el piso, suturarlo y elevarlo en el camino.
Para nadie han cesado las partidas, las despedidas a destiempo.
He querido encender una luz en su memoria y así mismo hacer una pequeña y respetuosa invitación para alimentar la llama que nos une y decirnos lo que no nos hemos dicho, probablemente, por pensar que siempre hay tiempo para hacerlo.
A mis amigos:
Le doy gracias a Dios por tenerlos en mi vida, ustedes exaltan de manera delicada y cuidadosa la existencia. Sus miradas tienen brazos extensos y cálidos, sus palabras y el sonido de sus voces son abrigo. Ustedes restauran mis ausencias, son las expresiones no dichas, el soporte de las tardes con neblina. Han sanado las heridas del pasado, han atendido mis momentos más confusos, también los más errados. Ustedes, mis amigos, son la melodía que espantó el silencio de los días más oscuros, son la manta que se teje sin pesares. Son refresco y picardía. Gracias por ajustar mi alma, por la mano siempre en mi espalda y por todo lo que, sin serlo, fue un elogio.
Ustedes son y han sido un caudal de honestidad abierta y desbordante que contagia, el amor que está explícito en todo lo que me brindan, es resplandor y es vida. Gracias infinitas amar mis hijos, por mirarlos como padres, por sentirlos como suyos, por vincularlos a su nido y ofrecerles todo su cariño, sus caricias y sus juegos, por llevarlos de la mano durante todo el recorrido.
Gracias por conmoverme y sonrojarme, por dibujar, por sanar mi corazón, por hacerme liviano y fuerte, por permitirme nacer cada vez que fallecí. Gracias por las respuestas que traen todas sus aproximaciones, por recuperar el tiempo fugado, por hacerme llorar mientras camino, por arropar el presente y por hacerme querer que sea mañana para sentarme de nuevo en su mesa, a su lado, en su casa.
Jamás olvidaré los bailes y las bromas, su perfume, las historias. Son testigo del paso de las horas, de mis canas, mis pesares y mis goles.
Hoy, los he visto en mis retratos, en todas mis esquinas, mis memorias y mis risas. Hacen parte de mi historia y mi historia es parte de su vida.
Me parezco a ustedes, soy la suma de sus gestos y el latir de sus sentidos. Soy parte de un lenguaje construido entre sueños, largas noches y motivos. No recuerdo malos tiempos, solo albergo en el registro de mi vida su energía.
Hemos caminado entrelazados sintiendo que todo es eterno, nos han separado y al acercarnos de nuevo, todo vuelve a serlo. Solo ustedes me conocen, así nos conocemos. Solo quiero este minuto para avivar el sentimiento que tenemos y dejar que todo inicie una vez más. Por ustedes, mis amigos, los que ya se fueron, los que siguen a mi lado, los que pronto se avecinan. Por todos los amigos, por los suyos y los míos, por los lazos que nos unen y nos hacen ser también amigos. Por decirnos lo que no nos hemos dicho.