Resulta bien interesante como se explica la construcción del concepto de muerte: la primera, que va hasta los dos años, indiferencia y desconocimiento. La segunda, de 4 a 6 años, se tiene una percepción mítica de la muerte -algo temporal y reversible-. La tercera hasta los 9 años, se cree que después de la muerte la persona sigue existiendo en otro tipo de vida. Desde los 12 años, se comprende la irreversibilidad de la muerte y se piensa en la posibilidad de la propia. (Ajuriaguerra J). Con esta explicación cronológica buscar las causas debe ser el propósito inmediato de salud mental en todos los países de América y establecer cómo podemos modificar los factores de riesgo. De acuerdo con la OMS el suicidio es la segunda causa de muerte entre los 10-24 años y cada año se registran aproximadamente 100.000 casos.

La inmensa mayoría de los muchachos que se suicidan tienen enfermedad mental: no pueden lidiar con el estrés de la adolescencia. Le quedan grandes situaciones como la ruptura, el fracaso y los problemas escolares y familiares. Tenemos el deber de descubrir precozmente los factores de riesgos que la precipitan: estados depresivos y ansiedad, alteraciones producto del consumo de sustancias psicoactivas y cambios relacionados con la pubertad. Las estadísticas son variables, se considera que de los 839 suicidios ocurridos el año pasado, 341 corresponden a menores de 16 años. Casi el 40% de estos enfermos son muchachos que no han vivido, criterio lábil y su cerebro -especialmente los lóbulos prefrontales- está iniciando el proceso de consolidación y madurez. Como se explica esta avalancha de suicidios en niños y jóvenes: depresión, dificultades académicas, relaciones familiares, soledad. Las sustancias psicoactivas están incluidas y la violencia en todos sus géneros acaba con la autoestima de nuestra juventud.

Conocer las dificultades académicas de los niños suicidas produce escalofríos. Padres en vías de separación, mal rendimiento escolar y violencia están dentro de las causas que encuentran estos muchachos. Lo que preocupa y llama la atención es el subgrupo de los niños de 9 años quienes no tienen definido, claramente, el concepto de la muerte y buscan en el suicidio la salida rápida para solucionar el problema que los agobia. Pero el problema de salud es mayúsculo. Cuando se detecta un caso de intento de suicidio, se busca la orientación médica y seguimiento psicológico. Se consigue en un número reducido de casos y hay estadísticas de instituciones hospitalarias en Bogotá donde el 90% de los casos abandonan el tratamiento. La soledad y la falta de acompañamiento en estos pacientes es una de las condiciones precipitantes.

Reconocer las señales de advertencia alerta nuestra cultura sanitaria y las normas de prevención: afirmaciones suicidas o estar preocupados por la muerte es una. El comportamiento agresivo, aislarse de los amigos y regalar pertenencias es otra. Escaparse del hogar o descuidar la presentación personal es un aviso claro. Estos pacientes cambian de personalidad, trastorno disocial, y frecuentes comportamientos arriesgado

El comportamiento suicida está destinado a lastimarse uno mismo e incluye los gestos, los intentos y el suicidio consumado. En las adolescentes por ejemplo la tasa de suicidio ha aumentado del 0.5%. Los varones adolescentes están en el 3.1%. Las visitas a urgencias por lesiones autoinfligidas se aumentaron en forma notoria en estos grupos y cerca de 120 mil niños requirieron atención psiquiátrica. Algo significativo fue el comportamiento durante la pandemia: aumentó la tasa y se incrementó además en un 22% la consulta por intento de suicidio.

No debemos olvidar que entre enero 2015 y julio 2022 se cometieron 2.060 suicidios y 32.719 intentos de suicidios de niñas, niños y adolescentes. Si extendemos nuestra mirada hacia los neurotransmisores notamos una depleción de la serotonina y ésta sabemos que modula las emociones y los estados de ánimo en el LCR. ¿Alteración en los genes que codifican su síntesis? Esto explicaría el descontrol de impulsos y la actitud de desesperanza que vemos en los suicidas con las alteraciones cerebrales en la corteza prefrontal y en el hipocampo. De interés los hallazgos de la investigación que mostraron que el área de superficie del polo frontal era menor en los jóvenes con antecedentes de intentos de suicidio.

Diptongo: Colombia: en la fecha un menor se suicida todos los días.