El Heraldo
Política

Terrorismo y fanatismo político: problema de salud pública colombiano

El fanatismo supone una intensa adhesión afectiva a una idea, socialmente compartida.

El terrorismo y fanatismo político colombiano, liderado por algunos políticos, periodistas, cibernavegantes, conductores de opinión y un sector ciudadano, tiene explicación desde la psiquiatría. Múltiples pronunciamientos científicos nos llevan a concluir que la salud mental colombiana está enferma, en estado comatoso próximo sino n os avispamos a niveles de problema de salud pública.

 

Me permito compartir la visión de Alberto Villarejo, Médico Forense del Instituto de Medicina Legal de Cádiz, en su trabajo: “Fanatismo: interés en psiquiatría forense penal”. Se define como fanática aquella persona que defiende con tenacidad desmedida y apasionamiento creencias u opiniones, sobre todo religiosas o políticas.

De La Corte Ibáñez, en su obra: “La Lógica del Terrorismo”,  considera que el fanatismo es un estado mental caracterizado por la adhesión tenaz y prolongada a ciertas creencias. En el mundo mental del fanático, una o varias creencias adquieren una importancia muy superior a las demás, hasta el punto de transformarse en la mayoría de sus actos.

Alonso Fernández considera fanáticos a los que entregan toda su facultad de creer o creditividad, de un modo absoluto e incondicional, a un tema o a una cuestión, con intolerancia sistemática para los juicios y comportamientos discrepantes.

Para Javaloy, el fanatismo supone una intensa adhesión afectiva a una idea, socialmente compartida, a la que se concede un valor absoluto, que pretende ser realizada destruyendo cualquier obstáculo que se le interponga.

Alonso Fernández describe el fanático idealista combativo como un "iluminado violento" que posee un "ideal sobrevalorado" que se eleva a la categoría de dogma absoluto, con gran carga afectiva que le hace deformar las experiencias y situaciones.

Encontramos una doble dimensión del fanatismo: la dimensión cognitiva y la dimensión personológica, ambas en íntima relación, pues las creencias forman parte del mismo ser humano, el sistema de nuestras creencias "es lo que somos", como afirmaba Ortega y Gasset.

En este sentido García de Haro resalta que "la importancia de las creencias en la mente humana no pude comprenderse si sólo se tiene en cuenta su aspecto cognitivo.…Las creencias son sobre todo la creación de un mundo y de una manera de ser". El creyente, para este autor, no sólo piensa que el mundo externo es de tal o cual manera, sino que él mismo queda transformado por su creencia. También él se interpreta a sí mismo y de tal forma que adquiere otra naturaleza, se hace un ser distinto que piensa, siente y actúa de manera diferente.

Según Javaloy, la idea propia del fanático se caracteriza por ser absoluta, infalible, eterna, predestinada a vencer, norma suprema de acción a obedecer. Decreta aquello que es verdadero e irremplazable, ejerce un efecto sustractor de la mente a cualquier idea diferente que intente surgir. Está marcada por la afectividad y, por tanto, ajena a argumentos racionales y objetivos fundamentados en la realidad y abomina, como asegura Alonso-Fernández del pensamiento lógico-racional.

La idea fanática o dogma se caracteriza, para Sor, citado por Ramírez Coronel, por quedar aislada de la duda y de la hermandad con otras ideas; de esa manera, en el mundo interno y en la experiencia del individuo se desaloja al misterio, ya no tiene que averiguar nada, porque ya lo sabe todo y se impone una conclusión.

El pensamiento fanático es concreto y dicotómico, sin matices ni discriminaciones, donde las ideas se han maximizado, sacralizado, transformado en creencias que no admiten examen y excluyen la libertad de pensar.

La personalidad fanática según Kurt Schneider en 1923 describió los "psicópatas fanáticos" en su libro Personalidades psicopáticas y les atribuía rasgos paranoides y Millon, más recientemente, describe un subtipo de paranoide fanático que asume la identidad de un líder noble inspirado, una figura política poderosa que se propone misiones grandiosas para salvar el mundo, etc., con rasgos muy similares a los de la personalidad narcisista.

Otros autores consideran que existen diferencias de personalidad entre los líderes fanáticos y los adeptos. Así, Post (citado por de la Corte), describe rasgos de narcisismo, psicopatía y visión paranoica del mundo en los líderes fanáticos, Alonso Fernández, encuentra rasgos narcisistas autoritarios y E. Fromm, halla un carácter autoritario sadomasoquista en los dictadores.

Por el contrario, entre los adeptos fanáticos predominan los radicales de inseguridad, inmadurez, carencia de identidad y dependencia emocional o bien rasgos narcisistas, psicopáticos con alta impulsividad y búsqueda de emociones fuertes o paranoides en sujetos fanatizados secundariamente. Según Millon, creemos que es posible encontrar la mayoría de los siguientes rasgos en un importante número de personas fanáticas:

Autoimagen: combativa: La mayoría de los sujetos fanáticos se muestran egosintónicos y se ven a sí mismos como personas asertivas, arrogantes, altaneras, enérgicas y autoconfiadas, pero sinceros, fuertes y realistas y prefieren dar una imagen de dureza, falta de sentimientos, belicosa dominante y orientada al poder, coincidiendo con las personalidades sádicas.

Se sienten orgullosos de sus ideas y son, como los paranoides, reacios a confiar o depender de los otros y tienen un sentido combativo y tenaz de los propios derechos al margen de la realidad. Impregnados, al igual que el sujeto antisocial, de la creencia de la superioridad moral de sus ideas políticas o religiosas, tratan de imponérsela a los demás, para lo que no dudan en emplear métodos coactivos, combativos o violentos.

Estilo cognitivo: dogmático y dicotómico: Su rigidez y obstinación hacen que estos sujetos tiendan a mantener de forma pertinaz sus prejuicios y son incapaces de cambiar de opinión, mostrándose intransigentes con puntos de vista disidentes. Se muestran intolerantes, en especial con grupos sociales, étnicos o raciales, característica que comparten con los sádicos. No son capaces de percibir los distintos matices de la realidad compleja, encontrando sólo, con una visión dicotómica, los extremos opuestos de ésta.

Estos rasgos coinciden con la descripción del fanático idealista combativo de Alonso Fernández, al que describe como un iluminado violento convencido de poseer la verdad en la esfera política, religiosa o nacionalista en forma de un sistema de ideas cerrado y elevado a la categoría de dogma absoluto.

Comportamiento observable: suspicaz/explosivo: Se comportan como los paranoides, con suspicacia extrema, con desconfianza hacia las intenciones de los demás que le hacen presentar actitudes defensivas y hostiles frente al mundo. Preocupados por conspiraciones, consideran al extraño como el depositario de todos los males propios.

Adolecen de pobreza afectiva, pero son irascibles y con alta impulsividad, por lo que tienen predisposición a reaccionar con explosiones emocionales súbitas y bruscas de naturaleza inesperada e injustificada.

Comportamiento interpersonal: extrapunitivo/sumiso: Despectivos y despreciativos obtienen, al igual que los sádicos, satisfacción de la humillación, coacción e intimidación de los otros. Con ausencia de empatía para sensibilizarse con el sufrimiento ajeno y desprecio a la naturaleza humana, no sienten, como los antisociales, remordimientos cuando generan daño en los otros, a quienes suelen ver como enemigos.

Tenaces, obstinados y muy comprometidos y responsabilizados con la causa que defienden, cuando se violan algunos de estos valores muestran una disposición evidente al castigo. Sus impulsos a la actividad, como asegura Alonso Fernández, están regulados por la extrapunitividad.

Su actividad está orientada hacia el poder, ejerciéndolo de forma despótica sobre sus subordinados o sobre las personas que consideran débiles. A la vez, se sienten fascinados por quien detenta el poder y la autoridad y adoptan, según describió E. Fromm para el carácter autoritario sadomasoquista, una actitud sumisa ante ellos o ante cualquier poder que consideren superior.

Mecanismos de defensa: racionalización /sublimación: Racionalizan sus conductas intransigentes e impositivas en forma de indignación moral, asegurando que actúan "por el bien del otro o por el bien común" y justifican sus comportamientos combativos como reacción a un ataque de los otros. Subliman sus comportamientos agresivos y coactivos y sus creencias como imprescindibles para conseguir un fin social, religioso o político que servirá de redención de los demás o de la humanidad. Subliman, por otro lado, su actitud sumisa como lealtad a autoridades o ideologías por encima de los espurios intereses egoístas.

Representaciones objetales: perniciosas: La representación del mundo que se hace el fanático es un lugar hostil que le ha producido multitud de frustraciones personales, originando un déficit de autoestima y de las que responsabiliza a los otros. Al mismo tiempo, ha ido asumiendo un sistema de valores según el cual el grupo (nacional, religioso, racial, social, sexual, político etc.) al que pertenece el sujeto también ha sido víctima real o imaginaria de agravios. Para resarcirse de tales afrentas individuales y colectivas el fanático adopta una actitud intransigente, impositiva y combativa, cuando no francamente violenta y destructiva.

Estado de ánimo/temperamento: irascibilidad: Las personas fanáticas son normalmente irascibles, fácilmente irritables al ser contrariados sus postulados, no siendo infrecuente la hostilidad hacia los que no piensan como ellas. No comparten verdaderos sentimientos con los demás, tan sólo empatizan con sus correligionarios en los dogmas y creencias que les unen.

Organización morfológica: fragilidad del yo: Poseen, como asegura Alonso Fernández, un "yo" muy débil, con un "súper yo" muy rígido e inflexible en lo tocante a velar por los ideales del yo, aunque se desentiende de las inhibiciones morales, de los intereses altruistas y de las reacciones de culpabilidad.

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