Es insólito y a la vez tristemente previsible lo que está sucediendo con la violencia doméstica en esta cuarentena.
Es doloroso ver cómo las estadísticas demuestran que el estado de emergencia en el que está el país ha incrementado el número de maltratos en los hogares, especialmente los malos tratos hacia las mujeres. Es aterrador que sus propias casas sean el lugar más inseguro para tantas. Es desgarrador que 19 mujeres en cuarentena, intentando cuidarse de la COVID-19, hayan sido asesinadas por el virus de la violencia.
No nos equivoquemos, ellas sí perdieron la vida gracias a una pandemia, una que lleva acechándonos por siglos, que se propaga tan rápido como el fuego, y que ha cobrado más vidas que el cáncer. ¿Es curioso no? Mientras más tiempo estemos encerrados para proteger la vida, más feminicidios y más mujeres vulnerables. Porque el aislamiento, sin lugar a dudas, genera incertidumbre, pero para muchas ha logrado convertirse en la certeza de ser una presa más fácil y un blanco más claro.
Sin embargo, esto no sucede únicamente en Colombia, pues toda Latinoamérica ha reportado índices de incrementos en violencia hacia la mujer. México, Chile y Argentina, entre otros, han sido algunos de los países que han visto cómo el porcentaje de feminicidios sube y cómo la violencia doméstica reporta alzas históricas. Porque ahora a ellas les ha tocado estar confinadas con su agresor día y noche, sintiendo miedo, sintiéndose solas y sintiéndose sin escapatoria.
Es por esto que esta columna es un llamado, primero, a quienes se encuentran en una situación de vulnerabilidad en sus hogares, para que marquen al 123 y denuncien lo que están viviendo, o, en su defecto, si sienten que corren un riesgo al hacerlo, escríbanme a mi correo que está debajo de esta columna, para hacerlo por ustedes. Y segundo, un llamado a las autoridades para recordarles que proteger a las víctimas de la violencia doméstica es igual o aún más importante que hacer que todos los ciudadanos cumplan con las medidas de aislamiento tomadas por el Gobierno. Ahora más que nunca la labor de salvar a los que estén expuestos ante el virus de la violencia intrafamiliar debe estar entre sus prioridades.
Lo dije en mi anterior columna, esta cuarentena ha hecho aún más visibles las profundas diferencias sociales que existen en la región, pero sobre todo la irrefutable realidad de que vivimos en una nación violenta. Nos hace falta cultura, nos hace falta educar distinto, nos hace falta empatía, nos hace falta respeto. Porque ahora que estamos encerrados, es aún más notoria la pobreza: tanto económica como de espíritu.
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