
Más prudencia
Por eso es tan relevante lo que dijo sobre las vacunas, porque en estos momentos no es aceptable que se ponga en duda su conveniencia, o su efectividad, o que directa o indirectamente se desanime su aplicación. Quien no se vacuna no sólo se pone en riesgo a sí mismo, sino que afecta a los demás.
Un candidato presidencial le mandó un trino a sus seguidores, refiriéndose a la efectividad de las vacunas para contrarrestar la variante delta del coronavirus. Escribió lo siguiente: «las vacunas no sirven para el virus covid-delta, según las primeras investigaciones». Ante la imprecisión de lo dicho, Twitter le impuso un aviso a la publicación catalogándola como «engañosa», de tal forma que no se pudiese compartir, ni comentar, ni darle «me gusta». Algo es algo, pero ya el daño estaba hecho. Si bien algunos entienden las disputas políticas como una batalla —y en especial la carrera hacia la presidencia— en nuestro país resulta cuando menos irresponsable acudir a la premisa de la justificación de los medios para el fin, o suponer que en una guerra todo se puede. Porque no, no todo vale, no todo se puede, y hay que tener más prudencia.
No pretendo, de ninguna manera, atacar directamente al autor del trino. Él puede insistir en sus métodos para ganar adeptos y los colombianos son libres de decidir si tales formas son de su agrado. Es una prerrogativa que por fortuna tenemos. Sin embargo, es oportuno señalar que se espera algo más de precaución por parte de quienes tienen tanta audiencia, dado que cualquier afirmación puede ser un detonante de reacciones que generan impactos indeseados. Por eso es tan relevante lo que dijo sobre las vacunas, porque en estos momentos no es aceptable que se ponga en duda su conveniencia, o su efectividad, o que directa o indirectamente se desanime su aplicación. Quien no se vacuna no sólo se pone en riesgo a sí mismo, sino que afecta a los demás.
Cuando esta pandemia empezaba, cuando las incertidumbres eran mayores y había un enorme espacio para la especulación y la temeridad, advertí en esta columna que había que tener cuidado con aquellos políticos o dirigentes que en lugar de llamar a una necesaria comunión entre los colombianos, siguieran avivando los sentimientos divisorios. Quienes persistieran en ese empeño, desde cualquier lado del espectro ideológico, revelarían que no son capaces de entender que estos no son tiempos para cálculos electorales, o que al menos habría que moderarlos.
Nadie está libre de errores. Una afirmación así sobre la efectividad de las vacunas, con tanta capacidad de daño, reclama una poderosa retractación e incluso una disculpa equivalente; pero sincera y directa, sin notas al margen. Si ese fuese el caso se podría pasar la página, olvidar algunas aristas del asunto y seguir. Necesitamos mensajes más conciliadores. Ojalá eso suceda pronto, por el bien de todos.
Mientras tanto, vale la pena recordar unas palabras de uno de los líderes indispensables del siglo pasado, Winston Churchill, quien pocos días antes de su nombramiento como primer ministro en 1940, dijo lo siguiente ante el parlamento inglés: «Que mueran todas las enemistades de antes de la guerra, olvidemos nuestras disputas personales y vamos a concentrarnos en el enemigo común. Que se ignoren los intereses de los partidos, que se aprovechen todas nuestras energías, que toda la capacidad y las fuerzas de la nación se lancen a la lucha». Aunque ya tarde, sería muy buena idea acoger esa recomendación.
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