En medio del desbarajuste por la proliferación de candidatos a la presidencia -la inmensa mayoría con posibilidades que oscilan entre el 1 y el 3 por ciento- algunos comentaristas les han pedido a estos grandes “estadistas” que se bajen de sus aspiraciones a la jefatura del Estado y le presten al país el “gran favor” de ir al Congreso para que le aporten sus luces y, en algunos casos, también sus sombras.

Es verdad que muchos compatriotas ponen a sonar su nombre como flamantes candidatos presidenciales cuando en verdad lo que buscan es llegar a gobernaciones, alcaldías y hasta concejos municipales. Entre tanto reciben el flamante trato de “precandidatos” con toda la parafernalia incluido el séquito de escoltas y su presencia en todos los congresos de gremios, grupos económicos, asociaciones sindicales y hasta las reuniones de socorristas de la Cruz Roja. A eso llegamos por la desaparición de los partidos políticos de verdad y por su triste reemplazo por microempresas electorales hasta de carácter puramente familiar.

Esos preocupados patriotas debieron quedar decepcionados al leer las listas -con excepciones, desde luego- de los inscritos al Senado y a la Cámara.

Los partidos políticos llamados “tradicionales” y que conservan algo de organización, mantienen los vicios tradicionales de la política: el dedazo, el nepotismo, la incoherencia ideológica y los avales en varios casos sin ningún análisis de antecedentes de los candidatos. “EL TIEMPO” publicó una lista de por lo menos veinte aspirantes -es verdad, sin sentencias ejecutoriadas- pero con serios problemas penales o disciplinarios que podrían significar la pérdida de investidura o la anulación de la elección como ya ha pasado con gobernadores, alcaldes o senadores -como Roy Barreras- por doble militancia. Aun cuando está en la Constitución, en la práctica esos partidos no responden por errores al otorgar los avales o por candidatos que, como suele ocurrir, violan las normas sobre financiación.

Pero además muchos de esos aspirantes son herederos de quienes han sido condenados por corrupción, parapolítica o financiación ilegal. Las responsabilidades son individuales pero sus parientes no pueden ser beneficiarios de esas estructuras políticas viciadas.

Sin ir muy lejos hay candidatos aún hoy procesados o mencionados en recientes casos de corrupción, o por el cohecho político con el cual se han aprobado leyes en el Congreso y que el actual director, Carlos Carrillo, califica como la extorsión del Congreso al Ejecutivo.

También campea el transfuguismo buscando siempre un alero protector. Los ciudadanos ya no saben qué diferencia hay entre Cambio Radical, el Partido Liberal y hasta el conservatismo que al parecer tendría ahora como vocero a un inquieto liberal de Pereira. Todos cambian de caseta o de pareja en la mitad del partido o del baile.

La ley de bancadas funciona a medias. Algunos parlamentarios claramente han desconocido las orientaciones de sus partidos, pero a pesar de todo se les mantiene el aval. A otros no, como lo denunció con contundencia y valentía el representante liberal Juan Carlos Losada que ha dado solitarias luchas al interior de lo que queda del Partido Liberal.

Han puesto en dificultades al registrador, pues algunos acuden al ya engañoso mecanismo de las firmas a la espera de encontrar a última hora cualquier aval salvador. Ese fue el caso del demandado y condenado en primera instancia alcalde colombo ruso de Tunja quien no podía pagar la póliza para las firmas y a última hora acudió al partido de Barreras entonces llamado “La Fuerza de la Paz”. Hay candidaturas al senado apoyadas simultáneamente por tres “partidos” de contradictorio origen pasando por el Verde de Carlos Ramón González y otros.

Cuando hay ese doble, triple o cuádruple aval ¿quién responde si el elegido es condenado por corrupción, parapolítica, cohecho o financiación ilegal? ¿A qué partido le quitan los votos?

Es posible además que ante la registraduría aparezcan más firmas alegremente conseguidas y que superan el censo electoral.

Y la tapa, ahora tenemos al mediático ex alcalde Daniel Quintero avalado por el movimiento indígena AICO.

Algo similar sucede con los llamados partidos Afros. Un verdadero “Baile de máscaras”

Esta columna reaparecerá a mediados de enero de 2026. A mis lectores, feliz año.

@gomezmendeza