Gobernantes y gobernados vivimos en una absoluta distopía. El mundo parece andar consumido en medio de arengas digitales. Los jefes de Estado increíblemente convencidos que desde una red social pueden tirar línea sobre cómo administrar un país, y los ciudadanos también totalmente seducidos por la idea de que en dichas plataformas es donde pueden exigir y conseguir con inmediatez pasmosa lo que deseen. Ambos lados posiblemente estén equivocados.
En un día, uno puede ser testigo en Twitter, Facebook, Instagram o Tik Tok de un sinfín de fake news; contenidos audiovisuales y de texto amañados, buscando únicamente validar el punto de vista propio de un bando o de otro, sin importar si haciendo eso se llevan por delante la humanidad del contrario. Ya estamos tan acostumbrados que desafortunadamente, esto se nos convierte en paisaje. No nos detenemos a mínimamente analizar qué intereses hay detrás de cada publicación, ni mucho menos a constatar lo que se expresa.
En año electoral varios actores de diferentes sectores buscan protagonismo desaforadamente y eso agrava rotundamente la situación. En todo ese disparate... ¿dónde quedará la sensatez? tal vez estamos en tiempos donde ser sensato no este de moda y lo de interlocutar con los demás de forma respetuosa en el debate público, muchísimo menos. Nadie se quiere llevar el chaparrón de impopularidad que vendría con la defensa de la cordura.
El presidente Gustavo Petro es uno de esos personajes, trina estomacalmente, cada tanto da respuestas resabiadas a quienes se atreven a cuestionarlo. Su cuenta personal de Twitter es eso, un espacio en el que es él quien toma el rol de justiciero de ideas. Lamentable actitud. Quien se suponía encabezaría el gobierno del cambio, ha dado la razón a sus detractores.
Cuando quien gobierna, después de surtir un procedimiento (usualmente de varios pasos que toman tiempo), firma un decreto, norma o ley, en dicho papel simbólicamente se señala: publíquese, comuníquese y cúmplase. Eso en este gobierno, y en tantos otros, ha sido reemplazado por el trínese y cúmplase. Con un tuit, Petro pretende llevar a Colombia por uno u otro camino. Lo curioso, es que entonces las audiencias actúan igual, esperando que con un texto de 140 caracteres o un video de 30 segundos, las situaciones sean solventadas. Aunque en la era de los clicks, el morbo que se desata en las redes pareciera ser lo que mantiene a este mundo distópico girando.
@kdiarttpombo