La reciente decisión de la Corte Constitucional de anular la creación del Ministerio de la Igualdad de Colombia ha encendido el debate sobre la efectividad y el rendimiento de esta cartera, encabezada por la vicepresidenta Francia Márquez. Si bien la institución podrá seguir operando hasta 2026, tiempo en el cual además se podrá subsanar los errores cometidos con el fin de que el mismo no sea eliminado, la pregunta crucial que debemos plantearnos es: ¿realmente este Ministerio ha cumplido sus objetivos desde su creación?

Desde su establecimiento, diversas voces dentro del Congreso han señalado los altos costos y la presunta ineficacia del Ministerio de la Igualdad. Se ha argumentado que, en lugar de ofrecer soluciones tangibles, la entidad se ha sumido en una maraña burocrática. Estas preocupaciones se vieron reflejadas en un debate de control político, donde se reveló que apenas se ha ejecutado un mísero 0.24% del presupuesto destinado para el año 2024.

Frente a estas críticas, la vicepresidenta Márquez ha defendido la gestión del Ministerio, argumentando que la creación de una institución de esta magnitud representa un desafío sin precedentes en la historia del país. Al respecto, la ministra sostuvo: “En 100 años aquí no se había creado un ministerio como el que estamos creando nosotros”. Lo cierto es que, si bien es reciente, ningún ministerio como lo conocemos tiene 100 años, pues nuestra constitución que los creó es del año 1991.

Sin embargo, su justificación se tambalea frente a datos concretos. La baja ejecución presupuestal y la escasa generación de empleo, evidenciada por el hecho de que solo se ha contratado el 17% de los cargos autorizados, plantean serias dudas sobre la eficacia y la verdadera intención detrás de esta iniciativa ya que lejos de ofrecer soluciones para enfrentar la desigualdad, vemos más de lo mismo.

Es cierto que Colombia enfrenta profundas desigualdades que requieren acciones contundentes por parte del gobierno y por supuesto, de todos los colombianos. Sin embargo, la creación de un ministerio no garantiza automáticamente un progreso significativo si no se traduce en acciones concretas y resultados tangibles.

Las promesas de campaña han quedado atrás, y es hora de ejecutar, de rendir cuentas y demostrar un compromiso real con la equidad y la igualdad. Que fácil es sentarnos a criticar, pero cuando se tiene la posibilidad de actuar nos damos cuenta que la realidad es compleja.

En última instancia, el desafío para el Ministerio de la Igualdad y sus líderes es demostrar que están a la altura de la tarea encomendada y que están dispuestos a abordar las desigualdades arraigadas en la sociedad colombiana con acciones significativas y medidas concretas. La creación de un ministerio puede ser un primer paso, pero la verdadera prueba radica en su capacidad para generar un cambio real y duradero en la vida de todos los colombianos.