Elecciones peligrosas
El que gane fue porque así lo decidió el pueblo colombiano. Esa es la democracia. Y es prudente que el perdedor reconozca con humildad su derrota, y si no está conforme con el resultado haga uso de las herramientas jurídicas que le ofrece el Estado Social de Derecho en materia electoral, pero no desconocer el resultado de las urnas e invitar a sus seguidores a las vías de hecho.
La historia de Colombia no registra unas elecciones presidenciales tan reñidas y peligrosas como las del próximo 19 del mes en curso, donde está en juego el cambio de un sistema de gobierno que por cerca de 200 años ha venido gobernando al país. Ambos candidatos proponen el cambio: Petro, desde la izquierda; Rodolfo Hernández, desde la derecha.
Ambos dicen que van a enfrentar la corrupción.
Dos empresas encuestadoras dicen que la contienda electoral entre los dos candidatos está en un empate técnico, muy peligroso en un país violento por amor a la violencia. En efecto, Invamer señala el siguiente resultado: Rodolfo Hernandez, 48,2 % y Petro, 47,2 %. Guarumo, dice que Rodolfo Hernández tiene 48,2 % y Petro, el 46,5 %. YanHaas señala a Petro ganador con el 45 % y Rodolfo Hernández con el 35 %. ¿Quién dice la verdad? Estos datos confunden aún más al elector aturdido y bombardeado con miles de mensajes y memes perversos.
Si estas encuestas fueron realizadas con rigor, un empate técnico significa que cualquiera de los dos candidatos puede ganar, por una diferencia muy pequeña. Pero necesitamos, en aras de la paz, que el ganador supere, por lo menos, en 200.000 votos al perdedor, para que no haya margen para la sospecha de un fraude electoral.
El que gane fue porque así lo decidió el pueblo colombiano. Esa es la democracia. Y es prudente que el perdedor reconozca con humildad su derrota, y si no está conforme con el resultado haga uso de las herramientas jurídicas que le ofrece el Estado Social de Derecho en materia electoral, pero no desconocer el resultado de las urnas e invitar a sus seguidores a las vías de hecho.
Estamos en un país violento y con odio y dividido peligrosamente. Que el ganador no festeje el triunfo y el perdedor reconozca humildemente su derrota. Eliminar la costumbre de buscar culpables para levantarlo a golpe o hacer como la niña Tulia en Lorica, en el cuento El Flecha, del escritor David Sánchez Juliao, que cazaba peleas por deporte. “La victoria es por naturaleza insolente y arrogante”, dijo Cicerón.
Lo que está pasando en las redes sociales no es “guerra sucia”, como si hubiera guerras limpias en otra parte del mundo. Todas las guerras son sucias, pues se trata de conseguir el poder político, que para el caso nuestro es el manejo del presupuesto nacional, sin incluir la nómina de ministros, superintendentes, departamentos administrativos y otros privilegios.
Las redes sociales han creado una infraestructura sin límites para la maldad y el engaño, aplicando torcidamente el pensamiento político de Maquiavelo, escrito durante la época de los Borgia, los Médicis y una iglesia italiana comprometida con los vicios de la política de esa época.
Hay miles de Borgia camuflados en la política colombiana. Solo cambian sus nombres y el marco musical de esa época. Ahora es con champeta, salsa, reguetón o vallenato. ¿Seguiremos en este circo romano?
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