La desigualdad es el corazón del desencanto social”, así dijo Alicia Bárcena, secretaria ejecutiva de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal), en Santiago de Chile, haciendo referencia a la iniquidad y a la cultura del privilegio que existe en América Latina y especialmente en Colombia, donde muchos tienen poco y pocos tienen mucho, siendo esto una de las causas de la revuelta social que hoy estamos viendo en las calles, con un insoportable índice de pobreza especialmente en el Chocó, la Guajira, Sucre, Magdalena y Córdoba.

Esta desigualdad tiene su origen en una casta de privilegios del poder político dominante en un sistema de gobierno hecho a la medida de ellos, dejando al 90% de la población por fuera de la torta burocrática. Y a propósito, les pongo estos dos ejemplos de la vida real.

Hace varios años solicité una entrevista con el director de un importante partido político en Bogotá. Y, mientras esperaba el turno para entrar al despacho del personaje, escuché la conversación de un alto ejecutivo que con palabras dulces llenas de cariño reprendía por teléfono a su hijo quien le manifestó que quería ser concejal de Bogotá. Su respuesta fue negativa, aclarándole que se trataba de un proyecto costoso y lleno de incertidumbres. “Más bien, si quieres iniciarte en el oficio de la función pública- le dijo- te consigo el nombramiento como asesor en un Ministerio o en una entidad del mismo nivel. Ahí vas aprendiendo y cogiendo experiencia y después saltas a otro cargo importante”. Hoy, el valor de esa vinculación laboral o asesoría no baja de los 12 millones de pesos.

La otra cara de la moneda es el caso de mi amigo, Inocencio Malo, con la siguiente hoja de vida: licenciado en educación y filosofía, especialista en docencia universitaria, magister en desarrollo social, varios diplomados en procesos pedagógicos y un doctorado en educación próximo a terminar, docente de doce instituciones educativas a nivel nacional.

Desde mediados de 2019 participó en una convocatoria para un cargo de profesional especializado en el Distrito de Bogotá. Participaron más de 400 profesionales. Este proceso se inicia con la actualización de su hoja de vida en el aplicativo SIMO, con la exigencia de tres requisitos básicos: un título profesional con postgrado, 30 meses de experiencia en el cargo, tres pruebas académicas para alcanzar un mínimo de 65 puntos. El concurso dura más de dos meses. Luego viene la revisión de antecedentes por la CNSC que equivale a 20 puntos, quien publica la lista de elegibles que debe quedar en firme. El paso siguiente es el nombramiento de quien ocupó el primer puesto para un período de pruebas de 6 meses. Mi amigo Inocencio Malo, ganó el concurso y dos años después, espera el nombramiento, para un salario de 4 millones de pesos. ¡Y todavía se sorprenden de la protesta en las calles!.

Como diría Christian Daes, presidente de Tecnoglass de Barranquilla: ¡mandan huevo!