P.: En García Márquez leí: “… bancas de madera curtidas por los fondillos lisos y calientes de los pobres…”. ¿No es ‘fundillos’? Luis Alberto Montes, B/quilla

R.: La palabra fondo dio fondillo que se alteró en fundillo, que hoy se usa más. Ambas aluden a las nalgas o a la base trasera de tela del pantalón que las cubre. Son sinónimas, aunque autoridades como María Moliner desconocen fundillo. García Márquez era extremadamente riguroso con su escritura, y quizá optó por fondillos al considerarla más legítima por derivar directamente de fondo, a diferencia de fundillos, que es una mutación. Desde luego, son especulaciones mías. La frase la usa el escritor al comienzo de Vivir para contarla, cuando, acompañando a su madre a vender la casa de Aracataca, se embarcan en Ciénaga en un tren de bancas de madera, alisadas por los fondos de tela de los pantalones de los pasajeros.

P.: Titulares: “Congresistas del Atlántico piden más apoyo a Duque” (¿o “de Duque”?); “Solicitan la intervención de las EPS en el Atlántico” (¿o “que intervengan a las EPS”?). Cocotazos. César Cepeda, B/quilla

R.: Estoy de acuerdo. Escribir bien, por puro prurito, es deber de personas cultivadas, como los periodistas. Con frecuencia, publicaciones periódicas, incluyendo las que tienen manuales de estilo para fijar internamente la grafía de las palabras y la diagramación de las páginas, cometen errores que captan lectores perspicaces como usted. Los titulares escritos sin rigor desorientan a quienes los leen. Como dice, en el primer caso bastaba escribir “... piden más apoyo de Duque”, o, gracias a la flexibilidad del español, correr la ubicación de dos palabras: “... piden a Duque más apoyo”. El segundo ejemplo implica cambiar el sustantivo intervención por intervenga, tiempo verbal de intervenir, y trocar las preposiciones ‘de’ y ‘a’, y quedaría como usted expresa: “... que intervengan a las EPS”.

P.: Si se dice: “Más perdido que calilla en boca de vieja”, ¿se debe a que estas esconden la calilla con la lengua? Roberto Coba Sourdis, B/quilla

R.: Fumar con la calilla en la boca ocurre en regiones muy pobres que desconocen que ese hábito intensifica la severidad de los ataques a la salud oral. Consiste en dejar la punta encendida de la calilla dentro de la boca. Al unir los labios se logra inhalar humo durante unos minutos, y luego, debido a la humedad, la calilla se apaga, pero va soltando el regusto del tabaco. Gracias a una agilidad aprendida, y por puro deleite, quienes así fuman cambian de lugar en la boca u ocultan bajo la lengua la calilla, que no se deslíe porque, elaborada a mano, es delgada y muy dura. Una de las acepciones de calilla es “diminutivo de cala o supositorio”, y una de las de cala es “mecha de algodón impregnada de aceite, sal, jabón, pócima purgante y otros ingredientes, que se usa como supositorio”. Quizá por semejar una cala pequeña y porque también se introduce en el cuerpo de allí deriva calilla su nombre.

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